EL VALOR DE LOS BAILES PIELES ROJAS EN LAS FIESTAS RELIGIOSAS DE CHILE
Bailes pieles rojas de La Tirana.
Los bailes pieles rojas son una curiosidad entre las
sociedades de las fiestas del Norte Grande, que no ha dejado de
intrigar a los antropólogos, folcloristas y turistas que los
constatan presentes hasta hoy en las celebraciones de La Virgen de
La Tirana, La Virgen de Las Peñas, el Señor de Mamiña, San Lorenzo
de Tarapacá o Nuestra Señora de Andacollo, entre muchas otras.
Estas sociedades de bailes se caracterizan por vestir a la usanza de
los pueblos nativos de América del Norte: emplumados, con penachos
en el caso de los miembros de alto rango y con armas de fantasía
como puñales, hachas y una lanza que, invariablemente, usarán para
marcar el paso de sus cánticos, con una secuencia de baile en la que
se llevan este instrumento al hombro repetidamente.
Suelen tratarse de agrupaciones familiares o confraternales
(vecinos, amigos, generaciones de compañeros de baile, etc.) que van
desde un puñado de pocos miembros hasta cerca de 30 o más
integrantes, hombres y mujeres. Los trajes más ostentosos suelen
determinar también los rasgos de antigüedad y jerarquía de los
miembros, de modo que los "patriarcas" pueden estar vestidos al
estilo del jefe indio con los mejores penachos y accesorios.
Es, por lo demás, una de las formas de baile y sociedades más
famosas de las existentes en el Norte Grande, especialmente para la
Fiesta de La Tirana.
Sin embargo, la presencia de un elemento tan foráneo y
exótico, ajeno a las tradiciones más antiguas o locales de
Tarapacá y a la influencia altiplánico-aymará en el Norte de
Chile, ha motivado a varios autores a juicios un tanto
categóricos sobre el valor de estas cofradías o grupos de
baile religioso, como hace el investigador Juan Uribe
Echevarría en su libro "La Fiesta de La Tirana de Tarapacá"
(Ediciones Universitarias Valparaíso, Valparaíso, Chile,
1973). Esto, por supuesto, en el concepto estricto del folclore como sistema de creencias y costumbres que forman
parte de la propia identidad del pueblo que las cultiva.
De tal modo, concluyen en que se trataría de un mero
fenómeno imitativo y hasta desestiman esta manifestación
como genuina y auténtica expresión del folklore religioso. A
diferencia expresiones nativas como los bailes chinos
y el ritmo del cachimbo, o bien de adaptaciones de
influencias altiplánicas como la diablada, la
llamerada y los zambos caporales, este juicio
considera a los pieles rojas más bien como una
consecuencia de la transculturización por la vía de los
medios de comunicación, que se fue incorporando a las
fiestas religiosas como parte de la inevitable adición de
elementos carnavalescos en las respectivas celebraciones.
Equipo de pantomima del Circo de
Miguel Todorovich (también con presentaciones en Perú, en los años
20), con disfraces de vaqueros e indios pieles rojas. Imagen del
archivo de Eladio Lavalovich, expuesta en la muestra
"Circo Chileno" de la Biblioteca Nacional (2011). Muchas
caracterizaciones de fantasía en bailes religiosos del Norte de
Chile como los pieles rojas y otros (cosacos, gauchos, sultanes,
gitanos, etc.), quizás tengan alguna relación con los disfraces y
rutinas de las antiguas pantomimas en los muchos circos itinerantes
de los pueblos salitreros del pasado.
Todavía en los años setenta se presentaban
en Chile circos con caracterizaciones de pieles rojas entre sus
espectáculos que pudieron haber sido imitadas desde temprano en el
país, como el Buffalo Bill Circus, que vino en 1970 a instalar su
carpa en Chile. Fuente imagen:
sitio Historia del Circo en Chile.
