SALVADOR ZURITA MELLA: EL "POETA DEL AUSTRO" Y PRIMER LITERATO LOCALISTA PUERTOMONTINO
Salvador Zurita Mella (1922-1952).
Salvo
en los círculos más intelectuales, pocos recuerdan ya el nombre de
Jesús Salvador Zurita Mella, primer escritor puertomontino con
publicación y enfoque localista, gracias a su poemario titulado "Rumores
del Austro". Si no fuera por el nombre de una calle en Alerce Alto,
quizás sonaría aún menos.
El
caso es que "Rumores del Austro" fue un hito histórico para la ciudad,
aquel año de 1948, iniciando una tradición de poetas y literatos que aún
conserva el impulso en Puerto Montt. Recién en 1997, sin embargo, el
libro fue reeditado por la Editorial Reloncaví.
De
no ser por las referencias biográficas, por algunas editoriales del
diario "El Llanquihue" y por las breves semblanzas publicadas por
algunos investigadores y cronistas como Archibaldo Toloza Paredes, Oscar
Meza Hernández, Edmundo Jonshon Fiedler, Arturo Goddar Bravo, Ingrid
Araneda y Wladimir Soto Cárcamo, también me estaría rascando la cabeza
al tiempo de preguntarme quién es este personaje de las letras
nacionales y cuál ha sido su real aporte, pues su grandeza no parece
reflejarse en la atención que le deben los medios.
Quizás, Zurita Mella sólo cayó en la condena de todos esos hombres fugaces y trágicos, reclamados por la muerte prematuramente.
Salvador
Zurita Mella nació Puerto Montt el 2 de noviembre de 1922, dentro de la
familia formada por el Cabo 2° de cuerpos policiales don Juan Andrés
Zurita Cea y su esposa Juana Mella Astete. Su padre falleció
trágicamente en junio de 1925, cuando siendo jefe de destacamento cayó
con su montura a las aguas correntosas del río Blanco, mientras las
cruzaba con sus hombres que regresaban de una captura de delincuentes
abigeos en el sector de Yate. Nunca más se supo de infortunado jefe
policial, golpeando dolorosamente a la familia con su ausencia.
El
infortunado hogar logra salir adelante gracias a tesón de sus miembros.
El niño Salvador entra a la Escuela Arriarán Barros y después al Liceo
de Hombres de Puerto Montt, donde estudiará hasta el tercer año de
humanidades. Se matricula en cursos comerciales anexos, titulándose como
contador general. Al mismo tiempo, incursiona en ilustración
publicitaria y diseño haciendo pequeñas piezas gráficas para los
escaparates de algunas tiendas y pizarras de cines, pero ya entonces va
descubriendo que lo suyo son las letras más que el dibujo o la pintura.
Por eso viajará a Santiago, para continuar sus estudios en el Instituto
Pedagógico Técnico.
Su
vida en la capital chilena fue un gran despertar de intereses y
posibilidades. "Los libros fueron un hechizo del que no podía escapar",
dice Soto Cárcamo. Visitaba asiduamente todas las bibliotecas
santiaguinas y se perdía por las viejas librerías de calle San Diego
comprando ejemplares. Así, de lector pasa rápidamente a escritor y
comienza a incursionar en la poesía. Su principal influencia parece
haber sido Pablo Neruda, algo que los expertos advertirán en sus versos y
simbologías.
Tras
su exitosa aventura en los estudios superiores, se titula de profesor
de castellano, literatura y taquigrafía. Su vocación social no demora en
aflorar: comienza a ejercer como profesor para habitantes de
poblaciones obreras y funcionarios de Carabineros de Chile, sin cobrar
un solo peso. También escribirá poemas y pequeños cuentos, algunos de
los cuales aparecerán después en la revista infantil "El Peneca" y la
famosa "Zig Zag", gacetas de entre las más importantes de su época.
