LA PLAZA DE LA VICTORIA Y SU FUENTE DE AGUAS: ANTECEDENTES, INFLUENCIAS EN LA IDENTIDAD PORTEÑA Y LEYENDAS NEGRAS
La fuente de aguas, su estanque y jardines de roquera.
Coordenadas: 33° 2'46.49"S 71°37'11.72"W
Ubicada
entre lo que hoy son las calles Arturo Edwards, Chacabuco, Molina e
Independencia-Condell, en los deslindes del Barrio del Almendral, la
Plaza de la Victoria es uno de los rincones verdes más célebres,
turísticos y connotados de la ciudad del Valparaíso.
Llamado
también Plaza Victoria y alabado por poetas y trovadores, este lugar
conserva mucho del resumen histórico del puerto, desde sus orígenes
hasta nuestra época; pero también es testimonio de los cambios que ha
experimentado la línea urbanística local, por bien o por mal. A veces
acogedora, y a veces peligrosa, la plaza es el espejo profundo de la
historia del puerto y de su alma, en todos sus alcances. No se puede
conocer Valparaíso sin haber pasado por este sitio único en todo Chile.
Todo
lo que es Valparaíso se sintetiza acá, entonces, en el parque de la
gran fontana francesa: cultura, intelectualidad, criollismo,
extranjeros, música, folklore, marina militar, marina mercante,
bomberos, religiosidad, amor, alcohol, mendicidad, prostitución, vejez,
juventud... Todo. Un encanto ingenuo e inocente lucha cada pulgada de
terreno con los rasgos de seducción más siniestros y oscuros, y así
niños pasean o juegan absortos en su entretención, pasando entre ebrios
terminales con el rostro curtido a Sol y a ebriedad, pasando la caña mala a los pies de alguna de las estatuas.
Dedicaré
una primera parte de la historia de la turística y concurrida Plaza de
la Victoria a sus orígenes, su transformación y la formación del
carácter cultural tan rotundamente porteño que podemos reconocerle
incluso en nuestra época, en que se lucha por salir de los primeros
vahos de decadencia que la amenazan desde los años noventa, o quizás
antes. El resto del mismo será sobre su ornamentación artística y las
leyendas que rondan a su fuente y las estatuas de las estaciones del
año.
La
Plaza Orrego, contorneada por el mar. Se observa también la casa del
sacerdote Vicente Orrego. Ilustración de 1834 perteneciente a Conrad
Martens, hoy en el Museo Británico. Fuente imagen: sitio web de la
Corporación Patrimonio Urbano.
La
Plaza Victoria antigua, con su primera gran fuente de aguas, en
fotografía de Eugene Maunory, hacia el año 1860. Esta fuente fue
traslada, no sabemos si dentro de la propia ciudad o a Limache, según
aseguran algunas versiones.
Imagen
fotográfica de 1867, perteneciente al álbum de viajes del marino
británico George Fowler Hastings. Se ve ya a la Plaza de la Victoria con
su fuente francesa y las estatuas, pintadas de blanco. Fuente imagen:
Flickr de Santiago Nostálgico.
La
plaza se encuentra en un sector que, antes de la ganancia de terrenos
al borde costero, había pertenecido a un terreno baldío en la orilla de
playa, abierta y despejada hacia este costado. Tras la construcción del Camino Real Santiago-Valparaíso,
durante la gobernación de don Ambrosio O'Higgins, comenzó a ser
utilizado como aparcadero de las carretas coloniales que llegaban desde
la capital chilena. También se la habilitó como plaza de toros, en
aquellos años.
Después
de las Guerras de Independencia, ya en 1819, el Alcalde Diego de
Almeyda ordenó expropiaciones del terreno, comenzó a rellenar el lugar
hacia el mar y ordenó construir lo que, en principio, quiso llamar Plaza
Bernardo O'Higgins, en homenaje al Libertador y Director Supremo. Sin
embargo, la denominación no prendió, quedando identificada como la Plaza Nueva.