También
se ha escrito sobre estos pieles rojas y tomando una versión
reportada hace muchos años por el investigador pampino Florencio
Olivares, del Museo Histórico de Arica, que esta forma de baile
habría sido fundada luego que Monseñor Carlos Labbé manifestara su
desagrado con las conductas de ciertos chunchos (que también
utilizan altos tocados o penachos de plumas en la cabeza), a lo que
un caporal de ellos llamado Manuel Mercado reaccionó creando, en
1930, un nuevo cuerpo de baile inspirado en las películas
estadounidenses del Far West, que imitaba a los indígenas
norteamericanos y que puso a bailar en la Plaza Arica de Iquique,
escenario de la denominada Fiesta "chica" de La Tirana.
Llamados
pieles rojas, entonces, el baile se sumó a los varios exotismos
que podían verse entre los danzantes de La Tirana y otras fiestas:
toreros, marinos, cosacos, hindúes, gitanos, mexicanos, gauchos,
sultanes, etc., haciéndose muy popular en las salitreras y
pueblos de la pampa.
Agrega Uribe Echevarría que, tiempo después, el sastre de los bailes
del señor Mercado, don Aniceto Palza, de origen pisagüino, se separó de aquél formando su
propio grupo y reformulando los trajes de los primeros pieles
rojas e inventando también el Quele-Quele, jerigonza que
cantaban los miembros de su compañía. Sabemos también que algunos de
los patriarcas de la fundación de cuerpos y grupos de baile de este
tipo en 1937 (o 1938, según otras fuentes), aún sobreviven en Iquique: el veterano caporal Arturo
Barahona, abuelo de un clan familiar que mantiene a la sociedad
religiosa "Pieles Rojas del Espíritu Santo".
Si bien toda esta explicación sobre el pintoresco origen de los
pieles rojas parece bastante verosímil y fue reafirmada por la gran Margot Loyola, pues no cabe duda de que ha
sido la influencia de los westerns del cine mudo la que ha
tenido relación con este popular tipo de bailarines, dicen que habría
posibles
inconsistencias en la historia, como la aparente existencia de
antiguas cofradías de indios o algo "parecido" que son anteriores a
la fecha señalada y a la propia llegada de Monseñor Labbé al Obispado de
Iquique en
1929, si damos crédito a lo que recordaba hasta hace poco algunos
veteranos de La Tirana.
Apartándonos
de las imprecisiones de la tradiciones oral, sin embargo, hay un
elemento adicional que quizás se ha perdido de vista pero que
permitiría devolver la existencia de los pieles rojas a un
enfoque de valorización en los aspectos folclóricos que le son
cuestionados y que además establecería diferencias con el mero
fenómeno de transculturización e imitación (la que sí se observaría,
por ejemplo, en la adopción de un pseudo Halloween o la copia
local de ciertos movimientos creados por la industria musical): la
presencia de actos de pantomima en los circos antiguos, donde eran
comunes las presentaciones de troupes vestidas -entre otros
muchos disfraces- de indios norteamericanos interpretando
coreografías musicales de enfrentamientos con vaqueros.
Todo esto
también explicaría la presencia de otros modos de bailes y
vestuarios que no parecen coincidir del todo con lo que podría
esperarse del cine popular de los años de fiebre salitrera en el
Norte Grande de Chile, como gauchos, sultanes,
rusos o cosacos, pero que sí estaban presentes en los
espectáculos de pantomima y musicales de los antiguos circos
chilenos que recorrían esos territorios, de pueblo en pueblo y de
salitrera en salitrera, haciendo tales presentaciones.
Imágenes de sociedades de bailes pieles rojas en la explanada del
Santuario de La Tirana, en Tarapacá.
Pieles Rojas en La Tirana. Como dato curioso, comentaré que
alguien me hizo notar cuando tomé la fotografía central, que las
llamas formarían una imagen parecida a la del perfil de un indio
piel roja con plumas (según él, era un espíritu de estas tribus
haciéndose presente).
Bailes pieles rojas de Huarasiña, en Tarapacá.