Vuelve
a su ciudad natal, pero ya no es el mismo que salió de allí. La ciudad,
en cambio, es exactamente la misma, con o sin él... Y su impresión
inmediata de esto, quedará plasmada en las confesiones que publicó
después una revista y que trascribe una alumna del Liceo Comercial,
Verónica Vidal, para una nota homenaje del diario "El Llanquihue" de
1993:
Hace
horas que he regresado al pueblo y lo observo todo con ojos prestados;
¡ahí va el muchacho de la carretilla! Allí el abuelito con su saco de
papas a cuestas, todo igual que siempre. Los dejé hace muchos años y
ahora los encuentro en la misma faena, interpretando una misma pose para
una estatua al trabajo ¡pobres amigos míos! ¿Hasta cuándo los dejará
tranquilo ese demoroso escultor?
Luego,
comienza a hacer clases de castellano y redacción en el Instituto
Comercial (después llamado Liceo Comercial) destacando su esfuerzo por
motivar a los alumnos al deporte y a la ilustración personal,
organizando también reuniones de conversación en su residencia, en la
calle Huasco. Fue el autor del himno del mismo Instituto con su gran
amigo el Director de la Banda Instrumental del Regimiento "Sangra", don
Raúl Cristi Ormeño. Creó también la biblioteca del establecimiento, su
revista y su brigada de boy scouts, al tiempo que intentó sacar
adelante proyectos para unificar las mallas curriculares de los
institutos comerciales, para lo cual incluso viajó a Perú y Bolivia
revisando perspectivas.
Para
la difusión de las artes, el teatro y la literatura en la juventud,
funda el Ateneo Vicente Pérez Rosales. Además, se hace miembro de la
Cruz Roja y del Cuerpo de Bomberos.
Portada de la reedición de "Rumores del Austro".
La
antigua sede de la Biblioteca Pública "Salvador Zurita Mella", en
imagen publicada por "El Diario Austral" de 1992. Desapareció cuando se
creó la Biblioteca Regional.
Con el pseudónimo de Chalo y de Andrés Cea
(de seguro que este último en homenaje a su fallecido padre), Zurita
escribía sus columnas en el diario "El Llanquihue". Entrañable amigo del
ex Director del periódico, don Ewaldo Hohmann Jünemann, el escritor
vertía allí su amor por lo localista, su encanto con las manifestaciones
culturales y las tradiciones del pueblo, como se observa en este texto
de su autoría que aparece republicado por el mismo diario en 2007
(gracias a un aporte de un miembro del Club de Lectores), y que
originalmente figuró en sus páginas el 22 de septiembre de 1942:
EN ESTOS DÍAS DE SOL llegó septiembre… La efímera primavera chacotea en la cristalina charca del Reloncaví.
En
el muelle, paseo obligado del puerto, graciosas, finas, las elegantes,
las porteñitas pasan y pasan en risueños grupos o en parejita con la
simpatía.
Todas
son bellas! Los engominados jovencitos que se entretienen observando
las sutiles visiones de este desfile de trajes de faldas policromas, ya
se lo han preguntado mas de alguna vez, con sincero asombro: ¿Es que no
hay mujeres feas en esta cuidad o existe alguna ley que les prohíbe
aparecer en los paseos públicos?...
Me quedo meditando sobre este acostumbrado comentario y también les encuentro razón…pues este no es un piropo de primavera.
EL
DESFILE.- Es la mañana de nuestro Gran Día Nacional…las calles
centrales se desbordan de público. Himnos marciales invaden el ambiente,
haciendo vibrar los sentimientos de nuestra chilenidad.
En
ambas aceras, en el frontis de cada edificio se alinean innumerables
tricolores, buscando la perspectiva, en un desfile imaginario de
banderas que se pierden en la lejanía.
En las calles los más variados uniformes: soldados, scouts, todos en traje de parada.
¡Es el desfile que va a empezar!
Soldados
con toda la bizarría de nuestra raza, marchan ante esos miles de ojos
que satisfechos, pasan revista a los hombres en cuyas manos está la
defensa de nuestro suelo.