A
la sazón, el límite Norte de la plaza donde está la calle Chacabuco,
era el borde de la playa. Benjamín Vicuña Mackenna comenta en su
"Historia de Valparaíso", que la fragata "Dolores" encalló en este lugar
durante una tormenta de 1823. Pocos años después, en 1827, el
empresario Nathaniel Bogardus instaló por allí el primer circo moderno
en Chile, dejando huellas en la toponimia: la llamada Calle de los Cachos, sería denominada desde entonces Calle del Circo, antes de ser la actual Edwards.
Tenía la plaza un mercado o feria popular en uno de sus costados, y además se realizaban en ella juegos de cabeza y sortija.
Aunque en aquella misma época se erradicaron las corridas de toros,
también se instalaban chinganas durante las fiestas, y se realizaban
proclamas de las autoridades o incluso ejecuciones de condenados.
La Plaza Nueva comenzó a ser llamada también Plaza de Orrego o, simplemente, Plaza Orrego,
ya que se encontraba en frente de la residencia y estancia del párroco
franciscano José Vicente Orrego Hurtado, en el lugar que ocupa
actualmente la Catedral de Valparaíso, separada de la plaza por la calle
Edwards. Hay información interesante al respecto, publicada en el sitio
web de la Corporación Patrimonio Urbano. El mercadillo o recova que se
instalaba frente a la plaza, en tanto, también comenzó a ser llamado
Mercado Orrego.
Hacia
1837, los monjes agustinos se trasladaron desde su monasterio en la
Quebrada de San Agustín hasta un costado de la plaza, en la casa
conventual y el templo conocidos después como la Parroquia del Espíritu
Santo. Funcionó allí hasta 1849, cuando fue clausurada la propiedad y
vendida al Estado.
Orrego,
sacerdote, político y catedrático, vivió en el puerto entre 1829 y
hasta 1837, cuando marchó con los soldados chilenos a la Guerra Contra
la Confederación Perú-Boliviana, en calidad de Capellán del Ejército.
Regresó en 1839, al terminar la guerra tras el triunfo chileno en
Yungay, ahora como prebendo de la Catedral de Santiago, como premio a
sus méritos, involucrándose otra vez en cuestiones políticas.
Entretanto, la Plaza Orrego
habría sido el escenario de uno de los fusilamientos más recordados de
la historia: el del Coronel José Antonio Vidaurre y otros asesinos de don Diego Portales, el 4 de octubre de 1837.
Fotografía
de la Plaza de la Victoria y sus estatuas hacia 1888, en el "Álbum
Vistas de Valparaíso", de Félix Le Blanc. Aún no estaban los leones de
concreto, instalados en la remodelación de inicios del siglo XX.
Imagen de la plaza en postal fotográfica de Carlos Brandt, hacia 1905.
La
Plaza de la Victoria sirviendo de área para albergar a los damnificados
por el terremoto de 1906, en imagen publicada por la revista "Sucesos",
después del cataclismo.
Coincidió que, en 1841, la misma Plaza Orrego
sería rebautizada oficialmente Plaza de la Victoria, en alusión al
rotundo triunfo marcial de Yungay, precisamente. Sin embargo, este
nombre ha ayudado a fomentar la burda creencia de que la plaza está
ornamentada con trofeos de guerra traídos desde Lima, según
nuestra impresión, por razones que veremos en este artículo. Ese mismo
año, además, fue cuando asumió la presidencia el General Manuel Bulnes,
precisamente el héroe triunfador de la Guerra contra la Confederación.
A
partir de entonces, la plaza comienza a incrementar su importancia en
la actividad de los porteños, tanto para las reuniones sociales y paseos
como para el comercio y la actividad recreativa. Los trabajos de
rellenos alejan de ella la costa, por esos mismos años, y se aumenta su
área verde entre 1857 y 1858, arbolando sus senderos con acacias y
olmos, aunque después aparecen también naranjos y aromos; son mejorados
sus escaños y espacios para encuentros y retretas, además.
En
1844, se había construido el Teatro de la Victoria y la calle
Chacabuco, al Norte donde se halla la actual Plaza Simón Bolívar,
cerrando la plaza por este costado. Se instaló también una primera
fuente de aguas central, hacia 1850 a 1852 aproximadamente, obra
realizada por don Guillermo Wheelwright. Esta primera pila habría estado
hecha de mármol y tenía taza con dos niveles o platos. Como el suelo de
la plaza estaba un poco bajo con relación al resto de la planta costera
de Valparaíso, sin embargo, hubo episodios de inundaciones en ciertas
ocasiones durante aquel siglo e inicios del siguiente. También se
agregaron los faroles de gas en sus bordes y senderos.
