LA AZOGUERÍA DE TILIVILCA: UN TESTIMONIO DEL GRAN PASADO MINERO DE LA PLATA EN TARAPACÁ
Coordenadas: 19°56'21.53"S 69°31'44.74"W
En
la Quebrada de Tarapacá, en la Provincia del Tamarugal, regresando unos
dos o tres kilómetros por el camino desde la entrada al pueblo de San Lorenzo de Tarapacá
hacia Huarasiña, más al poniente, se llega a un ancestral sector de la
ladera con algunas ruinas y restos de viejas plantaciones en eras de
regadío: Tilivilca, a veces llamado y escrito también Tilibilca.
Justo
allí, en el costado de la quebrada y junto a la carretera A-565 que se
interna por ella, se encuentran varios murallones y estructuras que, en
una falsa impresión, podrían semejar los restos de grandes casonas
destruidas. Son, en realidad, vestigios de algo mayor y de toda una
época: existió allí un centro colonial conocido como la Azoguería de
Tilivilca.
Consistía esta instalación en un recinto donde se procesaba plata proveniente de Huantajaya,
fastuosa mina ubicada al interior de Alto Hospicio que llenó de riqueza
a algunas familias de la zona, fundado algunos copetudos linajes.
La
extracción argentífera de la región había comenzado en tiempos
prehispánicos, como podrá adivinarse, pero la industria tarapaqueña
relacionada con el rubro se remonta a los años del encomendero Lucas
Martínez Vegazo, fundador del poblado de Tarapacá sobre una antigua
aldea indígena en el siglo XVI, y que es recordado con una gran cruz
colonial
en la misma localidad. El sistema de la mita o trabajo forzado de
poblaciones tributarias del Imperio Inca, se había mantenido en tiempos
de conquista y colonización española de los territorios de las minas. Y
si bien Huantajaya estaba a cierta distancia de la Quebrada de Tarapacá,
su descubrimiento permitió una larga epopeya de riqueza y trabajo.
Una
de las familias que hicieron fama y fortuna en la actividad, sería la
del General José Basilio de la Fuente, que ya amasaba dinero con otros
yacimientos de la zona. Don Basilio recibió derechos de mita y
explotación de Huantajaya
hacia 1760, por parte del Virrey de Perú, luego de algunas disputas con
las autoridades por las condiciones en que trabajaría la servidumbre
indígena. Ya entonces, entre las peticiones y protestas de los mitayos
al Corregidor de Tarapacá, se menciona a la Azoguería de Tilivilca como
parte de la propiedad del General y de esta industria minera zonal, así
como la preferencia de estos indios para trabajar en dicho complejo
antes que en las duras condiciones de las minas, más distantes de sus
hogares, familias y pueblos. Esto motivó una reasignación de funciones
entre los sirvientes de Sibaya, en la mita de 1766 para Tilivilca. Y el
propio De la Fuente escribía, informando a las autoridades:
Siendo
mi genio propensísimo a todo lo que es mirar con piedad a los pobres
indios, como lo tengo bien entendido en mis operaciones, ya que aunque
me sería de más utilidad su trabajo en las minas, convengo en que se
establezca dicha mita de cincuenta indios para el trabajo de mi
azoguería de Tilivilca.
Algo
más sobre este complejo industrial de Tilivilca, lo encontramos en la
obra "Patrimonio cultural de la Provincia de Iquique, Región de
Tarapacá" de Lautaro Núñez A. y Cecilia García Huidobro, de 2002. Dicen
allí los autores que, según documentos del siglo XVIII, la plata que
llegaba a estos talleres era sometida un procedimiento de amalgamación
del metal precioso valiéndose de azogue, nombre antiguo dado al metal
líquido mercurio. Estudios arqueológicos realizados en la zona, también
han revelado el empleo de otros métodos de purificación de plata en
pequeña escala usando plomo, por lo que el mineral daba una gran
cantidad de trabajo a todos los poblados de la zona, en diferentes
grados y tecnologías.
La
historia de la industria minera sigue cuando el Coronel Bartolomé de
Loayza funda una compañía explotadora del mismo yacimiento. Así las
cosas, vecinos ilustres aparecerán en este período de Tarapacá y su
quebrada homónima, provenientes de acomodadas familias vinculadas a la
explotación del mineral: los Flores, los Vilca y los Castilla, muchos
con residencias también en Pica, La Tirana y otras localidades de la
Pampa del Tamarugal. Llegan también los industriales salitreros y
agricultores como los Vernal, los Tinajas, los Lamas, los Quiroga, los
Arias y los Vicentelos.
