CALLE SUCRE DE ANTOFAGASTA: NACIDA CON LA PROPIA CIUDAD
Coordenadas: 23°38'41.56"S 70°23'55.28"W (inicio) / 23°39'25.61"S 70°23'12.84"W (final)
La
avenida General José Antonio Sucre nació con la propia fundación de la
ciudad de Antofagasta, con apenas cuatro o cinco cuadras entre el
antiguo malecón del borde costero y la actual calle Carlos Condell,
pasando por el costado de la Plaza Colón. Puede observarse su aspecto
inicial en el plano de la entonces flamante ciudad elaborado por José
Santos Prada, en 1869. Cuatro años más tarde, tenía unas dos o tres
cuadras "oficiales" más hacia el Este. Hoy, sin embargo, Sucre se
extiende en línea recta desde la costanera hasta la falda del macizo
costero, mostrando un pequeño desvío de su trazado sólo en este último
punto, tras recorrer aproximadamente 1.8 kilómetros a lo ancho de la
ciudad.
El
nombre de la calle también nace con Antofagasta, homenajeando al
General Antonio José de Sucre y Alcalá, el ilustre prócer de las guerras
independentistas, Gran Mariscal de Ayacucho y enviado especial de don
Simón Bolívar al Alto Perú. Es quien consiguió que la Audiencia de
Charcas lograra desprenderse de los territorios del ex Virreinato del
Río de la Plata tras el Congreso de Chuquisaca el 9 de febrero de 1825 y
la Declaración de Independencia del 6 de agosto siguiente. A pesar de
ello y de que fuera también mandatario de la Bolivia independizada tras
el alejamiento de Bolívar desde el cargo, este último siguió siendo
considerado como Padre de la República y Jefe Supremo del Estado en la
historia formal del vecino país.
Es
una curiosidad que el Alto Perú, entonces, haya preferido bautizarse
Bolivia para lisonjear el orgullo de Bolívar, no a Sucre quien fue, en
la práctica, su verdadero agente independentista. De hecho, en los
inicios se llamó República de Bolívar, pasando después a ser
Bolivia bajo la filosofía que el Diputado de Potosí don Manuel Martín
Cruz explicó como: "Si de Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia".
Lo
más intrigante del asunto es que Bolívar no estuvo de acuerdo con la
independencia de Bolivia, pues consideraba que el futuro de la Audiencia
de Charcas debía estar bajo administración de la Argentina o de Perú, y
no en autonomía. Su malestar se lo hacía saber explícitamente a Sucre,
por carta enviada desde Arequipa durante los días de la misma gestión
independentista que éste llevaba adelante, el 15 de mayo de 1825,
advirtiendo que estaba "convencido de que nadie quedará conforme" con la
decisión de la Asamblea y hasta confesando que no se sentía "autorizado
a dictar ese decreto" de independencia, pero que lo haría "sólo la
fuerza de las circunstancias".
La
esquina norponiente de calle Sucre con Washington, con la Plaza Colón
de fondo, en 1887. Imagen publicada en "Episodios de la Vida Regional"
de Juan Floreal Recabarren Rojas.
Vista de una "atrincherada" calle Sucre desde el Malecón (Fuente: chiledel1900.blogspot.com).
Mas,
el general que consumó la Independencia de Bolivia se ganó, al menos,
el mérito de prestar su apellido a la ciudad de Sucre, la capital
constitucional del país altiplánico, aunque su nombre original había
sido cambiado en principio al ampuloso título de La Ilustre y Heroica Sucre.
Viendo frustrado el romántico sueño bolivariano de la Gran Colombia por
el expansionismo de Perú, los caudillismos y los crecientes
separatismos, y con la fantasía de una Confederación Americana haciendo
aguas por todos sus costados, el prodigioso Mariscal Sucre cae asesinado
en las Montañas de Barruecos, en Nariño, Colombia, por orden del
General José María Obando en 1830. Tenía sólo 35 años.
Así,
no es de extrañar que una calle de la recién fundada Antofagasta haya
sido bautizada, hacia 1968, también con el nombre y apellido de este
libertador venezolano. A diferencia de lo que sostiene la tendenciosa
versión "consensual" de la Wikipedia sobre la fundación boliviana
de la ciudad, sin mencionar -ni siquiera de pasada- su base en el
Tratado de Límites 1866 entre Chile y Bolivia (y partiendo en su lugar
sólo del decreto arbitrario de Santa Cruz para crearle un Departamento
Litoral a su patria), se recordará que el establecimiento de la ciudad
bajo administración el país altiplánico se sostenía de este mismo
acuerdo. En el tratado, Chile cedía sus derechos sobre el territorio que
eran discutidos por Bolivia, creándose el área en régimen de condominio
con ilusas miras a resolver así el conflicto que motivaba el acuerdo.