Luego
son los Rovers Scouts los que atraen la atención del público… con sus
pasos marciales, igual como lo haría cualquier soldado chileno, pasan
erguidos con todo el orgullo del muchacho que se siente patriota y
anhela servir a su patria…Así vimos a los Rovers…en esta cuidad que por
su actividad scoutiva dice ser una de las mejores de Chile…y ellos
demostraron ser los mejores.
LAS
RAMADAS.- Se dice que los tiempos cambian y, con sobrada razón .hasta
esos pedestales que parecían eternos vestigios de chilenidad, se han
derrumbado y, fue así como, con bastante sentimiento, vimos lo que
pasaba en nuestras ramadas, en la típica fonda festiva, en la cual
nuestro auténtico pueblo le hace la cruz a la miseria y abre cancha al
optimismo, sacando a relucir su alegría y derrochando gustoso sus
reducidos pesos.
En
ella ya no se ve al huaso que exhibe orgulloso su poncho multicolor,
tampoco vimos esos grandes “potrillos” de fresca chicha, con los que el
huaso y su “china linda”, toman aliento durante el alegre aro…aro, para
seguir con una nueva etapa de la alegre cueca chilena, con tamboreteos y
huifa, en donde la infaltable guitarra de anchas caderas, el arpa y la
bulliciosa “cuncuna”, el piano obligado de las ramadas chilenas eran
infaltables.
Todo
eso se ha ido… se fue con él un jirón del pasado… toda una época del
Chile alegre de antaño. Los grandes vasos de chicha, han sido
reemplazados por el “cola de mono” y la infinidad de tragos, productos
del modernismo barato que invade nuestro ambiente; nuestro baile
tradicional, la alegre cueca, ha sido desterrada, por el swing y el
jazz, que mostró su locura hasta en las ramadas.
Y
en este 18 que pasa, el pueblo de generaciones anteriores, melancólico y
triste sólo miraba esa loca juventud, añorando el baile que no podían
interpretar.
Estas
son las impresiones, del pasado 18 donde la bullanguera música de los
parlantes silenció los alegres y bien chilenos arpegios de las guitarras
y demás compañeras de fiesta de toda ramada netamente nuestra,
auténticamente criolla.
CHALO
Se
cuenta que sus columnas de los días domingo tituladas "Este Puerto
Montt...!" y "Los domingos de Andrés Cea" eran tan populares, que había
ocasiones en que el diario se agotaba temprano gracias al interés que
despertaba alguno de los temas que abordaba allí. En tanto, el alias Chalo lo usaba más para sus crónicas relacionadas con deporte y recreación.
El
amor por la cultura y el conocimiento hacen al joven profesional muy
popular en la ciudad, alcanzando al público en el rango de edad de sus
alumnos. Aunque es un marido ejemplar, las jovencitas lo veían como un
ideal de inteligencia y se obnubilan con su sola presencia, mientras que
su prestigio personal es cada vez mayor. A pesar de su carácter
tranquilo, tampoco pierde la audacia, y así realiza en el Instituto
Comercial las dos giras de estudios más grandes que se hayan dirigido
hasta entonces: una al Norte de Chile en 1947, que llega hasta Bolivia, y
otra de 1950 que arriba en Buenos Aires, Argentina.
Crecen
sus compromisos y actividades: participa en comités organizadores de
encuentros y festejos, y colabora en la fundación de clubes deportivos
vinculados al pin-pon, fútbol y básquetbol. Amante de los deportes
náuticos, es patrón de algunos yates y se ha hecho una embarcación en su
taller industrial "Cuatro Colinas", bautizándola "La Pincoya". Su sueño
era la creación de una gran universidad local, en la Isla Tenglo o
Pelluco, para lo cual viajó reiteradas veces a Santiago y gastando de su
propio peculio, intentando dar cimientos a esta idea.
Zurita
Mella siempre se codeaba con viejas amistades de la talla de Alberto
Ebensperger, Alberto Orellana, Eugenio Fernández, Gerónimo Casanova,
Omar Orellana, Francisco Sepúlveda o Rosamel Muñoz. A pesar de ello, es
un hombre sencillo y quitado de bulla, que no hace ostentación de sus
virtudes.
