LA PICÁ DEL CHINO: UN BASTIÓN DE POPULAR ARIQUEÑO
Coordenadas: 18°28'30.47"S 70°19'7.91"W
El término guachaca o huachaca, un tanto convertido en lata de sopa para pop art de estos días (y, por lo mismo, muy banalizado), se refería antaño a los viejos chichas que terminaban tirados en la calle, cocidos en alcoholes. Incluso existía un trago llamado guachacay, parecido a un aguardiente de muy mala calidad.
Sin
embargo, toda esta cultura de cantinas y tragos económicos tan asociada
a las Fiestas Patrias que se aproximan, fue quedando identificada con
el tiempo con la orientación de lo guachaca como estilo de vida.
Los casos se pueden hallar por todo Chile y las regiones extremas no se
exceptúan. Así es que, acá en Arica existe un caso especial de aquellos
boliches que se erigen como picadas guachacas, en este caso con
bastante honestidad y acierto, a diferencia de otros que se han
apropiado del apelativo sólo para sostener imágenes populares en meros
negocios de espectáculo y recreación.
Ubicado
en Pedro Montt 644, muy cerca de la Feria Máximo Lira y de la Estación
del Ferrocarril Arica-Tacna, "La Picá del Chino" se autodefine como El Rincón Guachaca de la ciudad y tiene en esa marquesina afuera del local un gran lienzo
proclamando este título, junto con la foto de un chino cuya cuatricromía
ya ha quedado azulada por acción del sol nortino, pero que me parece
corresponde al actor Jackie Chan o algún personaje parecido, de brazos
cruzados.
Este bar y cervecería es creación de don Carlos Castro, apodado desde niño como el Chino
por sus rasgos, ex deportista de largo tiro ya residiendo
definitivamente en la ciudad de la eterna primavera pero oriundo de la
tierra vitivinícola de Cauquenes. Hombre de 70 años y mucha energía,
atiende personalmente el local que fundó "hace más de 20 años ya, tirando para 30"
según sus palabras. Aunque el público va cambiando durante el día,
hasta allí llegan ya muchos auténticos amigos del dueño entre los
clientes además de cuequeros y folcloristas, conservando ese típico
ambiente de los bares antiguos de pueblos o barrios, aunque con algo de
onda tipo Bar de Mou, de "Los Simpson".
Don Carlos y su local en fotografía de "La Estrella de Iquique", hace unos años.
El Chino
Castro es reconocido entre todos acá como un tipo notablemente
creativo, siempre vinculado a la gastronomía popular de la ciudad.
Asegura ser el primero que llevó los tradicionales sánguches de potito
hasta el comercio de Arica y ahora es célebre un rudo deleite que, por
$2.500, puede probar cualquiera que llegue a este encantador sucucho: el terremoto nortino, que promueve también con la réplica ariqueña y la zona telúrica en el cartel afuera del local.
¿En qué consiste aquella pócima, que creó
luego de mucho combinar en investigar? Es una versión propia del trago "terremoto"
en vaso cercano al medio, realmente excelente: al frío pipeño con
helado de piña le agrega un poco de jugos frutales hechos con tumbo,
mango y/o maracuyá (no me confiesa toda la receta), con un magnífico
resultado. Nada más, pues el Chino es un enemigo despiadado de
echarle fernet o granadina al buen pipeño que asegura saber reconocer,
como natural cauquenino. Si debo compararlo con algo más célebre, este
"terremoto" se parece un poco al que se ofrece en el famoso club "El Rincón de los Canallas"
de Santiago, que con el nombre de "maremoto" también lleva un toque
frutal en su receta, pero ciertamente distan mucho de ser lo mismo.
Famosa fue en "La Picá del Chino" la historia de un tal Guatón
Juan, que hizo una marca en este bar tras llegar de Pisagua y tomarse
tres de los descritos "terremotos" sin caer de borracho, a pesar de que
se asegura en este sitio que basta con sólo un "terremoto" y una
"réplica" para botar hasta al más sólido roble... Sobrevalorado, para mi
gusto, pues aunque admito haber sentido las propiedades de este elixir
en el paladar y también en la cabeza, como alguien que se ha tomado
hasta diez "terremotos" en "Las Tejas" de Santiago en sólo una noche,
considero que esa modesta marca sería bastante fácil de romper.
Los
parroquianos del boliche llegan hasta horas de la noche, incluso
avanzada. Especialmente atractivo resulta este sitio para hombres de
mar: mariscadores, trabajadores de la pesca, buzos recolectores y
particulares; a veces hasta los dueños de las lanchas con todo su
personal, cuando hay capturas que vale la pena celebrar en un mar cada
vez más agotado y menos generoso con los pescadores. Gente afable,
amena, como he confirmado en todo Chile: llena de historias y aventuras,
pero también de denuncias y molestias. Don Carlos dice que suele
recibir a militares y carabineros en retiro entre su amplia clientela.
Su Majestad, "El Chino" Castro.
