LA PATA DEL DIABLO EN EL PASO LAS CHILCAS Y SUS LEYENDAS RELACIONADAS
Coordenadas: 32°51'7.42"S 70°52'28.62"W
En todo el territorio chileno, existen
varias formaciones curiosas en rocas y cerros con aspecto de huellas
humanas gigantes, que el folclore casi invariablemente relaciona con
pisadas del Diablo, por algún secreto temor o certeza colectiva.
El
que muchas de estas huellas estén en la proximidad de localidades con
tradiciones de brujos y sociedades hechiceras, facilita bastante las
cosas: el sector cordillerano de San Fernando, en Chimbarongo, en la
zona de Peumo en el Cachapoal, en el cerro Lonquén de Talagante, en Lago
Ranco, en Fundo Llancay de San Pedro, en unos roqueríos entre los
bosques al interior de Vilcún y, la más famosa de todas, en el Cajón del Maipo
cerca del poblado de San José, caso al que dedicamos ya una entrada.
Algo similar sucede con huellas de dinosaurios fosilizadas en algunas
localidades cordilleranas, y que en folklore local también son
interpretadas, a veces, como pisadas diabólicas.
Del
mismo modo, existen muchas denominaciones geográficas aludiendo al
personaje, como valles, ríos, cañadas o cerros. Entre otras: un sector
llamado Bajo del Diablo cerca de Buin, el Estero del Diablo en el
Cachapoal, el Paso y Estero Columpios del Diablo en la cuenca del Río
Laja, Punta Palo del Diablo en río Valdivia, los Cuernos del Diablo
cerca de Cochamó, la Cuesta del Diablo de Coyhaique, la Angostura del
Diablo en Última Esperanza y unas Quebradas del Diablo en el Valle de
Azapa, en San Pedro de Atacama y en Puerto Varas.
Una
observación más que cabe sobre estas huellas y testimonios demoníacos
en la tradición rural, es que las explicaciones populares a sus orígenes
casi siempre están relacionadas con pactos y engaños al Príncipe de los
Infiernos, como si fueran el resultado de una razón por la que el
Diablo debió escapar o se vio embaucado por los mismos a los que
pretendía arrebatar el alma. No es un fenómeno exclusivo de folclore
chileno, sin duda, pero acá existe cierta insistencia casi obsesiva con
el asunto infernal, para explicar tales formaciones.
La gran piedra de la Pata del Diablo en Las Chilcas, verano de 1996.
La Pata del Diablo del sector Vilcún, en Cautín. Una de las varias formaciones que reciben este nombre en Chile.
La que quizás sea la segunda Pata del Diablo
más popular y conocida de Chile, corresponde a la que puede hallar el
viajero en el Paso Las Chilcas de Llay-Llay, en la Provincia de San
Felipe de Aconcagua, llamada también el Pie del Gigante y la Pisada.
Está en un tramo de la Ruta 5 Norte famoso por su fascinante paisaje
antediluviano, con rocas ciclópeas y redondeadas colgando sobre la
autopista, entre las cuales vivió por décadas un famoso ermitaño de la zona, apodado Juanito; rocas por las que hoy en día trepan practicantes del montañismo y del escalamiento deportivo.
La
huella se ubica en la base de una de las descomunales piedras gigantes
del sector de roqueras por la entrada Sur, cerca del área del tranque,
aunque al lado opuesto: el derecho del camino, si se avanza hacia
Santiago, borde poniente. Su roca es muy conocida por los escaladores, y
se ven en ella las marcas de esta actividad deportiva. Lamentablemente,
ha sido ensuciada con pintura de propagandas electorales y religiosas,
rayados que después se cubrieron con otro pintarrajeo. También ha sido
alcanzada por el retardo cultural de la pintura en aerosoles, rayando en
sus bases tags y símbolos de barras de fútbol.