En
su artículo "Plazas y parques de Valparaíso, transformaciones en el
micro paisaje urbano" ("Valparaíso 1536-1986", Instituto de Historia de
la Universidad Católica de Valparaíso, 1987), Luz María Méndez comenta
de un proyecto de remodelación que enfrentó a la Municipalidad con doña
Tomasa Bazán por largo tiempo, siendo resuelto en 1856. Ella era
propietaria de un terreno en el área de la plaza de 36,5 varas, que la
Municipalidad adquirió por dos mil pesos.
En
1864, se colocan las soleras perimetrales. Dos años después, durante el
infame bombardeo de Valparaíso por la flota española, el 30 de abril de
1866, muchos porteños y extranjeros que no alcanzaron a huir a los
cerros, corrieron a refugiarse a la plaza. Sería en esta década que
aparece la ornamentación francesa y la actual fuente en la misma, por
cierto.
En
1872, Recaredo Santos Tornero describe de la siguiente forma a la plaza
-tal como se veía a la sazón- en su "Chile ilustrado", según parecería
cuando aún no era instalada la fuente que actualmente se ve ni las
estatuas, aunque ya precisaremos un poco más al respecto:
La de la Victoria
mide 112 metros de Norte a Sur por 109 de Oriente a Poniente, y tiene
en el centro una hermosa pila rodeada de una explanada formando cuadro y
con 2.600 m. c. de superficie. La explanada está rodeada a su vez de
bancos de hierro, y de una doble hilera que forman a su rededor un
espacioso y cómodo paseo. Los edificios notables que existen en esta
plaza son el magnífico edificio de tres pisos construido recientemente
para el uso de la Municipalidad y varias oficinas públicas, y cuya parte
posterior está destinada al cuartel de Policía; el palacio que a todo
costo levanta el Sr. Edwards; el Teatro, y la Iglesia de San Agustín,
que llama la atención por su enorme torre pegada, como la nariz
histórica de Quevedo, a un pequeño frente de 15 metros.
Era,
a la sazón, el único buen paseo público del puerto y un lugar de
reunión de músicos y bandas, lo que explica la necesidad de las
autoridades por darle mayor ornato y atractivo a este lugar.
Detalle
de la fuente y estatuas en fotografía de la Plaza de la Victoria y sus
estatuas hacia 1888, en el "Álbum Vistas de Valparaíso", de Félix
LeBlanc.
La
plaza después del terremoto de 1906, en detalle de imagen publicada por
la revista "Sucesos". Se observa el antiguo kiosco de hierro, uno de
los postes de alumbrado y, al fondo, el antes lujoso Teatro de la
Victoria, en ruinas.
Entre
1885 y 1886, se realizan nuevos arreglos a la plaza, se renuevan sus
arboledas y se reinaugura el Teatro de la Victoria. Centro de incipiente
actividad bohemia a partir de aquellos años, su forma es mas o menos la
que le reconocemos ahora, con la Fuente Monumental al centro pero
senderos dispuestos formando una "X" hacia ella.
Como
ya han sido instaladas, a la sazón, la fontana, estatuas y glorieta de
la que hablaremos más en la continuación de este artículo (próxima
entrada), quizás era entonces la plaza más importante y bella del
puerto, y una de las más atractivas de todo Chile.
Tras
varias postergaciones, en 1902 se aprobó una nueva remodelación de la
plaza, cuyo aspecto proyectado la prensa de la época comparó con una
versión modesta y a escala de la Plaza de la Concordia de París. El
proyecto, presentado y aprobado por los vecinos durante el año anterior,
pertenecía a don Roberto Nordenflycht. Incluía la distribución de
senderos interiores que actualmente se conserva, pero reduciendo el área
verde.
