LA RECOVA: MÁS DE DOS SIGLOS DEL COLORIDO MERCADO MUNICIPAL DE LA SERENA
Coordenadas: 29°54'5.80"S 71°14'46.43"W
El
alguna vez llamado Centro Comercial Plaza de Abasto de La Recova, más
conocido simplemente como La Recova de La Serena, es uno de los mercados
más visitados del país en esta época veraniega, especialmente desde los
años ochenta, cuando la ciudad de los campanarios y de las incursiones
piratas potenció sus atractivos turísticos y pudo disponer de sus
actuales instalaciones.
La
Recova ocupa un interesante edificio de aspecto neocolonial y planta en
forma parecida a un trapecio, con entrada principal por calle
Cienfuegos, antecedida por la explanada que hoy usa la feria artesanal y
donde se realizan ciertas presentaciones de orfeones, cuequeros, bandas lakitas
y bailes folclóricos. La parte trasera del edificio con los
estacionamientos, se halla por Rengifo frente a Vicente Zorrilla, calle
famosa por sus antiguos clubes nocturnos y desaparecidos lupanares como
el Savoy y Las Motores. Al norte, está el Pasaje Peatonal La Recova; y al sur, la calle Cantournet con el hermoso Templo de San Agustín.
A
La Recova se le intentó llamar oficialmente como el Mercado Municipal
de La Serena, pero el nombre histórico estaba demasiado instituido y
posicionado en la sociedad coquimbana y acaso en todo Chile, pues aunque
han existido varios mercados a lo largo del país con tal denominación
de recova, la primera que brilla en la cabeza es la de esta ciudad colonial, cuando escuchamos el término.
Creo
que es un buen momento para publicar algo de La Recova de La Serena, mi
lugar de llegada y de partida en tantos viajes por la región, pues ha
estado con algunos aniversarios encima en este período: el año pasado
cumplieron 170 años desde la construcción de su primer edificio y de la
promulgación de su primer reglamento, y en este año 2015 se celebrarán
los 220 años de la fundación de la comunidad que inició las actividades
del mercado ya en los últimos años de la Colonia, además de los 50 años
desde el incendio que destruyó sus antiguas instalaciones y 40 del
terremoto que terminó de condenar al edificio en ruinas, posteriormente
reemplazado por el actual establecimiento.
Entrada principal y explanada, con la fuente habilitada hace unos años.
Pasaje de La Recova visto hacia el poniente. Se remonta a los orígenes del mercado.
Antes
de nacer el mercado de La Recova propiamente dicho, existió una feria
de abastos que el Cabildo de La Serena ordenó implementar en 1698 en la
Plaza del Rey, posterior Plaza de Armas de la ciudad, concentrando a los
comerciantes en un intento por darle orden a la venta de productos
básicos de la canasta popular. Sin embargo, desde el inicio muchos
mercaderes estuvieron poco dispuestos a acatar el bando, haciendo toda
clase de malabares para eludir la ley.
A
pesar de esta porfía de los vendedores coloniales, el Cabildo emitió
una nueva disposición legal en 1758, exigiendo esta vez que todos los
comerciantes de alimentos como carne, pescado, pan y otros parecidos, se
reunieran en un mismo sitio a ofrecer sus productos. La exigencia se
cumplió pero también con dificultades para obligar su acatamiento.
La
necesidad de concentrar en un espacio especialmente dispuesto a todos
estos comerciantes, entonces, sería lo que motivó la idea de habilitar
un sector de la ciudad para esta clase de comercio, destinándose
imperativamente para tales efectos un terreno situado en la conjunción
de las actuales calles Rengifo y Cartournet, correspondiente a una plaza
dura donde se hacían ceremonias y festividades religiosas por los
sacerdotes serenenses. Así iba a nacer la feria de La Recova y su
posterior edificio sede.
Sobre
el nombre dado al mercado, hay algunos errores popularizados. Una
información muy difundida en internet y en guías turísticas -casi hasta
el hastío- asegura que el edificio actual se llama La Recova "por estar
rodeado de arquerías, siguiendo los cánones coloniales de la época de su
primera construcción",
frase que se repite textualmente en casi todos los casos. Sin embargo,
confirmaremos que ya antes de nacer se hablaba del mercado en proyecto
como la plaza de abastos o recova, incluso al momento de
darse por fundada la comunidad de comerciantes del mismo nombre y que se
concentrarían en este centro de La Serena, en 1795, por disposición del
Cabildo.