Zurita
sabía del vacío literario en que se hallaba Puerto Montt, a causa del
centralismo cultural. Quizás por eso bautizó su Ateneo con el nombre de
Pérez Rosales, aludiendo también al valor de este personaje no sólo en
el surgimiento de la ciudad, sino en la aparición misma de Puerto Montt
en la literatura. No es de extrañar, entonces, que su visión localista
se esforzara por producir y publicar allí su poemario "Rumores de
Austro", viendo consumada su aspiración en 1948, bajo sello de la
Editorial Reloncaví.
Este
poemario no es el primer libro ni el único que alcanzara a publicar,
como algunos creen: ese mismo año de 1948, había lanzado un pequeño
folleto titulado "Ateneo", como lo hace notar don César A. Sánchez, y
cuyos ejemplares son casi imposibles de conocer en la actualidad.
La
geografía, el paisaje y la identidad provincial se han apoderado de su
pluma y de sus versos, apasionándose en "Rumores del Austro". Uno de sus
más difundidos poemas, dedicado al artista y coterráneo Hardy Wistuba
bajo el título "Muelle de mi pueblo", reflejaba perfectamente el cariz
que identificaría su estilo:
Una calleja del puerto
se escapó para el océano,
y quiere atrapar la luna
con su brazo anquilosado.
se escapó para el océano,
y quiere atrapar la luna
con su brazo anquilosado.
En tardes cuando el sol
quema brasas en el mar,
van los mozos y las mozas
a decirse tantas cosas
al romántico balcón.
quema brasas en el mar,
van los mozos y las mozas
a decirse tantas cosas
al romántico balcón.
En las noches silenciosas,
el océano a su vera.
como un viejo rezongón,
dilatando tristezas
en un líquido acordeón.
el océano a su vera.
como un viejo rezongón,
dilatando tristezas
en un líquido acordeón.
Puente trunco del ensueño,
barco anclado de ilusión,
en los nocturnos llorosos
el aparejo del agua
con el viento a prisa ondea
bajo el negro manto austral.
barco anclado de ilusión,
en los nocturnos llorosos
el aparejo del agua
con el viento a prisa ondea
bajo el negro manto austral.
Y cuando el nuboso cielo,
apaga su faro grande,
se aleja todo del Puerto:
¡…Sólo mi alma marinera
con sus lejanas nostalgias,
junto al cordaje del agua,
te queda acompañado…!
apaga su faro grande,
se aleja todo del Puerto:
¡…Sólo mi alma marinera
con sus lejanas nostalgias,
junto al cordaje del agua,
te queda acompañado…!
Combinando
lo objetivo con lo abstracto y surrealista, Zurita pasaría por un
virtual redescubrimiento de su ciudad a través de la poesía que ésta le
inspira, y que prometían el inicio de una destacada nueva figura de la
literatura chilena, que dedicaba su "Brindis" a la amada ciudad... Y en
su "Confidencias", revelará aspectos más íntimos dedicados a su madre
doña Juanita:
Lejos de ti, madre, quienes no te conocen,
me preguntan el porqué de mi tristeza,
el porqué de mi silenciosa mirada,
el porqué de esos labios mudos, herméticos,
que guardan tantos recónditos pesares...
me preguntan el porqué de mi tristeza,
el porqué de mi silenciosa mirada,
el porqué de esos labios mudos, herméticos,
que guardan tantos recónditos pesares...
¡Y no adivinan, madre, el porqué de mi tristeza..!
Madre, mi guitarra rota perdida, abandonada,
tiene las estremecidas cuerdas de su alma,
y cerca o lejos de ti, eternamente leo,
en el muy rugoso pentagrama de su frente,
hondas, profundas y tristes sinfonías...
Madre, mi guitarra rota perdida, abandonada,
tiene las estremecidas cuerdas de su alma,
y cerca o lejos de ti, eternamente leo,
en el muy rugoso pentagrama de su frente,
hondas, profundas y tristes sinfonías...
He visto, madre, cómo en las noches
de mi Sino,
en tu corazón se abrían siete heridas.