Correspondió
al veterano de la Guerra del Pacífico y a la sazón Alcalde de su ciudad
natal, Arturo Benavides Santos, no bien asumió, realizar por fin la
refacción en 1903, como parte de un paquete de medidas para hermosear el
puerto. Los trabajos fueron grandes y afanosos, con enormes rellenos de
arenas y remoción de viejas estructuras, causando gran inquietud y
hasta cierto temor en la población. Un anónimo versista de la revista
"Sucesos" escribía ese mismo año:
Estos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora
Campos para trillar, terreno eriazo,
Fue en un tiempo la Plaza de Victoria.
Hubo bancas aquí, allí hubo escaños,
Bronces y estatuas, pero todo en balde,
Pues cayeron al hacha del alcalde.
Campos para trillar, terreno eriazo,
Fue en un tiempo la Plaza de Victoria.
Hubo bancas aquí, allí hubo escaños,
Bronces y estatuas, pero todo en balde,
Pues cayeron al hacha del alcalde.
A
pesar de las desconfianzas, las obras fueron inauguradas en los días de
las Fiestas Patrias de 1903, cuando Benavides acababa de dejar ya su
corta pero enérgica alcaldía. Sí bien se aplaudió la cantidad de bancas
incorporadas, se criticó lo pequeño de los árboles y la falta de
sombras, sin embargo. La misma revista informaba sobre la entrega de la
renovada plaza a la ciudad:
Para
dar mayor realce a la fiesta inaugural se ha acordado la plantación de
una encina que perpetúe el recuerdo y a su alrededor se verificará una
escena infantil, tierna a la vez que sencilla.
Consistirá
ella en un coro entonado por numerosos niños, mientras otros sostienen
una cinta de color ligada al tierno arbolito. Tras de esto el señor
Benavides pronunciará un discurso haciendo entrega al alcalde en
ejercicio de la misión que el pueblo le confiara.
Si
acaso no lo estamos confundiendo, este árbol mencionado es el que
aparece en algunas fotografías hasta tiempos muy recientes, cerca de
donde están los leones del acceso. Habrían sido taladas sus ramas recién
en 2013, según información publicada por la Corporación Patrimonio
Urbano, aunque si correspondiera al que creemos, aún queda parte del
tronco, como un tocón relicario. Aquél fue el año en que se cortaron
también árboles de la Plaza Simón Bolívar, causando gran molestia
ciudadana.
Tras
el terremoto del 16 de agosto de 1906, sin embargo, la plaza debió ser
usada para albergar a los damnificados del sector El Almendral y
establecer algunas secciones de la administración local en medio de la
emergencia. Por algún tiempo se verán en ella improvisados tendales,
rucos y construcciones ligeras. Se instalaron también representaciones
extranjeras para atender a sus paisanos, como el Consulado de Perú, que
debió quedar en una fea pero necesaria casucha, mientras se reconstruía
la ciudad.
El
espacio en ruinas que ocupaba el teatro y el edificio de la Prefectura
terminó convertido en un terreno vacío utilizado como cancha deportiva y
luego para estacionamientos. La flamante sede del enorme Club
Valparaíso, en tanto, que estaba lista para ser entregada en Condell con
la calle de la plaza, acabó destruida y prácticamente inutilizada, ante
la desazón de inversionistas y miembros.
Hacia
1910-1915, sin embargo, se recuperó el terreno del ex teatro haciendo
otra plaza, una suerte de anexo o prolongación de la Plaza de la
Victoria, correspondiente a la Plaza Simón Bolívar. Por entonces, había
varios servicios de tranvías instalados en ella, destacando las líneas
N° 3, N° 4 y N° 5, antecedentes del actual paso de trolebuses eléctricos
que sobrevive estoicamente, pasando por la plaza.
Como
se ve, entonces, a pesar del terremoto, en los años de preparativos
para el Primer Centenario, la Plaza de la Victoria había sido
perfeccionada y decorada enormemente, además de levantarse su nivel y
renovarse sus arboledas por ejemplares más nuevos y bajos. También se
habían instalado los afrancesados faroles de luz eléctrica que pueden
observarse en muchas fotografías históricas del lugar.
La
fuente y las estatuas, además de dos vistas de la plaza, en imagen
publicada en 1910, en "Valparaíso 1536-1910, recopilación histórica,
comercial y social", de Juan de Dios Ugarte Yávar. A la sazón, la plaza
con el aspecto de senderos circulares interiores que aún conserva,
llevaba sólo 5 años de remodelada.