En
rigor, sucede que una recova era cierto tipo de mercado rústico donde
se vendían gallinas y huevos, pero que por extensión quedó convertido en
sinónimo de los que también se llamaban mercados o ferias de abastos
para la adquisición de productos agrícolas, vituallas y artículos
básicos, especialmente entre las clases populares de la sociedad
criolla. Equivalen así al llamado triánguez, tianguis o tiangues de
las ciudades de la temprana Colonia, heredados desde el comercio
prehispánico, y que después se convertirán en los mercados centrales de
cada urbe.
A
pesar de las buenas entradas de dinero que esta agrupación de
mercaderes dejaba al erario municipal, veremos también que tardó muchos
años en poder cambiar su feria de sencillos tendales y ramadas por un
edificio sólido y espacioso.
La Recova señalada en el plano de La Serena de Nicanor Boloña, 1896.
Manuel
Concha es quien más datos aporta sobre el origen de La Recova a partir
de la señalada necesidad de habilitar un espacio a la feria, en su
"Crónica de La Serena desde su fundación hasta nuestros días,
1549-1870", de 1871. Observa allí que El Cabildo de La Serena había
manifestado en sesión del 6 de febrero de 1795, la intención de
construir establecimientos para un mercado. Decía el acta respectiva a
esa fecha:
Que
respecto a estar puesto en planta en la capital del reino y en otras
ciudades la recova o plaza de abastos en donde diariamente se veden los
víveres de carne, pescado, etc., y que cada vendedor paga un tanto a
beneficio de la ciudad, y sólo aquí no se ha hecho esto mismo establece a
causa de no haberse erigido la carnicería, que desde luego se ponga en
planta este ramo, formándose para ello unas piezas provisionales, así
mismo que respecto a que anualmente está en corriente la festividad de
nuestro patrono San Bartolomé, en cuyo día hace algunas diversiones
públicas, que desde luego se remate la plaza a imitación de la Capital.
Nacía
ese año, así, el mercado municipal de La Serena y, dos días después,
por acuerdo del 8 de febrero, el Maestre de Campo don Francisco Antonio
de la Loza, alcalde de segundo voto, era designado para la edificación
de las instalaciones del conjunto, estableciéndose en el acta
correspondiente:
Y
para que pueda dar principio a la construcción de la carnicería
provisional, y conclusión de la real cárcel, como de primera atención,
se le entreguen de costado los ciento cuarenta pesos dos y medio reales
que ha dado por existentes, de sus cuentas, el procurador que acaba de
ser, don José Pérez de la Mata.
Con
este mismo interés, el 21 de abril de 1795, el Gobernador Ambrosio
O'Higgins escribiría el siguiente mensaje al Subdelegado de la Serena:
El
útil establecimiento de recova se establecerá cuanto antes fabricándose
de firme y espaciosa y cómoda, con consideración a lo que puede crecer
el expendio de los abastos, formándose previamente, para lo que hayan de
contribuir los vendedores de cada especie, un arancel equitativo, pero
proporcionado para que rinda suficiente importancia; en cuyos términos
si no hubiese fondos de propios bastantes para costear esta obra, se
podrá poner en remate cediendo a cualesquiera que se obligue a
fabricarla sus aprovechamientos por el tiempo que se estipulare,
procurándose en todo el mayor beneficio del público, de cuyas resultas
dará Ud. cuenta a esta Superioridad para la aprobación...
Concha
completa esta información aseverando que está "fuera de duda que la
carnicería pública se llevó a efecto", concluyendo esto porque el
Marqués de Avilés, el día 23 de noviembre de 1796, notifica al
subdelegado lo siguiente:
Está
bien que halla verificado Ud. el establecimiento y arancel de la recova
de esta ciudad, con cuyo producto ha dotado un alguacil.