Con respecto a esto último, un libro recientemente publicado por la
investigadora Pilar Ducci, "Años de circo" y que incluye una
exposición actualmente el curso en la Biblioteca Nacional de
Santiago, comenta cómo esta clase de presentaciones de fantasías
y disfraces de la pantomima cobró gran popularidad en las funciones
de los llamados "Circos con segunda parte", correspondientes a
aquellos que dividían su función en dos jornadas: una con el
tradicional show circense (payasos, magos, malabaristas, trapecistas
y acróbatas) y otra con presentaciones de tipo folklórica, más
influida por el primitivo teatro de variedades y en donde se
incluían también esta clase de espectáculos de pantomima o musicales
basados en interpretaciones libres de hechos históricos, epopeyas,
leyendas o incluso crónicas periodísticas. Esta ampliación del show
se originaba en la necesidad de dar variedad a los espectáculos de
cada circo, dado que algunas carpas debían permanecer por varios
días en cada pueblo y no podían repetir la misma función sin colmar
rápidamente a sus pocos habitantes.
Sobre
lo anterior, existen fotografías de famosas compañías itinerantes de
fines del siglo XIX y principios del XX, como el Circo de Miguel
Todorovich y el Circo Corales, donde efectivamente aparece el elenco
de actores de sus pantomimas vestidos con trajes de indios pieles
rojas, sultanes, gauchos o gitanos similares a los que pueden verse
en las sociedades de bailes religiosos del mismo nombre, por lo que,
considerando la gran presencia que tuvo esta clase de espectáculos
en el territorio nortino, no sería raro que alguna importante
influencia conceptual en tales cofradías provenga de esta
vertiente. La exposición "El Circo Chileno" realizada en la
Biblioteca Nacional (septiembre-octubre 2011), mostraba una
interesante imagen de época perteneciente al archivo de don Eladio
Lavalovich, con actores de pantomima del Circo Todorovich
disfrazados de indios pieles rojas, precisamente.
Sabemos, por nuestra parte, que existieron muchas comparsas de
actores disfrazados y payasos en las varias oficinas y pueblos
salitreros del Norte, que operaban como pequeñas compañías circenses
formadas por los miembros de la propia comunidad donde alojaban. Una
antigua fotografía del trabajo de tesis titulado "La infancia del
caliche y su imagen fotográfica. Tarapacá 1900-1930", de Luisa
Camus, muestra una de estas comprarsas llamada "Chacance" y
perteneciente a la salitrera Coya, vestidos como tonys de
circo, músicos de carnaval, sacerdotes y otros disfraces curiosos.
Otro
factor de relevancia para respaldar esta posibilidad de un vínculo
del folklore del circo con el folklore religioso, está en la
relación efectiva que existió entre los músicos de las bandas
instrumentales de las fiestas religiosas del Norte de Chile y las
murgas circenses, pues es algo conocido el que muchos de los
instrumentistas que antaño iban a las fiestas y retretas de los
pueblos salitreros, eran contratados directamente desde las
orquestas de circos que paseaban por esos mismos poblados del
esplendor calichero.
Los instrumentos musicales utilizados (tubas, cajas, bombos,
platillos, trompetas, cornos, etc.) son esencialmente los mismos del
circo o la fiesta religiosa, además de los repertorios de ritmos
como marchas militares e himnos que antes eran muy populares en los
shows circenses, hasta que estos comenzaran a incorporar pautas
basadas en canciones alegres y en ritmos como mambo, foxtrot
o chachachá, ya en la época de la bohemia revisteril. De alguna
manera, entonces, el mundo del folklore circense sí ha tenido
injerencia importante en el folklore religiosos de aquellas
regiones.
Luego de los primeros y precursores bailes de este tipo en las
fiestas nortinas de los años veinte o treinta, fueron sumándose
nuevas cofradías que asumían tanto el nombre de pieles rojas
como el de tribus específicas (apaches, comanches, sioux,
etc.). Así aparecieron otras sociedades de este mismo estilo y
estética, varias existentes hasta ahora, como por ejemplo:
-
Los Pieles Rojas Cruzados de Iquique (fundados el 20 de junio de 1946)
-
Los Pieles Rojas de Pedro de Valdivia (fundados el 18 de marzo de 1951)
-
Los Indios Sioux de Iquique (fundados el 3 de octubre de 1953)
-
Los Pieles Rojas del Carmen de Tocopilla (fundados el 23 de diciembre de 1953)
-
Los Pieles Rojas del Carmen de Antofagasta (fundados el 6 de marzo de 1954)
-
Los Pieles Rojas Águilas Blancas de Iquique (fundados el 21 de mayo de 1956)
-
Los Indios Dakotas de Iquique (fundados el 15 de agosto de 1958)
-
Los Indios Siuox del Carmen de Antofagasta (fundados el 5 de octubre de 1970)
-
Los Indios Jalaguayos de Arica e Iquique (fundados el 5 de noviembre de 1970)
-
Los Pieles Rojas Promesantes del Salitre de María Elena (fundados el 22 de julio de 1975)
-
Los Indios Sioux de María de Arica (fundados el 7 de agosto de 1977)
-
Los Indios Cheyenns de Iquique (fundados el 1° de octubre de 1978)
-
Los Pieles Rojas del Carmen de Tocopilla (fundados el 4 de agosto de 1979)
Bailarín Piel Roja de La Tirana.