He visto, también, madre, florecer en ti
las rosas blancas,
en los días de sol que me acompañan.
¡Oh, el dúo eterno de nuestras almas,
que al unísono, cantan sus dolores...!
de mi Sino,
en tu corazón se abrían siete heridas.
He visto, también, madre, florecer en ti
las rosas blancas,
en los días de sol que me acompañan.
¡Oh, el dúo eterno de nuestras almas,
que al unísono, cantan sus dolores...!
Yo soy triste, madre, siempre triste
porque te he visto, eternas noches triste...
porque te he visto, eternas noches triste...
El
"poeta del Austro" nunca dejará ese amor fecundo por su tierra...
Irrenunciable, inspirador y motivador, siempre derramado en sus versos
casi como condición creativa.
Cuatro verdes colinas rodearon mi vida
Melipulli del Sur
el de mi infancia incierta
el de las pintorescas colecciones de cielo
el de los días grises
el de las fiestas de sol...
Melipulli del Sur
el de mi infancia incierta
el de las pintorescas colecciones de cielo
el de los días grises
el de las fiestas de sol...
Paseador
asiduo de la caleta Angelmó, su prosa también era retrato de la
fascinación profunda con el terruño, como se ve en este fragmento de su
bella crónica "Mujeres chilotas":
Las
he visto en sus embarcaciones pulsar con extraordinaria soltura los
toscos remos, mientras sus músculos se contraen y estiran con el ritmo
más isócrono. Bogan horas y horas, con marea a favor o en contra, sin
que el cansancio menoscabe sus fornidas contexturas.
En
medio del océano que se encabrita y del viento que enronquece los
ámbitos, estas vírgenes del mar continúan impertérritas y silenciosas,
mientras la débil embarcación baila la más macabra de las danzas, frente
a este dilatado telón de amargura.
Cuando
llegan a Puerto Montt con sus botes cargados de legumbres, cochayuyo,
luche, carbón vegetal, mariscos o pescados, saltan ágilmente y
arremangándose sus largos vestidos hasta dejar descubierto unas terrosas
y fornidas pantorrillas, hunden sus pies en las frías aguas. Es el
momento de sacar el bote a tierra. Silenciosas, en medio de
entrecortados monosílabos empujan su embarcación.
Sorprende
la mudez de aquellas vendedoras de las lanchas. Cualquiera diría que
van a pregonar su mercancía, pero no hacen otra cosa que esperar
recostadas sobre el carbón vegetal, envueltas en sus chales
multicolores. Si alguien le pregunta por algún artículo, responderán con
su hablar desmayado, exento de todo calor.
La
gente se acerca a las negras barcazas que como cansados cetáceos se
acuestan en las playas de Angelmó. En sus anchas panzas unos pescados
cual platería, parecen relucir al sol de la mañana, para atraer a los
compradores.
Nota
del diario "El Llanquihue" anunciando los actos conmemorativos del 2 de
noviembre de 1993, en la Biblioteca Regional de Puerto Montt.
Sede
de la Biblioteca Regional de los Lagos, en Puerto Montt (Quillota 113).
Fue la que asimiló a la Biblioteca Salvador Zurita en la ciudad. Fuente
imagen: Google Street View.
Autores
como Toloza Paredes mencionan la seguidilla de proyectos en que se
hallaba entonces y que quedarían inconclusos: "Vida y obra de Vicente
Pérez Rosales", "Fundación de Puerto Montt", "Reloncaví, historia de un
golfo legendario", "Veranito de San Juan" y "Angelmó y la profesora".
Un
día de aquellos, regresó a su hogar con un grave malestar, que obligó a
sus familiares a hospitalizarlo esa misma noche, siendo operado de
urgencia. A los cinco días fue dado de alta, pero la verdad es que su
organismo jamás se recuperó: un súbito ataque cardiaco le arrebató la
vida el 10 de mayo de 1952, cayendo muerto en la entrada de su propia
casa.
Una
de las luces más promisorias de la historia literaria del Sur de Chile
se apagaba, así, de manera fulminante e inusitada, frustrando al
destino. 29 años tenía, recién.
