LA IGLESIA "ANTIGUA" DE LA TIRANA: UN TEMPLO NUEVO CON LA IDENTIDAD MÁS VIEJA DE PUEBLO
Coordenadas: 20°20'24.35"S 69°39'3.50"W
La iglesia principal de La Tirana, en la Región de
Tarapacá, en donde solamente hace unas horas se ha celebrado la procesión del día de la Virgen del Carmen, es la
que está en la explanada del santuario y centro mismo del pueblo. En estos
momentos, aún está colmado de bailes religiosos y sus mudanzas de cofradías de
feligreses, ya entrando a la fase de despedida del encuentro.
La segunda iglesia del pueblo, sin embargo, conocida como
la "vieja" o "antigua" a pesar de ser la más reciente (ya veremos por qué),
participa en la fiesta pero de forma menos protagónica, allá junto al Cementerio
Santa Rosa de La Tirana, en la avenida Circunvalación con el camino Santa Rosa.
A pesar de lo descrito, aquel templo secundario es el
recinto religioso que ha estado más directamente ligado a la tradición de la
Virgen de La Tirana y a la
leyenda de la Ñusta, que sustenta gran parte del folclore de la fe popular
en la Pampa del Tamarugal.
La tradición explica su origen con una leyenda profusamente
divulgada por autores como Rómulo Cúneo Vidal, entre los primeros: hacia
1535, la
princesa inca Huillac Huma, hija de 23 años de Paullo Tupac, el último sumo
sacerdote del Imperio Inca, había salido formando parte de la expedición del
adelantado Diego de Almagro desde el Cuzco hacia Chile. Iban ella y su padre
para evitar emboscadas de los belicosos wilkas que había en la ruta. Y
hasta aquí hay algo de cierto en el relato, pues cronistas como Antonio de
Herrera, Alonso de Ovalle y Diego de Rosales sí hablan de la presencia de un
príncipe inca y su hija en el grupo de Almagro. Herrera incluso se refiere a
actividades conspiradoras del príncipe, que coinciden en parte con el resto de
la historia.
Sucedió que parte de los muchísimos indios que iban con los
hombres de Almagro, se levantaron hacia la altura de Calama y escaparon de
regreso por la ruta, rebelión por la que el sacerdote habría sido ejecutado por
los españoles, después. En venganza, y al ser reconocida por los habitantes de
la zona del Tamarugal como la soberana Ñusta Huillac (o Huillac Ñusta),
ésta ordenó despiadadas cacerías contra los peninsulares y otros que llegaban a
su territorio durante los cuatro años que siguieron, convirtiéndose así en la
tirana del Tamarugal, apodo que se habría ganado con méritos dada su fama de
implacable e inmisericorde.
Sin embargo, a pesar de su ferocidad, había una debilidad
en el corazón de la Ñusta: se enamoró perdidamente de un cristiano portugués
buscador de minas de metales preciosos, llamado Vasco de Almeyda, que fue
apresado y llevado a rastras por sus súbditos ante la poderosa muchacha. Ella,
perdida de amores tras conocerlo, se fugó con él convirtiéndose a la fe de
Cristo. Cuando fue atrapada por su gente, sorprendida justo cuando Vasco la
bautizaba según cuentan, los indígenas fueron incapaces de comprender o aceptar
el súbito cambio de la Ñusta, por lo que fue ejecutada con su amado, con tiros
de flechas. De acuerdo a la versión transcrita por autores como Juan Uribe
Echevarría ("Fiesta de la Tirana de Tarapacá"), sus últimas palabras fueron:
Muero contenta, muero feliz, segura como estoy, a fuer
de creyente en Jesucristo, de que mi alma inmortal ascenderá a la Gloria y
contemplará el rostro inefable de su creador, al pie de cuyo trono me espera
ya mi esposo amado.
Su cuerpo acabó sepultado en el lugar arenoso en donde
estará después el templo de nuestro interés, a la sombra de los tupidos
bosques de tamarugos que existían entonces en aquel paisaje. Cumpliendo con
su último deseo antes de morir, sin embargo, sus verdugos aceptaron colocar una
cruz en el lugar del entierro, símbolo de la fe que alcanzó a abrazar.
Restos de la primera iglesia de La Tirana,
junto al cementerio.
La cruz sobre las ruinas del primer templo.