En términos generales, la huella corresponde a una formación de bajorrelieve bastante parecida en forma y proporciones a la Pata del Diablo
del río Maipo, con cinco aparentes dedos, la planta con el arco
definido y parte del talón impresos sobre la superficie, en una posición
vertical, aunque a diferencia de aquella, ésta parece ser un pie
izquierdo, aunque por su falta de definición algunos lo toman también
por pie diestro. Formación natural, supuestamente, que no deja de causar
intrigas o especulaciones sobre una posible intervención humana en su
aspecto.
Las
leyendas sobre el origen de esta huella, si bien están todas asociadas
al Diablo, tienen al menos dos versiones con variaciones secundarias.
La Pata del Diablo del Cajón del Maipo.
La
primera versión del mito, mucho más conocida que cualquiera otra en la
zona, dice que, hace muchísimos años, dos huasos, arrieros o corraleros
residentes locales, se reunían constantemente a jugar naipes por la
subida de la cuesta, haciendo apuestas en dinero y bebiendo durante las
noches hasta la amanecida.
Sucedió
que ambos apostadores se quedaron sin dinero en una noche de Luna
llena, debiendo postergar sus partidas de cartas, pero inesperadamente,
en la medianoche, se les apareció un elegante sujeto vestido
completamente de tela negra y con ademanes refinados, que -pareciendo
conocer sus desdichas- se ofreció para jugar con ellos, mostrándoles el
mucho dinero que cargaba. Sabiéndose duchos en la baraja y creyendo que
serían capaces de vencer al retador, ambos hombres aceptaron... Sin
embargo, el extraño iba a resultar ser el Diablo en persona, cuya
astucia y manejo en los juegos de azar es insuperable.
Llamados Pedro y Pablo, según lo que encuentro en un sitio de la Comunidad Secundarios
(no tengo seguridad de este dato), ambos hombres quedaron totalmente
arruinados esa noche, debiendo entregarle al sujeto de negro el poco
dinero que llevaban con ellos, parte de sus prendas, los caballos y
monturas con los que se desplazaban y hasta endeudándose al apostar
bienes de sus respectivos hogares. Mientras se lamentaban de su suerte,
sin embargo, el Diablo les hizo una propuesta que no podrían rechazar;
un típico pacto-desafío satánico: una última partida de carioca
para decidir todo, en la que, si ellos ganaban, tendrían una holgada
vida de riqueza y fortuna, devolviéndoles todo lo que habían perdido.
Sin embargo, si perdían, tendrían que entregarle al extraño sus propias
vidas, y él se quedaría con sus almas para someterlas a perpetuo
tormento en los avernos.
Los
hombres aceptaron otra vez, tras mucho discutirlo y tomar la decisión a
sangre fría, y así empezó la partida de naipes que decidiría el futuro
de sus propias existencias. Fueron horas y horas de enorme tensión y
angustia para ellos, mientras el Diablo seguía con su característica
tranquilidad y serenidad, sabiendo que era imbatible en las cartas.
Acercamiento a la cavidad con forma de huella en la roca de Las Chilcas.
La
Piedra del Diablo, donde está la pisada. Una leyenda adicional dice
que, sobre esta enorme roca, se aparece a veces el Príncipe de los
Infiernos.
La
misma piedra, mirada desde el Sur. La Pata del Diablo se encuentra
abajo del rectángulo de pintura blanca con el que se borraron antiguos
rayados sobre la piedra.
Vista del sendero peatonal junto a la berma.
Tal
cual era esperable, ya casi en la mañana y cuando debía retirarse a sus
oscuros refugios, el Príncipe de los Infiernos los arrasó en aquella
partida y les enrostró orgulloso su triunfo, ante la mirada desesperada
de ambos tipos. Empero, quizás compadecido del miedo que los poseía, les
dio una prórroga de tiempo, asegurándoles que volvería dentro de un
plazo perentorio para llevárselos con él, de manera impostergable. No
tengo claro cuánto duró este plazo: un año, diez, quince según las
versiones que conozco, pero en el mencionado website aparece indicado como de 30 años.