Por aquellas razones, Bolivia se veía en la necesidad de reforzar su presencia e
identidad sobre la flamante metrópoli, en consideración a que la
presencia altiplánica estaba reducida casi exclusivamente de orden
político, militar y policial. Algo parecido sucedió con la toponimia del
entonces minúsculo puerto de Tocopilla.
Dicho
de otro modo, cultural y materialmente, las ciudades atacameñas eran
chilenas desde su origen. El propio historiador boliviano Alcides
Arguedas confirmaba, pocos años después, que casi la totalidad de los
habitantes y trabajadores eran chilenos en Antofagasta: 93 %, en 1874,
contra un 2 % de bolivianos,
y el resto inmigrantes. Incluso el Salar del Carmen que dio origen a la
fundación de la ciudad sobre lo que antes había sido una pequeña caleta
llamada La Chimba, en la que estaba establecido el pionero Juan López,
había sido descubierto por los empresarios chilenos José Santos Ossa y
Francisco Puelma. Estos iniciaron las operaciones e informaron del hallazgo y crearon la Sociedad
Exploradora del Desierto de Atacama sólo después de firmado el acuerdo
de 1866, creándose los primeros campamentos
hacia fines de ese mismo año, llegando muchos chilenos que trabajaban en
las covaderas y otros aventureros desde más al Sur.
La gran explosión
demográfica vino, sin embargo, con el descubrimiento del mineral de
plata de Caracoles, cuando la naciente ciudad pasó vertiginosamente de
unos cuantos cientos de personas a casi 6 mil, hacia 1870.
Por
esta misma motivación de intentar reforzar adrede la pertenencia formal
de Antofagasta a la identidad boliviana (y que se anclaba prácticamente
sólo desde la cuerda del Tratado de 1866, como vimos), haciendo guiños
también a la Independencia de América, otras calles fueron siendo
bautizadas con nombres de próceres como Simón Bolívar y José de San
Martín, conservándose hasta ahora. La del costado norte de la plaza
central fue reservada para José Antonio Sucre.
Paradójicamente, sin
embargo, se recordará también que, a diferencia de Bolívar, el mariscal
Sucre no simpatizaba del todo con la idea de fundar un puerto boliviano en costas
atacameñas, como sucedió finalmente con el intento de Cobija, sino en
Arica. Otras calles con nombres de próceres de la originaria Antofagasta
fueron Andrés de Santa Cruz, hoy Condell, y José de La Mar, hoy Prat.
Mariscal José Antonio Sucre (1795-1830).
Imagen del Cuartel General de Bomberos y del Teatro Nacional, hacia 1920.
La
calle no era más que un sendero rocoso y rústico en sus primeros años.
El comerciante británico Jorge Hicks fue importante en ayudar al
mejoramiento y despedregado de la misma, luego de haber participado
también en el primer trazado de la ciudad de 1868 y poco antes de asumir
la administración de la Compañía Salitrera de Antofagasta. Alguna vez
estuvo por allí en la calle la Agencia de Vapores Sud Americana, frente a
la Plaza Colón, desde los albores de la Guerra del Pacífico. Vecina
suya fue la Casa Pianud y Cía., en la misma época y cuadra. En su primer
tramo, además, entre Balmaceda y Washington, estuvo el almacén del
señor Santos Cienfuegos, que después fuera ocupado por la Casa Döll y
Compañía, ligados a la industria salitrera.
Los
nombres de calles como Sucre y Bolívar se iban a mantener después de la
ocupación chilena de la ciudad y la reincorporación del territorio en
los inicios de la Guerra del Pacífico, al quebrarse y desahuciarse por
Bolivia el Tratado de 1874 (que había venido a reemplazar la madeja de
problemas y desacuerdos provocados por el anterior de 1866) y su
aspiración a resolver el conflicto bajo la condición resolutoria o modal
que no tardó en ser violada por la parte boliviana.
Ya
en los inicios del conflicto del 79, la calle fue punto importante de
circulación para las tropas chilenas que ocuparon la ciudad y
establecieron campamentos en la plaza, que a la sazón era poco más que
un feo peladero seco. Sucre y la actual Prat fueron atestadas de gente
curiosa ese 14 de febrero de 1879, cuando desembarcaron las fuerzas
chilenas y se establecieron en la plaza. Otros nombres de calles como La
Paz, Potosí, Cochabamba, Ayacucho, Junín o Carabobo irían siendo
reemplazados rápidamente por los de héroes chilenos del '79.