Fue
sepultado en el Cementerio General de Puerto Montt, en una tumba que
está inspirada en la que tiene el poeta nicaragüense Rubén Darío. Se la
distingue por el niño ángel erguido junto a la cripta, y algunos de sus
admiradores se acercaban a este sitio a rendir homenaje a la truncada
joya literaria del Llanquihue. Sobre su lápida están los versos del
poema suyo "Al partir", firmado por sus amigos: "Mi alma canta ante el abismo de tu lejanía y el sur está llorando porque no estás conmigo..."
Años
después, en 1981, Lucía Alvarado Díaz escribía en el "Boletín de la
Corporación Cultural de Puerto Montt" estas sentidas palabras de tributo
a su recuerdo: "Lo que él deseaba era escribir, luchar por el
deporte, por el progreso, por corregir nuestros pequeños y grandes
defectos criollos". Toloza paredes diría, por suparte: "Seguramente su
nombre no es muy conocido, porque el tiempo mismo se encarga a veces de
dejarlo en la distancia", mientras que el columnista Jerjes Olavarría
Gallardo lo declaró parte del "Ateneo de los Poetas Muertos".
Aunque
Puerto Montt ha hecho loables esfuerzos por recordar a Zurita, la
sombra amenazante del olvido siempre ha rondado. El centralismo, que
aquello que ignora lo aplasta, también ha hecho su parte.
Pocos
saben ya, por ejemplo, que es su nombre era el que llevó la Biblioteca
Pública N° 48 de la ciudad, por Decreto N° 54 exento de Ministerio de
Educación, del 23 de marzo de 1988. Por desgracia, en la práctica el uso
del nombre se perdió el año 1992, cuando la institución fue convertida
en la Biblioteca Regional.
El
2 de noviembre de 1993, en el marco de las celebraciones número 71° del
natalicio de Salvador Zurita Mella, en la misma Biblioteca Regional de
Los Lagos se realizó un acto conmemorativo dirigido por el poeta y
profesor Nelson Navarro Cendoya, con la presencia de otros intelectuales
como los profesores de historia Juan Carlos Velásquez Torres y César
Sánchez Vera, además de la participación de la Sociedad Histórica
"Melipulli" (que ha recopilado gran parte del trabajo del autor) y de la
Orquesta Instrumental de la Escuela N° 7. Poco después, la hermana del
poeta, doña María Elena Zurita, agradecía en nombre de la familia y
públicamente todos los homenajes rendidos en aquella ocasión.
Mientras la ciudad duerme,
él, muellemente acuesta
sus florecientes canas
y su rugosa frente...
él, muellemente acuesta
sus florecientes canas
y su rugosa frente...
Para
el 2 de noviembre de 1997, otra vez en el aniversario de su nacimiento,
la Fundación Monte Verde reeditó y publicó los "Rumores del Austro",
con la Editorial Reloncaví. De alguna manera, este esfuerzo ha permitido
reponer parte del interés por la memoria del poeta al que tanto le debe
Puerto Montt.
Unos
años después, en septiembre de 2005, un colectivo dirigido por Mario
Cárdenas, inició una intervención de la ciudad colocando 45 paneles con
poemas de distintos autores nacionales y extranjeros, en un proyecto
titulado "Poesía en Tránsito". El sábado 3 fue colocado el panel
inaugural, frente al Edificio Consistorial de Puerto Montt, eligiéndose
con justicia los versos de Salvador Zurita para esta puesta en marcha.
Mensaje recuperado desde la primera publicación de este artículo:
ResponderEliminarUnknown13 de noviembre de 2020, 20:16
La primera edición de Rumores del Austro estaba en la casa de mi papá, que también nació en 1922 y que acaba de fallecer a los 98 años. Lo leí siendo adolescente y por eso, y además porque fue amigo de mi padre, conocí a este poeta hoy olvidado. Es posible que gran parte de la historia de la poesía chilena esté sepultada en el olvido. Darío Oses. 13 de noviembre de 2020