Como
sea, los hombres volvieron al mismo sitio de Las Chilcas a cumplir con
la promesa, una vez cumplido el fatídico plazo. El primero en llegar
(Pablo, según la versión que comentamos) acabó en las garras del Diablo
ni bien puso su ojota en el lugar, arrastrado hasta los infiernos y sin
volver a tenerse noticia de él.
El
segundo (Pedro), sin embargo, llegó unas horas después, retrasado. Allí
se encontró también con el Diablo, enorme, jadeante, ya sin sus
disfraces de hombre elegante vestido de negro. Como era de anticipar, el
demonio se le arrojó encima decidido a hacerle lo mismo que al otro
hombre; pero antes de que pudiera, el sobreviviente sacó de entre sus
ropas una Biblia y un crucifijo, poniéndolo ante el rostro contrahecho y
monstruoso de su agresor. Leyendo en voz alta el santo libro, al
parecer el Libro de Salmos, el Diablo comenzó a sentir el urticante
ataque del poder divino y huyó despavorido por los roqueríos y las
quebradas, dando portentosos pasos por las laderas al tiempo que emitía
gritos guturales de dolor.
Fue
así cómo una de sus pisadas quedó estampada en la enorme roca al borde
del entonces sendero de tierra, tras clavar en ella su pie encendido al
rojo vivo y ardiente, permaneciendo visible hasta ahora la marca.
¿Qué
había sucedido, que el hombre aquel pudo zafarse de la maldición? Al
aproximarse el cumplimiento del plazo y tratar de convencer en vano a su
amigo de no entregarse al Diablo, este sujeto había pedido ayuda a una
temida hechicera de la zona, que sabía más que nadie de pactos
infernales y secretos para contrarrestarlos. Ella le sugirió que sólo
usando la cruz de Cristo y las lecturas de la Biblia podría esquivar el
inminente secuestro de su alma, y así lo hizo.
La Pata del Diablo, en la base de la gran roca.
Acercamiento a la huella. Se observan los rayados a aerosol bajo la misma.
Otras grandes piedras y roqueras cercanas a la Pata del Diablo.
Cabe
recordar que las leyendas sobre pactos diabólicos en la zona de
Llay-Llay, San Felipe y Quillota son bastante frecuentes. Es popular,
por ejemplo, otra historia acogida entre algunos lugareños y miembros de
iglesias protestantes de la zona: la de un acaudalado y aristocrático
señor que vivió antaño en una hacienda de Llay-Llay, pero totalmente
solo, ya sin familia y sin descendencia, que habría tenido también sus
relaciones contractuales con el líder de los ángeles caídos. Propietario
de una casa solar, este señor identificado como un tal don Pancho
Bouteille, no tenía muchos amigos y vivía más bien aislado del resto de
la comunidad, lejos de la vida social. Muchas veces se lo dio por
muerto, de hecho, al no habérsele avistado por largos períodos.
Su
fortuna había comenzado a mermar, y toda la comunidad lo sabía. Un día,
sin embargo, el silencioso señor comenzó a sembrar en su propiedad
palmeras (palmas chilenas
de Ocoa, en alguna versión), una cada mes, formando una hilera. Nadie
entendía semejante necesidad, pero así estuvo trabajando por largo
tiempo, hasta completar cierto período. Coincidentemente, comenzó a
recuperar su fortuna y rápidamente se volvió un hombre acaudalado, con
una ganadera y varios inquilinos en sus sembradíos. Muchos comenzaron a
visitarlo pidiendo favores y tratando de doblegar su tacañería... Sin
embargo, una noche una de las palmas comenzó a incendiarse, y a pesar de
la desesperación del propietario por apagarla, se calcinó... Al día
siguiente, él sería hallado muerto.
