IGLESIA Y CLAUSTROS DE LA COMPAÑÍA EN AREQUIPA: LOS SUNTUOSOS ESPLENDORES DEL BARROCO MESTIZO
El templo y su campanario en la esquina de General Morán con Álvarez Thomas, mirado desde la esquina opuesta en la plaza.
Coordenadas: 16°23'59.69"S 71°32'11.46"W (templo) 16°23'59.87"S 71°32'10.51"W (claustros)
Uno
de los exponentes más notorios de la arquitectura barroca andina o
mestiza del Perú colonial, está a un costado de la Plaza de Armas de la
ciudad de Arequipa, frente a los edificios de arcadas del Portal de la
Municipalidad y del Portal de las Flores, justo en la esquina de General
Morán con Álvarez Thomas: la Iglesia y los Claustros del ex Convento de
la Compañía de Jesús.
El
gran recinto hoy abarca más de la mitad de la cuadra del Teatro Fénix,
con su preciosa iglesia justo en el vértice señalado y los claustros de
tres patios llegando hasta la calle de fondo al Sur, la vía Palacio
Viejo. De día, una enorme cantidad de turistas extranjeros llegan a este
lugar, en parte tentados también con el comercio, los restaurantes y
los cafés que existen dentro de los claustros. De noche, inteligentes
disposiciones de la iluminación permiten redoblar la admiración
contemplativa de los visitantes, obligando a sacar las cámaras
fotográficas nuevamente.
La
construcción de este templo y los primeros claustros de la Compañía de
Jesús de Arequipa en la misma manzana, comenzó en 1578, con planos del
arquitecto Gaspar Báez, que habían sido hechos en 1573. Báez fue muy
importante y solícito en las grandes obras arequipeñas del siglo XVI.
Esta
primera obra estaba casi concluida cuando Arequipa fue azotada por el
terremoto del 13 de noviembre de 1582, formidable golpe que la dejó
prácticamente en el suelo. Por esta razón fue que, en 1590, el centro
religioso comenzó a ser reconstruido desde los escombros, bajo la
dirección del padre Diego Felipe, miembro de la congregación. Los planos
utilizados volvieron a ser los originales de Báez, y se consagró el
lugar al Apóstol Santiago.
Tal cual sucede en casos como el de la Casona Santa Catalina
o la Casa Tristán del Pozo, el material de roca blanca utilizado en la
construcción de esta iglesia, procedió principalmente de las canteras
del tutelar Volcán Misti. Según las descripciones que de él se han
hecho, este edificio era de una nave única, con dos alas laterales y un
coro, interconectado por los arcos de medio punto.
A
pesar del daño provocado por el inmisericorde terremoto del 19 de
febrero de 1600, que destruyó completa a Arequipa, mayor castigo para
este centro religioso parece recibirlo en algún terremoto posterior o
por acumulación de daños, pues se han detectado señales importantes de
una reconstrucción ejecutada entre 1650 y 1667. Más aún, autores como
Alejandro Málaga Medina en "Arequipa. Estudios históricos", señalan que
todavía en 1685 se realizaban obras en el convento, algo que se confirma
en cartas del Prepósito Provincial, el hermano Francisco Xavier.
Plaza e Iglesia de la Compañía de Arequipa, en litografía del siglo XIX.
La plaza con sus tendales y la iglesia, antes del terremoto de 1868.
La plaza con el campanario reconstruido tras el terremoto.
Estado del templo y del último campanario del siglo XIX, a inicios del siguiente.
Durante
este mismo período de años, en 1654, se construyó un arco lateral que
conectaba a los claustros, aunque hoy se encuentra condenado y ciego.
Esculpido por Simón Barrientos, este paso entre ambos recintos es
considerado el primer exponente del barroco andino en Arequipa, a pesar
de que el estilo había comenzado a manifestarse en Perú unos 20 ó 30
años antes. Se cree que sus líneas de diseño influyeron en la que se
empleó después para el gran portal del frontispicio, como veremos más
abajo.
A
causa de los retrasos y los terremotos, más de un siglo tardaron los
trabajos de la actual iglesia para ser completados, ya a fines del siglo
XVII y precisamente en el período en que el barroco andino empezaba a
adquirir rasgos muy localistas. Tal es el caso de esta iglesia, pues se
trata de un ejemplo muy característico del rasgo arquitectónico y
artístico del barroco arequipeño, como es -por ejemplo- la filigrana y
el detallismo minucioso pero de relieve más bien superficial, dadas las
propiedades particulares de la piedra utilizada.