Estas cofradías son de las más populares de las fiestas y
conviven con las de morenos, zambos caporales, cuyacas, diabladas y
chunchos de las fiestas.
Bailes pieles rojas de San Lorenzo de Tarapacá.
Muchas de las más antiguas cofradías de pieles rojas que no
aparecen nombradas aquí, sin embargo, desaparecieron con la caída de
la industria del salitre y el cierre de las oficinas calicheras,
como sucediera también a varias de las cofradías con nombres y
atuendos más exóticos.
Otro punto en favor de un verdadero valor folclórico y religioso de
las cofradías pieles rojas y sus "mudanzas" o presentaciones
de baile, lo representa la propia percepción de los fieles y su
visión bastante particular sobre la imagen de estas sociedades, muy
distinta a la interpretación que dan los estudiosos e investigadores
de profesión. Para los devotos y miembros de las agrupaciones
religiosas, los pieles rojas vienen a equivaler al símbolo
cultural de la cristianización de América pero con la fusión de los
elementos culturales nativos, algo que podría explicar la descrita
popularidad de esta clase de bailes en las fiestas tarapaqueñas.
En
sus presentaciones en La Tirana, por ejemplo, suelen hacer una gran
fogata totémica que se ha vuelto propia de sus coreografías
religiosas durante la fiesta, mientras danzan alrededor de ella; y
en San Lorenzo de Tarapacá parece haber una comprensión metafórica
de su presencia vestidos como nativos americanos ofreciéndose en
devoción ante el Santo Patrono de los pobres, los desvalidos y los
mineros nortinos, al tiempo que se permiten interactuar con
bailarines de otras sociedades simulando justas u ordalías, como
osos y diablos.
Parecido es el caso de ciertos personajes zoomórficos que asoman en
las fiestas, y que suelen actuar como elementos de cierta autonomía
entre los cuerpos de bailes, especialmente las diabladas. A
los citados osos (que en ciertas opiniones también suelen ser
descartados del folklore propiamente tal y tomados más bien por
rasgos carnavalescos) se los representa con trajes peludos, muy
barrigones y con una máscara parecida a las del diablo, pero
de orejas grandes y sin cornamentas. Como la mayoría de los trajes
son negros o de tonos oscuros, al disfrazado que interpreta un
oso blanco, se le suele llamar popularmente oso polar.
Sin
embargo, y aun correspondiendo a un animal tan foráneo a la fauna
regional, la presencia de osos puede responder a una simbolización
totémica, no más distinta de las representaciones de otros animales
culturalmente más cercanos como el cóndor y los toros del waka-waka
de Bolivia. Es frecuente ver en las "mudanzas" del territorio
chileno, por ejemplo, representaciones de lucha de opuestos
alegorizada en la cacería, entre bailarines osos y bailarines
pieles rojas alrededor de las llamas, en una escena casi
surrealista que tradicionalmente se improvisa durante las fiestas.
Es legítimo considerar, entonces, que el intrigante baile piel
roja que tan extraño y curioso se ve en nuestras fiestas
religiosas, sí puede tener un sincero valor folclórico y simbólico, además
de un respaldo interesante en la tradición religiosa, mucho más allá
de alguna impresión simplista y casi prejuiciosa en donde todo se
reduce en la emulación carnavalesca de las fantasías estéticas del
cine y la televisión clásica.
Comentarios
Publicar un comentario