Vista
del antiguo edificio del Mercado de La Recova desde calle Zorrilla
hacia Rengifo, con uno de los accesos visibles, atrás de la cuadra. En
el empalme de las calles mencionadas se observa el abrevadero de
caballos. Imagen publicada hacia los años 40.
Sin
embargo, iban a pasar algunos años más antes de que la necesidad de
levantar el edificio del mercado viera el inicio de estos trabajos.
Recuerda
Concha que ya había costado mucho trabajo al Cabildo hacer que los
pescadores, carniceros "y otros especuladores de mantenimiento"
se allanaran a comerciar sus productos y artículos en la plaza de La
Serena, y que como siempre burlaron estas obligaciones, según quedó
registrado en el acta del 19 de mayo de 1810, las autoridades decidieron
concentrarlos en el definitivo recinto que estaba pendiente construir y
cuya ausencia perturbaba el normal abastecimiento, según señala el
autor:
Así
pues, continuando la misma costumbre y el mismo abuso, la municipalidad
determinó la construcción de una Plaza de Abastos, asignando a la
persona que quisiera encargarse de su construcción la cantidad de 2.500 a
3.000 pesos, bajo las siguientes condiciones: que el contratista gozara
de su producto durante diez años, pagando a la municipalidad 100 pesos
anuales; quedando, después de este tiempo, el edificio a beneficio de la
ciudad, obligándose además el cabildo a ayudar, al especulador, en lo
que buenamente pudiera.
Los
encargados de construir el edificio del mercado por tanto tiempo
pendiente ya, fueron don Gregorio Cordovez y don Pablo Garriga,
aceptando las condiciones descritas. El lugar asignado era el mismo ya
descrito y que Concha reseña de la siguiente manera:
Hasta
el año 1819 el lugar que hoy ocupa este mercado hacía parte de una
plaza, por la que los jesuitas y después los padres agustinos, hicieron
circular, con gran contentamiento y edificación del pueblo, sus
frecuentes y repetidas procesiones, pues las tenían hasta por la noche
como la de ánimas, y quemaban fuegos artificiales, que en ese tiempo era
el único entretenimiento público.
Sin
embargo, los problemas continuaron, en una combinación de hechos
relacionados con el período de la lucha por la Independencia y después
por la aparente mala fe de los encargados de la ejecución de las obras.
El
edificio antiguo de La Recova, atrás, y el abrevadero de los caballos.
Al fondo, por encima del techo del mercado, se alcanza a ver el chapitel
de la Iglesia de San Agustín.
Tras
revisar las actas de los cabildantes fechadas el 3 de diciembre de
1821, el 12 de septiembre de 1839 y el 10 de enero de 1843, Concha
verifica el sorprendente y casi delirante retraso que tuvieron las obras
en todo este largo, larguísimo período de espera por la construcción
del mercado, hasta que por fin fue terminado:
Pero
no debieron tomar sobrado empeño en dar cumplimiento a lo que
voluntariamente se habían comprometido, porque a fines de 1821, la
municipalidad amonestó enérgicamente a los ya nombrados constructores, y
además a don Pedro Juan Osorio, que sin duda se había asociado a la
especulación, para que continuaran el trabajo, porque "las maderas a la
intemperie sufren menoscabo".
Parece
que toda la obra pública estaba condenada a sufrir larga demora hasta
llegar al ansiado término de su conclusión, por causas que no es difícil
comprender y que nosotros no queremos manifestar por no pertenecer al
objeto que nos hemos propuesto de meros cronistas; porque en 1839, es
decir, veinte años después, la municipalidad en atención a que no está
acabado el edificio, en la parte que comprende el sitio rematado por don
Tadeo Cortés, mandó que le notificase dándole de término 2hasta el mes
de mayo venidero" (1840).
El 10 de enero de 1843, aún no estaba concluida la parte del edificio que mira al Sur.
Un
año después, es decir el 27 de mayo de 1844, se hizo publicar por bando
el reglamento de la recova, lo que prueba que por fin se había
concluido.
Habíase empleado hasta su conclusión, veinte y cinco años.