El
templo destaca por su decoradísimo portal en la fachada, considerado el
más interesante y mejor conservado exponente del descrito estilo. Sus
motivos dominantes son de flora, fauna y mitología. Sin embargo, este
magnífico frente proviene de la última etapa del edificio, pues
pertenece a la reconstrucción de la fachada ejecutada tras las
destrucciones provocadas por el terremoto de 1681. Concluida en 1698,
como puede leerse entre las falsas columnas del primer cuerpo, esta obra
pone fin a la larga centuria que ocupó a los constructores y
reconstructores terminar definitivamente el edificio religioso. Consta
de tres niveles:
- Uno inferior con las puertas de cedro en arco y ocho pilastras en pares, entre las cuales va inscrita la señalada fecha del término del edificio. Se observan también pequeños personajes y querubines, y mucha decoración orgánica.
- Uno central con hornacina y vano, en cuya ménsula existía antaño una cruz de piedra escoltada por las cuatro pilastras. Hay imágenes e inscripciones alusivas a la Sagrada Familia en su composición, además del emblema de los Habsburgo del Águila Bicéfala, aludiendo a la casa imperial de entonces.
- Un tercero de frontón como remate, tocado por la hornacina más pequeña al centro, con una figura de San Miguel Arcángel escoltado por otros arcángeles, quizás correspondientes a Gabriel y Rafael.
Iglesia y campanario de la Compañía de Jesús de Arequipa.
Exuberante decoración del portal en el frontispicio, con sus tres niveles.
Dentro
de los diseños de esta fachada, pueden reconocerse también varias
conchas de ostiones o veneras, posible reminiscencia del culto a
Santiago Apóstol, además de grutescos y figuras que podrían estar
tomadas de leyendas y tradiciones indígenas, en un curioso sincretismo
del folklore reflejado en la iconografía usada para la artística
decoración. No puede pasarse por alto el acceso al templo por calle
Álvarez Thomas, además, donde se ve una gran representación de la
advocación de Santiago Matamoros tallado por encima de las puertas.
El
edificio tiene su torre campanario adosada, rasgo que no es general en
las iglesias del Sur de Perú. En el pasado fue más esplendorosa, sin
embargo, acabando destruida por el trágico terremoto del 13 de agosto de
1868, que también desplomó varios otros edificios del entorno de la
plaza y de toda la ciudad. Tras este cataclismo, se la reconstruyó más
alta y con ciertos rasgos neoclásicos, estilo que logró meterse mucho en
las refacciones y restauraciones arequipeñas de la época, en desmedro
de sus rasgos barrocos originales, permaneciendo así casi un siglo
aunque en algún momento, probablemente por otro terremoto, pierde su
chapitel de remate quedando totalmente trunca.
El
campanario permaneció con el extraño aspecto descrito hasta que otro de
los infaltables terremotos, esta vez del 13 de enero de 1960, lo tiró
también al suelo. Fue después de este episodio que se construyó la
actual basada en la que existía antes del terremoto de 1868 y que, a
pesar de no ser original, da a Arequipa una de las postales más
conocidas de la ciudad y de su valioso casco histórico.
Interiormente,
la planta del templo es de cruz latina divida en tres naves, constando
de una red de capillas inusualmente grandes y profundas, con cúpulas
propias. Los tres retablos de su interior están considerados entre los
más bellos por su magnífico trabajo de tallado, su imaginería y sus
recubrimientos en láminas de oro, mismo tipo de trabajo y cobertura
dorada que se observa en el púlpito. Dichos altares con retablos, tras
el presbiterio el primero y al fondo de las salas del transepto las
segundas, corresponden a los siguientes:
- El Altar Principal es obra en cedro, roble y sauce del artista Juan de Salas. Tiene, como centro, un cuadro de la Virgen con el Niño del artista italiano entonces residente en Perú, el jesuita Bernardo Bitti, del siglo XVI. Es, sin embargo, este cuadro sólo es el más valiosos de los 66 óleos que acá se atesoran, algunos de ellos del también sacerdote Diego de la Puente. El sagrario de este lugar es obra de Pedro Gutiérrez.
