LA EX CASA COMERCIAL YANULAQUE (PARTE II): EL MARAVILLOSO MUSEO DEL MAR
Don Nicolás Hrepic Gutunic, Director y creador del museo.
Coordenadas: 18°28'45.39"S 70°19'9.86"W
Puede que la decimonónica ex Casa Yanulaque (a la que me referí en la primera parte de esta entrada) no sea un gran edificio
comparado con otros lugares históricos de Arica y a pesar de su
declaratoria como Inmueble de Conservación Histórica. Sin embargo, basta
este espacio de su primer piso ahí en Sangra 315 esquina Sotomayor, ex
cuartel del histórico almacén "La Colmena" de don Manuel Yanulaque, para
alojar desde el año 2006 a uno de los museos que considero más hermosos
y cautivantes de Chile: el Museo del Mar, o Sea Museum para los turistas.
El
Museo del Mar exhibe las extraordinarias colecciones de su Director,
don Nicolás Hrepic Gutunic, un afable señor obsesionado por 50 años o
más con la paciencia de recoger y reunir por todo el mundo las más
insólitas y preciosas caracolas marinas que ahora expone en sus
vitrinas, para deleite de los visitantes. Este caballero de orígenes
croatas ha reunido más de 1.200 especies catalogadas, con lo que su
museo le da paliza incluso a las famosas colecciones de Pablo Neruda.
Algunas pocas de las piezas las ha recibido de donaciones, pero la
mayoría son resultado de su esmero personal y su dedicación a esta
saludable pasión. Es entretenido conversar con él y escuchar la aventura
y el casi secreto que guarda tras cada unidad de la muestra, además de
ser una persona muy cálida y amena al hablar.
Por
una módica suma, se puede observar en el Museo del Mar de la Casa
Yanulaque la más variada colección de conchas de moluscos, equinodermos,
crustáceos y hasta algunos peces, carapachos de tortuga marina, corales
e interesantísimos fósiles, todos debidamente individualizados con su
clasificación familiar, nombre científico, autor-identificador (con año
de referencia) y ubicación geográfica general. Hay incluso un personaje
isotípico del museo: una estrella de mar sonriente, parecida a Patricio, el amigo y vecino de Bob Esponja.
Pasillos del museo, llenos de piezas para admirar.
Colecciones de estrellas marinas de todo el mundo.
Antiguo grabado coloreado de caracolas marinas, en exposición dentro del museo.
Las colecciones incluyen valiosos fósiles de vida marina.
La
sala de exhibiciones está uniformada por vitrinas, algunas de ellas
formando también los pasillos del recorrido interior del museo. Hay una
muy buena y apropiada luz para la contemplación de lo que allí se
expone, por cierto. Además, el lugar está decorado con esa
característica caricia de amor del mar: navegación, pesca,
modelismo naval y todo lo que tenga que ver con la riquísima cultura
marítima, a veces tan poco conocida por los citadinos modernos.
No
existe otra clase tan entretenida e ilustrativa sobre biología marina
como una visita a este lugar, verdadera lección de sueños para los
amantes del tema. Hay, además, algunas piezas que parecen ser de enorme
exclusividad, orgullos que don Nicolás no tarda en señalar a los
curiosos entregando más detalles de los mismos; verdaderas piezas de
joyería por su escasez en otras colecciones o bien por ser estructuras
inverosímiles dentro de la zoología marina, y todas reunidas allí,
dentro de la vieja casona. No hay comparación entre mirar estos tesoros
en una opaca fotografía a hacerlo acá en vivo, ante nuestra propia nariz
y separadas sólo por un vidrio.
Por
otro lado, creo que casi reconforta al alma acoger estas invitaciones a
admirar la vida oceánica sin perder la capacidad de asombro, dejando de
lado un rato la tendencia aprendida a mirarla más bien con el estómago y
los impulsos de la necesidad de alimentación. Las capacidades de diseño
y de arquitectura que es capaz de ofrecer la Creación quedan
manifiestas y demostradas en toda esta cantidad de piezas de la sala:
conchas de nautilus, chamas, centollas, peces globo, tacas, mejillones
gigantes, caballitos de mar, trilobites petrificados, etc.; desde los
picorocos tan comunes y corrientes en las costas chilenas (gigantes,
comparados con los de otras latitudes), hasta las exóticas y coloridas
caparazones relucientes de mactras del Índico; o desde las conchas-navajas de nuestros llamados huepos sureños, hasta la artística perfección de las lyropecten de las aguas atlánticas.
No
se puede poner en duda que don Nicolás es un hombre generoso: no sólo
permite fotografías dentro de su museo (con la conocida reserva de
evitar los flashes de cámaras, eso sí), sino que también facilita a los
investigadores virtuales la fastuosa colección publicándola en su propio
sitio web: museodelmardearica.cl, donde también se cuenta con un módulo de consulta para cibernautas.
No
tengo palabras exactas para seguir describiendo ese encanto casi
infantil y cautivante de la colección Hrepic Gutunic. Sin duda alguna,
este sitio dignifica más aún la importancia cultural y la función patrimonial de la Casa Yanulaque en la ciudad.
Personalmente, además, creo que hace un gran favor también a la
conformación de la atracción turística general de Arica, por encontrarse
también en uno de sus principales circuitos históricos y con este doble
valor de casa histórica y exhibición museológica.
Se
agradece el esfuerzo de don Nicolás y su familia, entonces, y
recomiendo a todos los visitantes de esta ciudad conocer aquella
maravillosa muestra permanente de la impecable orfebrería biológica y de
las artes de la joyería que la propia naturaleza ha conseguido forjar,
para las especies oceánicas que llenan las vitrinas del incomparable
Museo del Mar de Arica.
Comentario recuperado desde el primer lugar de publicación de este artículo, en el sitio URBATORIVM:
ResponderEliminarGertrudis15 de mayo de 2021, 06:16
Gracias Criss por tan hermosa presentaciòn del Museo del Mar de Arica. Las fotos son magnìficas.