En
"Ensayos biográficos" de Miguel Luis Amunátegui, y después en "José
Joaquín Vallejo, 1811-1858" de Raúl Silva Castro, se reproducen los
siguientes comentarios del gran escritor y periodista Vallejo, más
conocido por su pseudónimo Jotabeche, cuando observa el estado del
edificio del mercado municipal serenense en 1843, al regresar a la
ciudad de su infancia:
Sigo
adelante; una iglesia hay al frente: ¡San Agustín! y a su lado la
Recova; la he reconocido sin titubear; se halla a medio concluir como la
dejé hace catorce años, ni un adobe más ni un miasma menos. ¡Qué cosa
tan estable!
Los
comentarios de Jotabeche inducen a entender que la etapa final de las
tan retrasadas obras, fueron concluidas después de su descrita mirada;
es decir, recién en el último año de 1843 a 1844 antes de ser entregado
el edificio, probablemente por un ultimátum o una intervención de
emergencia, casi 50 años después de que el Cabildo comenzara a
manifestar su intención de contar con este recinto en la ciudad.
Fotografía del diario "El Día" mostrando el incendio de 1965.
Así quedaron los locales destruidos por el fuego, en foto de "El Día".
Aparentemente
-y como si la espera hubiese sido poca-, hubo una remodelación
importante del mercado hacia 1870 o antes, como puede deducirse de esta
nota a pie de página donde Concha dice -ya en su época- sobre la
referida conclusión de las obras:
Es
decir hasta llegar el edificio al estado en que se encontró cuando se
demolió para construir el que se ha principiado, y que Dios mediante,
como van las cosas, no veremos concluido.
El
aspecto del mercado que llega al siglo siguiente habría sido el de este
período, entonces, lo que explicaría los detalles más neoclásicos del
edificio decimonónico que albergó por tantos años a La Recova, ya que
este estilo es más propio en Chile a partir de la segunda mitad de su
centuria. De un piso amurallado con adobe y con patio interior de
pabellón de madera, su exterior tenía cuatro entradas principales con
arco y frontón, escoltadas por un par de pilastras a cada lado, más
portones menores alineados y también con un gablete superior sobre la
ubicación de cada dintel. En las fotografías se observa que todo el
contorno superior rodeaba la cornisa con una banda o carcasa de madera,
frecuente en los edificios bajos del siglo.
Por
su costado Norte del predio, el Pasaje de la Recova ya era llamado así
desde el siglo XIX cuando correspondía a un mero callejón que continuaba
por la actual calle Zorrilla hacia el oriente. Esta vieja Calle de la Recova donde está el pasaje, fue prolongada hacia 1875 al unírsela con la Calle de Salas, para lo cual debieron realizarse expropiaciones en los terrenos de los vecinos.
Una
segunda remodelación del edificio debió ejecutarse entre los años 1926 y
1930, a causa del deterioro causado por el peso de los años y la huella
de grandes temblores. Sin embargo, en 1956 fue necesario que la
alcaldesa Flor Ramírez le inyectara parte de los fondos obtenidos del
superávit del año anterior para poder mejorarlo, porque otra vez estaba
en estado decadente.
Un
folklórico calor popular reinaba dentro de este lugar en sus buenos
años. En la recopilación de Ricardo Antonio Latcham titulada "Antología:
crónica de varia lección" de 1965, dice el autor recordando el aspecto
de general del ambiente clásico que había existido en este edificio:
La
Recova de La Serena ostenta el sello de los mercados peruanos y de los
árabes, con su penumbra deliciosa, su abigarrada exhibición de productos
y la vivísima explosión frutal. Los caballeros antiguos, de los
Dieciochos, trillaban el piso y bailaban con las famosas mujeres de doña
Pancha Catorce y de la Teresa Norambuena, a quien punzó el ingenio
satírico del cronista don Manuel Concha. Brotaban los sones del cuando,
del San Martín, de la sajuliana y de la zambacueca, mientras las niñas
cantoras entonaban esta copla:
Tienes una cinturita
que anoche te la medí,
con una vara de cinta,
catorce vueltas te di.
que anoche te la medí,
con una vara de cinta,
catorce vueltas te di.
Viva
esencia coquimbana, hoy desvanecida como el fulgor de los hornillos del
Brillador, como el eco melodioso de las consejas y como el zumo
primerizo de los vinos de Samo Alto.