- El Altar de los Fundadores consta de un delicado trabajo de carpintería y labrado, con imágenes de los fundadores de las principales órdenes religiosas. Las estatuillas son genuinas representantes del arte religioso peruano y colonial.
- El Altar del Cristo Crucificado, del lado opuesto, muestra también a la Virgen y algunos de los Apóstoles en un retablo de espectacular belleza y elegancia.
En
la capilla de San Ignacio, por su parte, ubicada del lado opuesto a la
actual sacristía, pueden verse murales exquisitamente policromados, con
motivos vegetales y animales tropicales como decoración. Estos
policromados existían antes en el sector de la nave central de la
iglesia, pero se perdieron. Otros altares menores o capillas que
destacan son la de la Virgen de la Macarena y la del Cristo Señor Justo
Juez, que es sacado en andas el Martes Santo, además de guardar en su
interior una de las mejores colecciones de artículos de arte cusqueño.
El domo de la cúpula, en tanto, es un extraordinario trabajo de
puntilloso detalle y con imágenes de santos guardando sus reliquias,
todo en colores muy cálidos.
Frente de balcones del edificio adyacente a la iglesia, con entrada a los claustros.
Decoración en columnas y arcos del Claustro Mayor.
Para
ir a los claustros del convento, que en realidad son dos en un mismo
conjunto, hay que volver a la calle, pues dijimos que el acceso que los
conectaba desde el atrio del templo ya está cerrado. Sólo unos metros
más allá del templo se encuentra el arco de acceso, en los bajos del
viejo edificio con balcones y refaccionado para acoger al comercio.
Los
claustros fueron terminados en el siglo XVIII, pues debieron ser casi
totalmente reconstruidos tras otro terremoto, el de 1681 o el de 1687
(las fuentes difieren), en obras encargadas al alarife Pedro Gutiérrez.
Se construyeron con piedra ignimbrita de traída desde las canteras de
Chilina, y trabajaron en las obras grandes cuadrillas de indígenas,
mestizos, españoles y negros. Estas obras habrían sido terminadas en
1738, según informaba una inscripción que existió en el arco de acceso
al recinto, pero que ya no existe.
Consta
de patios solares con vistosas fuentes de aguas tipo fontana, pileta y
taza, rodeados por estupendos peristilos de roca sillar, algunas con una
minuciosa decoración orgánica y de grecas sobre las arcadas, también
exponentes rotundos del estilo barroco y mestizo colonial, interrumpido
sólo por ladrillos de reconstrucciones en cañones o pasos transicionales
entre espacios. El patio del Claustro Mayor, de mejor tamaño, es el más
antiguo y con más marca ornamental barroca, mientras que el Claustro
Menor es más sencillo y posterior. También se observan en ellos gárgolas
y grutescos al final de los acanalados del agua lluvia, en lo alto.
Se
accede por pasillos a los patios y sus contornos, y por escalas hacia
los segundos niveles en donde se puede llegar a caminar por el borde
mismo de las cornisas artísticas sobre cada patio principal, con el
edificio de la iglesia, su cúpula y su ábside como telón de fondo. Las
exhabitaciones y salas de los claustros, por los corredores con techos
abovedados de acabado casi gótico, han sido convertidas en diferentes
dependencias, oficinas, joyerías y locales comerciales.
Los
dos patios cuadrados principales con fuente central, señalan la
ubicación de cada uno de ambos claustros. En ellos funcionó por mucho
tiempo el Colegio Jesuita de Santiago y, después de la reconstrucción,
fue sede también del Seminario de Juniorado de la Compañía de Jesús.
Empero, la orden de expulsión de los jesuitas les sorprendió
abruptamente en 1767, debiendo dejar el lugar y partir casi con lo
puesto. Desde entonces, los claustros pasaron junto a otras propiedades
de la orden, a las manos de los sacerdotes de la Congregación del
Oratorio de San Felipe Neri.
De
acuerdo a la información ofrecida por el profesor Carlos O. Zeballos
Barrios en "La Compañía de Jesús en Arequipa", por solicitud del Obispo
Chávez de la Rosa, en 1788 se destinaron parte de los claustros ocupados
por los padres del oratorio para servir a los niños del Hospicio de los
Huérfanos y Expósitos. Años después, al crearse en 1844 la Beneficencia
Pública de Arequipa, este organismo se hizo cargo del orfanato y
realizó modificaciones en los claustros, hasta 1921, cuando se cambió a
una nueva sede en calle en avenida Goyeneche.