El célebre "terremoto nortino" de "La Picá del Chino".
Se cierran las puertas en la noche y se atiende por una de las ventanas para evitar que pasen macheteros (pedigüeños), vacunas (embaucadores que beben a expensas del resto) u otros sujetos por el
estilo, abriéndole a esas horas sólo a los clientes. Es entretenido
conversar con estos tipos, pues retratan muy bien el ánimo en que se
encuentran desde hace tiempo los ariqueños con respecto a las
impertinencias del Gobierno Central y su desencanto con las autoridades
políticas. Hasta converso con un trabajador que, coincidentemente, vivió
a escasa distancia de mi ex lugar de residencia en La Florida, así que
no tardamos en entrar en confianza.
Ente
otras perlas, me cuentan acá que la cercana Feria Máximo Lira (dicho
sea de paso: con el mismo nombre de uno de los más grandes patriotas y
defensores de la soberanía chilena) está al borde de cerrar ya luego de
ser obligada a trasladarse tras las líneas férreas que allí bordean la
costanera. También me entero que un viejo árbol ficus que existía en
calle 18 de Septiembre "frente al local Pichara", según me aclara
un locuaz cliente, y que era famoso por su extraña forma como de torso y
brazos humanos, murió luego de que una empresa de energía talara
imprudentemente sus ramas para despejar el cableado eléctrico, en lugar
de sólo podarlo. Hasta quisieron cortar los árboles del parque en el
aeropuerto ariqueño, "¡Y lo habrían hecho si no fuera porque don Julio
Martínez se opuso y denunció esto en sus comentarios!", acota con
molestia el Chino, desde atrás de su barra.
No
se queda sólo en la denuncia por los malestares, sin embargo: el dueño
tiene una idea bastante buena y que podría ser implementada a futuro -si
las autoridades dejan de jugar taca-taca y se interesan-, relacionada
con la realización de una Cumbre del Terremoto Nortino, con
concurso de belleza, expositores, degustaciones y todo. Su intención es
que todos los expendios de "terremoto" en el Norte Grande de Chile, que
ofrecen recetas tan particulares y en algunos casos distintas a las que
conocemos en la Zona Central (ya he hablado en otra parte, por ejemplo,
del "terremoto" con whisky que se ofrece en el "Bar El Democrático" de Iquique),
se reúnan a demostrar y difundir la presencia del trago allá en
aquellas regiones extremas y puedan crear un evento propio al respecto.
Don
Carlos sabe de su gremio: ha sido propietario de varios negocios
interesantes en Arica, como el "Donde mi Compadre", la heladería
"Fontana di Trevi" o "El Rincón de Los Leones" del paseo Thompson,
famoso por sus grandes platos de caldo de pata y porotos con riendas.
Así es que "La Picá del Chino" está en una larga cadena de vida dedicada
al comercio, ahora de orientación guachaca. Curiosamente, con la actual
picada volvió exactamente al lugar donde había comenzado sus negocios
de este tipo hacía unos 40 años ya, en la avenida Montt.
Por
otro lado, su creatividad le permitió crear los más curiosos nombres de
platillos para la oferta, que fueron en su momento un buen gancho para
la clientela: el picante de gallina gay con charqui y llaita, el sánguche de carnero salvaje con salsa de toro en celo, otra rareza llamada sexo oral y la sopa zorrita caliente
con pata picada, guatacay y maní, entre otras excentricidades. Algunas
iban anunciadas afuera de "La Picá del Chino" con un dibujo del animal
aludido: un zorro, una gallina, etc.
Insólitamente,
antes esta picardía le hizo ganarse una carta reclamo de un delicado
miembro de la Cámara de Turismo a la Municipalidad de Arica, denunciando
las "ordinarieces" que tenía por nombres de platillos su negocio
de Thompson, que por entonces ya se estaba convirtiendo en el paseo
comercial que ahora conocemos. Al enterarse de esta acusación en su
contra, sin perder el sentido del humor, el incorregible Chino tuvo
otro arranque de imaginación y respondió colocando nuevos carteles
donde el menú era ofrecido ahora con gran sofisticación. Según declaró
en una entrevista suya al diario "La Estrella de Arica" que cuelga
enmarcada en el muro detrás del mesón, los nuevos carteles de la carta
decían: frijoles con spaghetti, panceta de cerda y manito de res.
El
pueblo ariqueño y sus queridos comensales, sin embargo, celebran hasta
ahora sus extraños platillos: "Cuando se prepara una olla con alguna de
estas comidas raras y se anuncia, el local se llena completo", me
confiesa otro entretenido cliente sentado cerca de mi lugar en el mesón.
Péguense
una pasada por "La Picá del Chino", entonces. Tienen allí un templo de
cervezas, vinos, el mencionado "terremoto nortino" y toda una repisa
colorida de botellas para la más entretenida forma de conocer una ciudad
y enterarse de su comidillo noticioso no formal, allí junto al inefable
y creativo Chino Castro, bajo el techo del rincón guachaca de Arica.
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