Había
sucedido, pues, que tras meses de acoso y propuestas de contrato, el
Diablo había logrado convencer a don Pancho de una particular
transacción: lo haría rico y dichoso si plantaba una palma al mes, pero
siempre cuando completara cierto número debían permanecer siempre en tal
cifra (12 a 20, según cada versión), sin que fallase ninguna. Al arder
una aquella noche, el Diablo cumplió con su amenaza clausular... Más
aún, cuando era llevado al cementerio el pesado ataúd del corpulento
finado, de un momento a otro antes de entrar al camposanto, pareció que
su peso desaparecía y los caballos pudieron ingresar a galope, como si
el cuerpo se hubiese desvanecido. Los lugareños interpretaron de
inmediato el suceso como que el Diablo había llegado en pleno funeral
para llevarse en cuerpo y alma al difunto. Más tarde, desaparecieron
también los adornos y ángeles de su lugar de sepultura.
De acuerdo a la versión que encuentro en el blog Leyendas de Llay Lay,
don Pancho habría tenido que acceder al acuerdo de sembrar palmas luego
de no poder cumplir con un contrato anterior con el Diablo, que le
exigía entregarle un bebé recién nacido que nunca le pudo conseguir. Sin
embargo, el maestro del engaño le dio esta segunda chance, sabiendo que
de todos modos se cumpliría su voluntad. Además, hay algo cierto en la
base de esta historia: sí existió un señor Francisco Bouteille
propietario de terrenos que habían pertenecido a la ex Sucesión
Valenzuela, y que debieron ser expropiados por el Estado en parte en los
años 40 del siglo pasado. En la ex hacienda, también sobrevivieron las
palmas dispuestas en hilera.
A
pesar de las leyendas locales sobre pactos con el Diablo, como la
recién revisada, existe una versión que contextualiza la historia del
origen de la Pata del Diablo de Las Chilcas en algo sucedido fuera de
aquella zona, colgándola de la leyenda de la que existe en el Cajón del
Maipo, distante a más de 100 kilómetros de allí. Supongo que debe ser
más moderna y centralista, pues no representa a la creencia de la
provincia.
Paisaje del Paso Las Chilcas.
Peñones de la cuesta.
Vista de las piedras en la ladera del camino.
La versión de la Pata del Diablo
de San José de Maipo dice que ésta se formó cuando el Diablo fue
expulsado de un Convento de Monjas mientras secuestraba a una de las
internas, o bien que dos trabajadores encargados del construir el Puente Colgante
de El Toyo pactaron con él para que lo terminara en sólo una noche,
dándoles además una barra maciza de oro en la que hicieron una cruz
fingiendo probar si era legítima, signo ante el cual Príncipe de los
Infiernos debió salir escapando en su forma de gigante, dando trancos
enormes en cada salto.
De
acuerdo a esta leyenda, luego de pisar la ladera del Valle del Río
Maipo, su segundo paso lo dio en Las Chilcas, lo que explica que sean un
pie derecho y otro izquierdo, según parece. Una interpretación
adicional supone que el destino de esta huida del Diablo fue el tercer
paso equidistante, en dirección Nor-poniente: Salamanca, el poblado con
tradición de brujas del Norte Chico, donde pudo encontrar refugio entre
sus súbditos practicantes de la brujería en la Raja de Manquehua y las
cuevas secretas del Choapa.
Diabólica o no, la presencia de esta Pata del Diablo
en Las Chilcas es tan notoria, que ha influido en la toponimia del
sector, de hecho, y así es llamada también la descrita gran roca donde
se la encuentra, a veces también la Piedra del Diablo. El tramo de dicho paso por la cuesta, del mismo modo, recibe el apodo de Pata del Diablo, además de una parada de vehículos que halla un poco antes.
Tan
importante es la huella y la piedrota que la soporta que, durante la
remodelación y mejoramiento de la autopista entre 2013 y 2014, se
procuró mantener intacto este lugar, aunque su acceso quedó un poco
dificultado por el cambio de nivel de la calzada y la berma. Algunos
aseguran incluso que, durante ciertas noches, aparece una figura de
demonio en la cima de dicha roca, por lo que podría ser invocado allí
por los más avezados brujos.
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