Sucre
también fue escenario ligado a un sucesos trágicos, como el incendio
iniciado en el mercadillo de La Recova de calle Latorre y que alcanzó al
templo en 1880; y después otro hecho tan violento como fue la Matanza
de la Plaza Colón de 1906, cuando obreros del Ferrocarril
Antofagasta-Bolivia fueron masacrados por fuerzas militares que se
habían colocado rodeándolos precisamente por las calles adyacentes. En
el caso de Sucre, se apostó parte del Regimiento "Esmeralda" apoyando a
las Guardias Blancas.
Por
su céntrica ubicación, entonces, la calle Sucre ha sido muy relevante
en la vida cívica de Antofagasta, pues además de concentrar parte
importante de los edificios históricos de la ciudad y pasar junto a la
Plaza Colón, en ella han tenido sede varios centros importantes de la
administración pública, notarías, teatros, clubes sociales, firmas e
instituciones varias. El Alcalde Pedro Álvarez Díaz trasladó hasta la
calle la casa municipal hacia los días del Primer Centenario, quedando
en la cuadra entre Angamos y Ossa. Y por esta arteria vivió también la
célebre alcaldesa de los años cincuenta doña Juanita Saavedra de
Galleguillos, fundadora del grupo folclórico "Margot Loyola" con sede en
su propia residencia, poniéndole música y caravanas coloridas a la
calle.
Vista actual hacia el Oriente. Atrás, destaca la torre del Cuartel de Bomberos.
Vista actual hacia el Poniente, por el lado de la Plaza Colón.
Homenajes emprotrados en la misma calle (imagen del año 2013).
La
cuadra del 200 y 300 destaca hasta ahora por sus centros de
administración regional. Más allá de la plaza fundacional, en el 433,
está el lugar del Teatro Municipal de Antofagasta, frente a cuyo terreno estuvo a principios del pasado siglo Caja
Nacional de Ahorros de Antofagasta y el famoso Hotel Colón, que tenía
fachada hacia la plaza.
El lado de la cuadra en donde está el teatro era
también el de una antigua botica que existió en los años de la guerra.
El 545 es del imponente edificio palaciego del Cuartel General de Bomberos,
junto al cual se encontraba Teatro Nacional con su desaparecida
elegancia neoclásica. Hoy están allí en la línea de enfrente los
Tribunales de Justicia. La siguiente cuadra era en el siglo XIX un gran
estacionamiento de coches posteriormente convertido en residencias, y en
la del 700 había entonces un paisaje más bien periférico o limítrofe.
Hoy impera allí el Hotel Rawaye, mientras que en el 869 está la célebre
amasandería y fábrica de empanadas "Capauca", cerca del Hotel Hostal y
la avenida Argentina.
No
sé si habrá sido algo de asombro para las autoridades bolivianas el
que, un siglo después de la fundación de Antofagasta, las calles Bolívar
y Sucre seguían conservando estos nombres. Como sea, el Instituto
Chileno-Boliviano de Cultura que funcionaba desde los años treinta,
decidió instalar en cada una de estas arterias una placa conmemorativa
para homenajear a los respectivos próceres, en los días del Gobierno de
Salvador Allende.
La
placa de bronce que corresponde a José Antonio Sucre, se encuentra
actualmente en la esquina sureste de Sucre con San Martín, y dice lo
siguiente, en dos párrafos separados por laureles y con fecha del
aniversario de la Independencia de Bolivia:
HOMENAJE DEL INSTITUTO
CHILENO-BOLIVIANO DE CULTURA
AL MARISCAL JOSÉ ANTONIO DE SUCRE
CHILENO-BOLIVIANO DE CULTURA
AL MARISCAL JOSÉ ANTONIO DE SUCRE
EJEMPLO DE LIBERACIÓN
DE NUESTRA AMÉRICA
ANTOF. 6 DE AGOSTO DE 1972
DE NUESTRA AMÉRICA
ANTOF. 6 DE AGOSTO DE 1972
Nuevamente,
sin embargo, las loas y saludos se hacían a una aspiración más que una
realidad, porque pocos años después sobrevino la ruptura post-fracaso de
los intentos de acuerdo de salida al mar iniciados en las reuniones de
Chañara, que entre otros efectos colaterales significó un aletargamiento
del Instituto Chileno-Boliviano de Cultura y luego un largo receso que
se interrumpiría sólo con un intento de refundación en la década del
noventa.
Afortunadamente,
las placas conmemorativas no cayeron heridas producto de las tensiones
diplomáticas ni de las rencillas que aún envenenan el mismo cielo de las
relaciones entre Chile y Bolivia, permaneciendo así la que recordaba,
aunque sea en su brevedad, a quién fue el insigne mariscal prestando su
apellido a tal arteria antofagastina.
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