Restos del antiguo primer templo, con el
cementerio de fondo.
Altar de la Virgen del Carmen dentro del perímetro
cercado del templo en ruinas.
Continúa la leyenda diciendo
que el fraile mercedario Antonio Rondón (Randón
o Rendón, en otras fuentes), llegó a estas comarcas de la pampa hacia 1540-1550
y encontró asombrado una cruz cristiana funeraria en un claro entre los
tamarugos. Según algunas versiones, había llegado allí siguiendo un arcoiris,
cual señal divina. Sorprendido con su descubrimiento y sin encontrarle
explicación, investigó entre los habitantes de las comarcas y recuperó la
historia de la princesa inca y de su amado soldado blanco, así como la de su
tragedia. El religioso se habría enterado también de que Almeyda siempre llevaba
un escapulario con la imagen de la Virgen del Carmen, por lo que decidió
otorgarle su patronato centro de fe que iba a fundar.
De este modo, tomando como indicación
celestial el hallazgo y decidido a expandir la misma fe por la que había muerto
la pareja sobre los habitantes indígenas de Tarapacá, el evangelizador hizo
levantar la primera y modesta iglesia del lugar, o más bien una capilla o
pequeña ermita, justo en donde estaba antes esa enigmática cruz, consagrándola a
la Virgen María y sentando así el culto manifiesto en la actual Fiesta de La
Tirana, surgido también de la superposición de fechas y tradiciones paganas de
la región, en un claro sincretismo cultural.
El templo "antiguo", pues, habría sido
levantado después en el mismo lugar en donde había estado la vieja capilla y,
antes que ella, la solitaria sepultura de la princesa martirizada, hasta donde
se estaban haciendo romerías y procesiones por parte de los habitantes de la
zona. Algunas fuentes indican que dicho primer templo se remontaría al siglo
XVII, pues la cofradía agustina de la Virgen del Carmen llegó a la zona hacia
1680.
En campos más científicos y de mejor certeza, se sabe que
no parecen haber existido erecciones de ermitas o iglesias en el tiempo que se
adjudica a la campaña evangelizadora de Rondón, y que el templo religioso
histórico de La Tirana fue levantado allí después de 1765.
Vista nocturna de la iglesia reconstruida.
Acceso al mismo templo, en horas nocturnas.
Peregrinos saliendo del templo tras una ceremonia
del programa de fiestas.
El templo tras uno de los arcos de acceso.
Tamarugo en el camino de acceso al templo viejo y cementerio de La Tirana.
Estudios de connotados arqueólogos como Lautaro Núñez, han
puesto acento en la presencia de un minúsculo caserío de mineros trabajadores de
la
plata de Huantajaya, al interior de Iquique, nacido alrededor de un buitrón
en donde desarrollaban sus faenas. Este corresponde al sector conocido como Pozo
del Carmen, en el siglo XVIII, vinculado a los orígenes de este culto mariano en
el Tamarugal y que da explicación a la presencia de la ermita devenida en la
Viceparroquia de Nuestra Señora del Pozo del Carmen, el antiguo primer templo o
iglesia "vieja".
A mayor abundamiento, el poblado de La Tirana había nacido
de la migración de trabajadores del altiplano hasta la pampa entonces peruana,
trayendo su propio folclore y tradiciones hasta la localidad que habría sido
llamada en principio Tihuana, en unos terrenos conocidos como Canchones,
después renombrados como Pozos de la Tirana ya hacia inicios del siglo XIX.
Destacaban especialmente entre ellos, las influencias asociadas a la
religiosidad minera, por ser grupos de este gremio los que bajaban desde lo que
es la actual Bolivia hacia los territorios tarapaqueños.
Aunque, como vemos, no hay antecedentes de la iglesia
"antigua" en el siglo XVI ó XVII, en teoría éste estaba justo en donde debió
hallarse la sepultura de la Ñusta y luego la capilla de Rondón. La situación
administrativa eclesiástica, además, dispuso a este templo como sede de
viceparroquia dependiente de la Parroquia de San Andrés de Pica.