Esta
próspera época durará hasta el año 1792, cuando la mayor riqueza del
mencionado yacimiento de plata se agotó, esta vez en forma definitiva,
por lo que la actividad de extracción quedó reducida desde ahí en
adelante, ocupando sólo a sus residentes del poblado de Huantajaya incluso hasta inicios del siglo XX.
En
los mismos tiempos coloniales tardíos, la administración provincial de
Tarapacá fue separada del Corregimiento de San Marcos de Arica de la
Frontera. En 1782, pasó a formar parte de los partidos de la Intendencia
de Arequipa del Virreinato del Perú, siendo un lugar de gran relevancia
para el comercio entre Lima, Potosí y los territorios de más al Sur. San Lorenzo de Tarapacá
era la sede del poder de la provincia, a la sazón, cuando Iquique aún
era más bien una caleta y faltando casi un siglo para la Guerra del
Pacífico que dejaría todas estas comarcas en posesión chilena.
Ya
entonces, las actividades mineras han dejado huellas en casi toda la
quebrada, como molinos de chancado, molinos de guimbalete, trapiches,
fábricas de pólvora y, por supuesto, las azoguerías. Todavía es posible
encontrar vestigios de esta época en la zona. El fuerte acervo de la
imagen de San Lorenzo como Santo Patrono de los Mineros,
además, parece provenir de esta relación con el rubro y la existencia
de la fiesta y patronato suyo en el poblado de San Lorenzo, principal de
la quebrada.
El
conjunto de la Azoguería de Tilivilca, gruesamente amurallado con unos
200 metros de quincha, adobe y de piedra, fue levantado en algún momento
de aquel período justo sobre la vera del camino y subiendo
escalonadamente por la ladera, sobre una terraza de sillar de piedras de
la propia quebrada.
En
nuestros días, es imposible no advertirlo en un viaje por estas rutas.
Algunos de sus murallones en ruinas son de bloques de adobe, y otros de
piedra con argamasa simple. Se puede recorrer perfectamente a pie por su
interior, aunque conviene adoptar las precauciones correspondientes
para no afectar la fragilidad del lugar, vulnerabilidad escondida tras
su falsa apariencia de añosa solidez. Aún conserva parte de sus viejos
techados con vigas y cubiertas de cañas, además de lo que parecen ser
escalinatas de piedra y plataformas con distintos niveles de gradería.
El
complejo general de Tilivilca mantiene muchos misterios vigentes hasta
nuestros días, y también rasgos poco conocidos de su historia y de la
asociada a los caseríos que alguna vez existieron en frente de la
azoguería, donde hoy pueden observarse trazados de lo que fueron
antiguas casas, canales de regadío y los clásicos canchones y eras de la
actividad agrícola. Además, al igual que la localidad de Aragón, al
interior de Pisagua, Tilivilca se encuentra entre los orígenes de los
asentamientos humanos de la zona, por desplazamientos de pueblos
costeros.
El fallecido Cacique de la Fiesta de San Lorenzo de Tarapacá,
don Fermín Méndez, dice en un artículo de su autoría ("El pueblo de San
Lorenzo de Tarapacá", diario "La Estrella" de Iquique del domingo 7 de
agosto de 1988) que, en otras épocas, vivieron en las residencias y
haciendas de Tilivilca distinguidas familias que realizaban fiestas y
encuentros sociales con trajes de gala y los mejores licores importados,
algo que parece haber influido en la tradición local de los parabienes
tarapaqueños durante las fiestas y octavas, y el surgimiento del
elegante baile cachimbo, posiblemente emparentado con las
zamacuecas primitivas y que llamó la atención de estudiosos y
folcloristas como doña Margot Loyola, identificando su posible aparición
en la llamada danza de Baile y Tierra de la localidad de Pica.
Empero,
los caseríos alguna vez aristocráticos de Tilivilca, hoy se encuentran
totalmente arruinados, o más bien desaparecidos, tanto por la mala
conservación que se arrastró por siglos, como por los efectos de los
incontables terremotos a lo largo de la historia de la quebrada… Ya
suena a algo de Perogrullo decirlo.
El
vetusto complejo de la Azoguería de Tilivilca, con sus murallones y
techos de cañas destartaladas, ha sobrevivido a la inclemencia del
tiempo y de las placas tectónicas. Lamentablemente, sin embargo, ha
habido ocasiones en que parte de sus muros externos han sido ensuciados
con la irrespetuosa e infaltable propaganda política, insolencia que
–para más desgracia- no se ha visto solamente con estos ejemplos en el
territorio de la provincia.
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