Retirado
entonces el asilo, se ofrecieron los claustros en venta por loteos,
ocho en total, sometidos a remate. Los nuevos propietarios,
particulares, modificaron mucho el aspecto del lugar y eliminaron parte
del mismo, que a la sazón se encontraba muy envejecido y dañado,
construyendo en estos sectores viejas viviendas. Han existido otras
intervenciones desde entonces, algunas más positivas que otras; los
enladrillados y los arcos ya ciegos de antiguos cuartos son testimonios
de estas refacciones.
En
1971, el Banco Central Hipotecario compró lo que quedaba de ambos
claustros y ordenó un ambicioso plan de obras ejecutadas por el
arquitecto Luis Felipe Calle. Estas intervenciones permitieron recuperar
el lugar y ampliar espacios construidos pero, entre otros costos,
hicieron desaparecer el sector donde estaba la antigua inscripción de
1738, sobre el acceso al recinto.
La
gran obra, culminada hacia 1973-1974, dio a los claustros el aspecto
definitivo que puede admirarse ahora y que permitió recuperar su
brillante aspecto colonial tardío. Y justo en este período, además, el
templo la Compañía de Jesús de Arequipa fue declarado Monumento
Histórico de Perú por Resolución Suprema N° 2900-72 E.D., del 28 de
diciembre de 1972.
GALERÍA DE IMÁGENES:
Fachada y campanario de la iglesia, iluminados durante la noche.
Nave central del edificio, mirada hacia el Altar Mayor y el Presbiterio.
Vista desde la proximidad del acceso hacia el Altar Mayor y el Presbiterio.
Altar Mayor y su retablo, al centro con pintura "La Virgen con el Niño" del italiano Bernardo Bitti (siglo XVI).
Vista
de la nave central y arcos a la nave lateral, desde el sector del
presbiterio. Se observa el púlpito, de madera revestida en láminas de
oro.
Arcos de tránsito por la nave lateral.
Altarcillo adoratorio de la Virgen de la Macarena, también muy popular en Arequipa.
Retablo y altar lateral del Cristo Señor Justo Juez, imagen de enorme devoción en la ciudad.
Retablo y Altar de los Fundadores, en el transepto.
Retablo y Altar del Cristo Crucificado, sector del transepto.
Pórtico
del antiguo acceso a los claustros, en el atrio del templo, hecho en el
siglo XVII. Hoy clausurado, el diseño de este portal sirvió de base al
del frontispicio del templo.
Parte
de la fachada del templo y la del edificio del claustro. Antaño, ambos
espacios estaban conectados por un portal justo atrás de los escaparates
que se observan.
Acceso a los claustros de la Compañía por calle General Morán.
Pasillo del peristilo del patio en el Claustro Mayor, ocupado por agencias y establecimientos comerciales.
Luz en el patio del Claustro Mayor, con atrio de arcadas y fontana central.
El patio del Claustro Mayor, mirado hacia el sector del domo de la vecina iglesia.
Arcadas del entorno del patio del Claustro Mayor, con arcos ya cerrados en el murallón tras las mismas.
Escalera con arco abovedado a la azotea, en el patio.
Turistas en la azotea y pasillos del patio del Claustro Mayor.
Vista del patio del Claustro Mayor desde la azotea, con el domo de la cúpula mayor del templo de fondo.
Vista desde la azotea del patio mayor, con la fuente de aguas central y toldillos de un café turístico atrás.
Paso de comunicación entre ambos patios. Bóveda enladrillada y muros aparentemente reconstruidos.
Patio
del Claustro Menor, con su fuente central de pila o taza. Se observa el
pasillo hacia el patio menor, con su fontana, entre las arcadas.
Pila central del patio del Claustro Menor y sus pasillos de arcadas laterales.
Patio menor y parte del edificio de la Iglesia atrás, levantándose sobre las arcadas del convento.
Pasillo lateral del patio del Claustro Menor, con sede bancaria en uno de sus espacios.
Patio escondido con pila mural, al final del pasillo lateral.
Patio trasero, último de convento, hacia el lado de calle Palacio Viejo. Imagen nocturna.
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