Algunas teorías proponen que el empresario argentífero
tarapaqueño, don Basilio de la Fuente, habría financiado la obra o al menos
buena parte de ella. Él había puesto sus yacimientos de plata en
Huantajaya bajo la protección de la Virgen del Carmen, expandiendo el culto
gracias a los mineros del mencionado Pozo del Carmen, a un lado del actual
pueblo de La Tirana. Don Basilio, además, aportó grandes sumas a otros edificios
religiosos de la provincia, como el de
San Lorenzo de Tarapacá donde él residía, cuyo templo pudo ser ampliado y
convertido en doble de dos naves independientes, gracias a sus aportes de dinero
hacia 1773, poco antes de su muerte.
Altar y retablo del templo.
Vista de la nave desde el acceso hacia el altar.
Vista inversa, desde el altar hacia el arco de
acceso al edificio.
Devotos del Baile Religioso Moreno Chileno
"Antonio Huerta Ugalde", de La Florida (Santiago), rindiendo honores durante una
misa del programa de fiestas.
Acercamiento al altar y sus imágenes religiosas.
El aspecto de aquel primer templo de La Tirana es incierto,
salvo por algunas proporciones deducibles de sus ruinas. Estaba a menos de un
kilómetro de la actual iglesia principal en el santuario, hacia el Suroeste, y
habría sido un edificio tradicional de la arquitectura religiosa altiplánica
bajo influencia coya-andina, con torre campanario, sacristía, baptisterio,
sacristía lateral, una casa viceparroquial al costado y alineación Este-Oeste.
Un pequeño cementerio se encontraba junto la terreno del edificio.
Los bautizos en aquel primitivo templo llegan hasta 1829,
más o menos, en el libro de registros del piqueño Mariano Capetillo, cerrado el
18 de junio de 1830. No sabemos si en la indisposición del templo habrán
influido los terremotos de 1831 y 1833, pero todo indica que fue convertido en
ruinas por el fatídico terremoto del 13 de agosto de 1868, que asoló el Sur de
Perú.
En los años que siguieron al paulatino desuso del templo
"antiguo", el pequeño cementerio adyacente se amplió por los terrenos del
recinto viceparroquial y así nació el histórico Cementerio Santa Rosa, aún
existente y con el típico aspecto de camposanto de poblado minero pampino.
El segundo templo del santuario, principal de nuestros
días, comenzó a ser construido hacia 1872, gracias aportes de materiales y mano
de obra de los trabajadores de las salitreras. El terreno para la iglesia y la
plaza fue donado por don Gregorio Hartmann. Sin embargo, el estallido de la
Guerra de 1879 obligó a detener las obras por algunos años, a pesar de seguir
realizándose las fiestas. Sólo en 1884 pudo ser retomada la construcción del
edificio y concluida dos años después.
Es el núcleo de las celebraciones, desde entonces,
indivisiblemente asociadas a la Virgen del Carmen tras la ocupación de los
territorios a Chile, durante la Guerra del Pacífico, y luego con la
incorporación cultural de los mismos durante la llamada "chilenización" de
Tarapacá. Fue así como la fecha del 6 de agosto, Día de la Transfiguración del
Señor y coincidente con el de la Independencia de Bolivia (muchos de los devotos
provenían aún de familias aymarás del Altiplano), además de la del 28 de julio
de la Independencia de Perú, fueron desplazadas al 16 de julio, día de la
Patrona del Ejército del Pueblo de Chile, a partir del mismo día de la
inauguración del templo "nuevo", en 1886.
Virgen del Carmen de La Tirana.
Imagen del crucificado, sobre el altar y el
sagrario.
Santiago Apóstol, en su advocación de Santiago
Matamoros, criollizado.
Altarcillo de San Lorenzo (el venerado santo
patrono de los mineros y del poblado de Tarapacá) en el adyacente Cementerio
Santa Rosa.
Baile de morenos en el cementerio, homenajeando la
tumba del reputado sacerdote español José Javier García Arribas (1949-1991),
quien fuera rector del santuario de La Tirana y asesor general de los bailes
religiosos.
Aunque hasta fines del siglo XIX la fiesta era organizada
aún por ciudadanos peruanos y bolivianos residentes en la zona, en el Centenario
de la Independencia de Chile, en 1910, se formalizó la fecha definitiva del 16
de julio en el calendario de celebraciones de Chile, aunque en la práctica
llevaba tiempo ejecutándose ya así en La Tirana, como la principal y central de
cada año.
