EL MISTERIO DE LAS PIEDRAS TACITAS DE PAPUDO
Coordenadas: 32°30'30.84"S 71°26'8.95"W
Nota: artículo del año 2011, sin actualizaciones.
Pertenecientes
al complejo arqueológico de Papudo y remanente ancestral de toda esta
interesante zona del país, las piedras tacitas de este conocido
balneario prácticamente pasan inadvertidas para la mayoría de los
visitantes de cada verano, e incluso para algunos de sus propios
habitantes, que desconocen la ubicación de este antiguo tesoro allí en
la conjunción de las calles Carrera y Sargento Aldea, junto a la Plaza
11 de Septiembre, del lado poniente del poblado costero en la Provincia
de Petorca.
Las conocí en el año 2008. Las
rocas se encontraban en un pequeño sitio eriazo y detrás de una modesta
reja metálica que señala con un cartel aún más sencillo la calidad del
lugar:
SITIO
ARQUEOLÓGICO
CULTURA ANTIGUA
PIEDRAS TACITAS
ARQUEOLÓGICO
CULTURA ANTIGUA
PIEDRAS TACITAS
Hace
tiempo que estas rejas dejaron de ser protección, sin embargo. Cuando
visité el lugar en febrero de ese año, llevado hasta allá por mi amigo
Juan que tenía residencia cerca en ese entonces, las piedras estaban
salpicadas de olores a orines, basura y sustancias aún más repugnantes.
Era evidente que el sitio era utilizado para correrías nocturnas de
algunos personajes, que dejaban su huella también en latas de cervezas
vacías.
Para
peor, hacia el año 2011 se denunció en el grupo de
voluntarios para la conservación de las piedras tacitas de Chile que el
mismo sitio había sido objeto de trazados y trabajos realizados, a sólo
unos metros de la roca principal, amenazándola con su destrucción o
remoción desde allí. Existe un grupo Facebook dedicado a denunciar lo sucedido e incentivar la conservación de estas piedras.
Desde aquel grupo de protección de las piedras tacitas, tomamos el dato
trascrito por nuestro estimado Marcos Moncada, con lo publicado por
Alejandro Cañas Pinochet en su libro "La religión de los pueblos
primitivos", de 1904. No estamos seguros de que se trate de la misma
piedra (Cañas habla de una de cuarzo, materia de la que no parece ser esta), pero de todos modos reproducimos su texto aquí:
La
piedra sagrada de Papudo está emplazada a corta distancia de la
población del puerto y en la ladera meridional de una colina, por cuya
base se desliza un arroyo que nace en una vertiente cubierta de árboles
silvestres.
La
piedra, por su aspecto o color blanquecino, es un cuarzo, que se eleva
por casi un metro sobre la superficie del suelo y tiene un volumen,
según nuestra apreciación, como de dos metros cúbicos.
En
la cara superior se hayan las cavidades, hechas, como las de todas las
piedras que hemos observado, por mano de hombre, comunicadas unas con
otras por regueros o canaletas como para que por ellos corriera un
líquido.
Estas
concavidades en número de 13, son de profundidades respectivas de 2, 2
1/2, 3, 4, 6, 13, 16 y 18 centímetros, y los diámetros tubulares de 13,
15, 18, 20, 23, 24 y 25 centímetros. Una de forma perfectamente tubular
tiene una canaleta en el borde, como para echar agua en ella.
La
presencia de estas estrías o canaletas saliendo de cada hueco parecen
estar también en las piedras que aquí describimos, detalle que es tomado por
algunos como una confirmación a la creencia de que las piedras tacitas
podrían haber sido usadas para rituales de sacrificios con derramamiento
de sangre. Empero, no tenemos confirmación de esto, si bien la posibilidad
es mencionada por Juan Crocco, para quien las concavidades habrían
servido como receptáculos de sangre de guanaco donde se empapaban las
puntas de las flechas para asegurar mágicamente la próxima caza. Crocco concluye en que el consumo de ñiachi o ñache
en el sur de Chile (sangre de cordero cruda y apenas sazonada)
provendría de estos rituales con las piedras tacitas.
La idea
sobre tal uso de este tipo de piezas líticas también fue compartida por
Tomás Guevara en 1911, tras observar y entrevistar algunas comunidades
indígenas de Angol, Curacautín y Toltén, donde constata que los
lugares en donde estaban las tacitas eran temidos y respetados, pues se los
creía custodiados por espíritus.
Otros suponen, sin
embargo, que eran usadas para fines menos oscuros, como moler granos o
servir de morteros para ciertos alimentos. También está la teoría de que
se usaban para captar aguas de la condensación, como "tazas" (de ahí su
nombre). En realidad la discusión sobre el objetivo de estas piedras
tacitas nunca ha dado una respuesta categórica que explique su empleo,
como sucede también con el caso de las piedras horadadas.
El
complejo cultural Papudo, particularmente, ha sido estudiado por
investigadores como el arqueólogo R. Bahamondes, quien expuso una
ponencia titulada "Contextos y secuencias culturales de la costa central
de Chile" durante el V Congreso Nacional de Arqueología de octubre de
1969. Dice allí que el complejo corresponde a pueblos cazadores y
recolectores habitantes de la costa en el período Arcaico Medio, más o
menos desde la desembocadura del río Maipo hasta el sector de
Guanaqueros. Siguiendo los datos de Bahamondes, sostiene Carolina Belmar
P. en su trabajo “El Complejo Papudo: Un estudio crítico en la comuna
de Los Vilos, Cuarta Región de Chile" (revista "Chungará", año 2004) que el complejo Papudo se remontaría a unos 5.500 años.
Aunque
las concavidades en las piedras no son posibles de datar, según
estudios y excavaciones en terreno realizadas por Jorge Silva hacia
1955, las tacitas de Papudo estarían asociadas a los hallazgos de dos
conchales cercanos y en los que se encontró también un cementerio con 21
enterramientos, donde había también otro tipo de piezas como las
conocidas piedras horadadas, confirmando las aseveraciones de
investigadores como René León Echaíz, quien suponía una relación directa
entre la cultura de las piedras horadadas y la de los conchales
costeros de la Zona Central.
Es
de esperar que la Municipalidad de Papudo no sólo se comprometa en
mantener y preservar este interesante sitio, sino también en potenciarlo
como atractivo turístico con la debida información y la correspondiente
dignificación del espacio en que se encuentra, dándole así el valor que
merece como uno de los registros más importantes de toda la zona sobre
su propio pasado.
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