Para
dar agua a los muchos caballos y mulas que llegaban con las carretas y
los arrieros, se habilitó una pila por el lado de Rengifo, la que estuvo
hasta avanzado el siglo XX situada allí frente a la actual calle
Zorrilla. En fotografías de los años 50, se observa en este abrevadero
un mensaje pintado celebrando los 400 años de la fundación de la ciudad
(1542-1944). Y parecería también que este lado trasero era de mayor
actividad, a diferencia de lo que sucede ahora, siendo conocidos en su
época los locales comerciales del propio edificio y otros del entorno
inmediato, como la tienda de abarrotes de los Olivares y el almacén
Papic en la esquina de Zorrilla.
El actual edificio, inaugurado a principios de los años 80. Entrada principal.
Vista del edificio actual por el lado de Rengifo con Cantournet.
El
sector de La Recova o Mercado Municipal era, estética y culturalmente
hablando, de un típico barrio de mercados, no exactamente atractivo al
concepto turístico de entonces pero sí funcional y urbanísticamente muy
interesante para la identidad de la metrópoli, con un gran comercio que
no se restringía sólo al edificio principal, sino también a los del
vecindario, como suele suceder con las viejas plazas de abastos.
Sin
embargo, todo este encanto comenzó a morir con un incendio declarado la
noche del sábado 4 de septiembre de 1965, pasadas las 23 horas, ocasión
en la que se quemaron varios locales del edificio histórico. Así
informaba el diario local "El Día", a las pocas horas después, el
domingo 5:
El
fuego destruyó totalmente un almacén de abarrotes, el Restaurante
Escolar, una frutería y tres negocios menores. Las llamas amenazaban
extenderse a todo el inmueble cuando entraron en acción los bomberos.
Propietarios de los establecimientos en peligro de ser alcanzados por el
incendio procedieron a sacar algunas de las mercaderías. El fuego
apareció en el almacén ubicado en Cantournet con Rengifo. Numeroso
público curioso llegó hasta el lugar del suceso.
A
la vista saltó de inmediato la necesidad de reconstruir el edificio,
pues el daño fue enorme, con estimación inicial de unos 200 millones de
pesos en pérdidas. El más afectado en el siniestro resultó ser el
comerciante Diógenes Cayo, quien prácticamente nada salvó de su
mercadería ni de las instalaciones de su negocio. Autoridades como el
alcalde José Morales Adriazola y los regidores, además del Director
Regional de Educación Tomás Larraguibel, se presentaron rápidamente en
el lugar, constatando la dantesca escena de destrucción.
Desde
entonces, el edificio siguió funcionando parcialmente, pues se postergó
la posibilidad de construir uno nuevo permaneciendo arruinado por
varios años más y volviéndose así un sitio peligroso, además de refugio
de mendigos. En su obra "La Serena que yo veo y siento: evocaciones y
recuerdos", Hugo Thenoux Moure cuenta, en 1987, algo sobre un curioso
personaje que vivía en la indigencia entre las ruinas de La Recova,
durante este oscuro período del edificio:
Cipriano
se había constituido en un personaje popular de la ciudad. Su hábitat
eran los murallones semi-destruidos del edificio de la Recova en La
Serena. Su figura encorvada, su raída vestimenta, los zapatos rotos que
debieron ser sandalias en un tiempo, eran característicos, además de ese
hedor peculiar a ropa puesta día y noche largamente. Tal vez para
amortiguar el frío y como utensilio de trabajo cargaba un saco al
hombro, como recolector de desperdicies y de almohada en las frías
noches.
Su
compañero era un fiel perro que él denominaba 'Negro' debido al color
de su pelaje. Un animal enjuto, con la cola perdida en sus extremidades
posteriores y de costillas desmembradas. Perfecto complemento entre
hombre y animal.
Sin
embargo, en la espera para que el arruinado edificio fuese demolido y
reemplazado por un mercado más moderno, la región fue azotada por el
violento terremoto de Coquimbo del 13 de mayo de 1975, que terminó de
inutilizar al antiguo inmueble comercial. Si bien el exterior que aún
permanecía en pie pudo resistir, al interior la destrucción y los daños
estructurales fueron graves, poniendo fin a la primera y larga etapa de
la historia de La Recova de La Serena.