La antigua Iglesia de Nuestra Señora de la Pampa y del
Tamarugal, más lo que quedaba del buitrón ancestral del Pozo del Carmen a sus
espaldas, permanecerían en ruinas junto al Cementerio de Santa Rosa. Quedaron
comprendidos dentro de la declaratoria de Zona Típica de todo el pueblo de La
Tirana, por Decreto Supremo N° 1.752 del 26 de julio de 1971. Sin embargo, para
evitar confusiones que se venían suscitando desde hacía tiempo, se establecieron
los límites del poblado por Decreto N° 511 del 10 de octubre de 2013,
correspondiendo en este sector Sur-oriente a la línea de muro perimetral del
predio que deslinda justamente con la línea de la calle Santa Rosa.
Recién el 15 de julio de 1990, en la víspera de la fiesta
de ese año y respondiendo a un largo anhelo de los feligreses de la Fiesta de la
Virgen de La Tirana, se colocó la primera piedra del que iba a ser el templo
"viejo", pero reconstruido exactamente al lado del original en ruinas. Una
fotografía y un acta de la ceremonia correspondiente, se encuentran al interior
del mismo templo.
La obra fue concluida recién en 1993, gracias a fondos del
Estado y de la propia Iglesia, y se lo consagró el 11 de julio de ese año con un
gran acto inaugural que puso inicio al programa de la Fiesta de La Tirana de ese
año.
El "nuevo" templo "viejo" resulta ser un edificio imitando
la típica influencia arquitectónica colonial del Sur de Perú y con rasgos
barrocos andinos generales, con materialidad de adobe en vigas de madera sobre
estructuras de albañilería moderna, más otros elementos típicamente
tradicionales de construcción local, como la quincha, el murallón de piedras y
las disposiciones de sus estructuras con el campanario separado del resto del
inmueble (algo preventivo para territorios de sismos) y con elegante pero
rústico balcón volado en su nivel medio. Sus muros se ofrecen con sólidos
estribos y contrafuertes exteriores, con un frontón rematado en la punta del
techo de dos aguas, con revestimientos pajizos. El tímpano muestra un fresco
imitando la iconografía zonal (la Virgen del Carmen con unos danzantes).
Interiormente, el templo es de una sola nave con
presbiterio sencillo. En un retablo se lucen las imágenes religiosas de Nuestra
Señora del Carmen de La Tirana, Cristo en la Cruz en lo alto, Santa Teresa de
los Andes y San Santiago a un costado, en la advocación de Santiago
Matamoros-Mataindios, posible influencia del cercano poblado de Macaya en
donde Santiago Apóstol es Santo Patrono con fiesta muy próxima a la de La Tirana
en el calendario, aunque allá se venera más su imagen pacífica de peregrino y no
la de Matamoros.
Lamentablemente, no todo ha sido festejos y fe para esta
iglesia "vieja": en julio de 2007, hubo un atentado vandálico en el templo, que
dejó daños por cerca de un millón de pesos. La incomprensible destrucción
incluyó imágenes religiosas y muebles, debiendo quedar marginado el edificio del
normal desarrollo del programa de aquellas fiestas. Tras la restauración de las
piezas dañadas, volvió a ser abierto al público.
Las ruinas del primer templo aún permanecen allí a un lado,
expuestas a los elementos ambientales y claramente erosionadas, aunque rodeadas
por un cerco y señaladas con una gran cruz blanca frente a la que se persignan
los peregrinos. Un altar de la Virgen del Carmen, hacia el fondo del perímetro,
existe en él, colindante con el cementerio. Tengo entendido que se han trazado
ya algunas tentativas de estudios serios del lugar y la verificación de algunos
aspectos que, por ahora, rondan aún en la leyenda y el folclore, pero desconozco
cuánto se haya avanzado al respecto.
El Cementerio Santa Rosa, en tanto, es visitado por los
fieles en las romerías que se realizan hasta él durante la Fiesta de La Tirana y
la Pascua de los Negros. Algunos de los más queridos y respetados miembros de
las cofradías de los bailes religiosos de la Virgen del Carmen de La Tirana y
sacerdotes encargados de la parroquia, están sepultados allí, y son objeto de
honores y conmemoración por sus herederos en cada grupo religioso, durante la
fiesta principal o en otras actividades religiosas del año.
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