Vista del patio interior, lado oriente.
El segundo patio del recinto, lado poniente.
Pasillos del segundo piso, lado del pasaje peatonal, en sector de restaurantes.
Con
los comerciantes del destruido edificio incómodamente concentrados en
un galpón del sector de las calles Cienfuegos con Gregorio Cordovez
(frente al Museo Arqueológico, en donde ahora se encuentra un centro
comercial con supermercado), La Serena clamaba por la urgente de
reconstrucción de las instalaciones del antiguo sector de La Recova.
Luego
de sesudos estudios y evaluaciones realizados especialmente durante la
alcaldía de Eugenio Munizaga Rodríguez y con participación de la
Corporación Industrial para el Desarrollo Regional, que tuvieron gran
importancia en el inicio del proyecto, se decidió levantar el nuevo
mercado en el mismo sitio del anterior, quedando encargado a la
Constructora CAM.
El
edificio proyectado tenía cierta alusión al estilo del desaparecido
bajo sus cimientos, con portalones de entrada y arcadas en los
pasillos-balcones del contorno, aunque ajustándose a la evocación
colonial de la ciudad asegurada por el Plan Serena. Con dos pisos
(unidos por la que se estima como la primera escala mecánica que tuvo la
ciudad), se dividiría en dos espaciosos patios dentro de una planta de
forma más o menos rectangular, más estrecha hacia el lado de Cienfuegos
aunque con una mejorada explanada allí, mientras que se vuelve más
amplia por el lado de Rengifo, con plaza dura y estacionamientos,
conservándose el paso peatonal que lo delinea lateralmente y que ahora
la separa del Centro Comercial La Recova y del supermercado, espacios
que configuran la cuadra completa del barrio comercial hasta el lado de
calle Brasil, por el Norte.
El
edificio nuevo, con cerca de 140 locales y cuya inversión alcanzó los
104 millones de pesos, fue inaugurado el 26 de agosto de 1981, con
presencia del propio General Augusto Pinochet al mando del país, más las
autoridades regionales y una invitada especial: la señora Rosa
Markmannde, viuda del ex Presidente Gabriel González Videla, por largos
años representante parlamentario de la región y gestor del mencionado
Plan Serena.
El
cambio suscitado en todos estos acontecimientos, sin embargo, tuvo un
efecto que no todos los serenenses evalúan positivo: el viejo rasgo del
mercado como plaza de abastos y feria popular de productos, se perdió
para cederle prioridad a las características de un centro comercial más
turístico, abundante en productos emblemas de la región como sus famosos
confites de papayas, quesos de cabras, figuras de madera de Guayacán,
cerámicas y joyería de imitación diaguita, alfombras y tejidos de lanas
(ovina y camélida), además de instrumentos musicales, libros antiguos y
muchos recuerdos artísticos para viajeros, especialmente los de piedras
de la zona como la combarbalita, el lapislázuli o las rocas calizas de
Juan Soldado.
En
La Recova de hoy, con su feria artesanal y las presentaciones
artísticas de la explanada donde están las fuentes ornamentales de
aguas, se hace casi un atractivo imprescindible la visita del lugar para
quien se proponga conocer la ciudad. Hasta se cuenta de un supuesto
fantasma que moraría dentro del edificio, aunque la grabación del mismo
por una cámara de seguridad hace pocos años, no reveló más que una
indefinida marcha blanca haciendo acrobacias frente a unas rejas.
Son
especialmente celebrados por los turistas sus restaurantes y cocinerías
del contorno en ambos pisos, con platillos marinos como mariscales,
caldillos, pescados fritos, ceviches en versión serenense, etc., y
comidas rápidas al paso por el lado del pasaje, principalmente; además,
está la allí presente la repostería regional con papayas confitadas,
pasteles locales, helados frutales de la zona, frutos secos en almíbar y
manjar blanco; y por supuesto, sus traguitos característicos de la zona como adaptaciones del pisco sour, el "Serena libre" y otros a base de jugo de papaya o frutas elquinas.
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