A
la sazón, la Plaza de la Victoria ya era considerada punto limítrofe de
la zona Centro de la ciudad y del Barrio del Almendral, como se
verifica en "Valparaíso 1536-1910, recopilación histórica, comercial y
social" de Juan de Dios Ugarte Yávar, publicado en 1910. Dice allí que
dicho sector céntrico ocupado "por la mayoría de los Clubs Sociales y
por todos los almacenes de artículos de lujo" estaba determinado entre
esta plaza y la de Aníbal Pinto.
Curiosamente, ambas están custodiadas por la presencia de fuentes con
el dios Neptuno, que llegan al puerto por a misma época, según parece.
Además
de las playas, la Plaza de la Victoria seguía siendo considerada uno de
los principales paseos del puerto, junto con el Parque Municipal y el
Parque de Playa Ancha. También eran los puntos escogidos por los
participantes en carnavales como el de la motejada Fiesta de Momo
(Dios del Carnaval) y se elevaban sobre ella globos publicitarios, que
dejaban caer volantes con avisos de casas comerciales para los
paseantes.
Varias
veces fue escenario de encuentros políticos en los años entre las dos
Guerras Mundiales, y es de suponer también que de algún enfrentamiento
entre militantes de partidos, dados los acalorados ánimos de esos años.
Muchos discursos se hacían desde la estupenda glorieta de hierro. Los
desfiles militares, bandas de guerra, ejercicios de bomberos y pasos de
carnavales también se ejecutaban con frecuencia por sus calles
adyacentes. Lo mismo sucedía con las Procesiones de la Virgen del
Carmen, que entraban y salían de la Parroquia del Espíritu Santo. Muchos
hombres ilustres fueron despedidos en este lugar, al dejar este mundo.
A
pesar de todo, su fama de refugio popular, reflejando lo bueno y lo
malo de un puerto, se impuso como principal rasgo en la plaza. Atrajo
así a los infaltables nocherniegos, los vividores y los bohemios que la
venían acompañando desde el siglo XIX y que nunca escasean en los
puertos. Grande fue la congoja de los borrachines, por ejemplo, cuando
en marzo de 1905 se les incendió una de las sedes de sus correrías
frente a la plaza: la cantina "El Sol de Septiembre", justo cuando sus
comensales peleaban con los decretos para clausurar esta clase de
establecimientos.
De
todos modos, era probable que esta y otras tabernas porteñas cayeran al
año siguiente, con el fatídico terremoto. Fue lo que sucedió al "Bar
Inglés", por ejemplo, famoso atractivo del mismo lugar y de mejor pelo
que otros de la plaza, cuyo primer local terminó entonces reducido a
escombros e incendiado.
Por
alguna razón, los músicos populares sentían una atracción romántica
incontenible por este punto de la ciudad de Santiago, y también sus
públicos. Muchos artistas de los circuitos más modestos y lejanos a las
grandes candilejas se relacionaron de una forma u otra con la Plaza de
la Victoria. Si los caballeros mayores, futres y gañanes, no iban a
escucharlos a algún boliche del entorno, se sentaban en las bancas a
alimentar palomas o bien a leer "El Mercurio". Las damas, en tanto,
paseaban juntas o con sus hijos de las manos.
En
1942, el compositor y letrista oriundo de Vallenar, don Víctor Acosta,
compuso en Santiago el famoso vals popular "La joya del Pacífico", al
parecer con colaboración de Lázaro Salgado. Es alternativamente conocido
como "Valparaíso de mi amor" por el remate de los versos donde menciona
precisamente a la plaza de nuestra atención:
La Plaza de la Victoria
es un centro social
o Avenida Pedro Montt,
como tú no hay otra igual,
es un centro social
o Avenida Pedro Montt,
como tú no hay otra igual,
Mas yo quisiera cantarte
con todito el corazón,
torpedera de mi ensueño
Valparaíso de mi amor.
con todito el corazón,
torpedera de mi ensueño
Valparaíso de mi amor.
Esta
canción, contrariamente a lo que se asegura a veces, no fue
popularizada por primera vez por el inolvidable cantante peruano Lucho
Barrios tan asociado al mismo tema, sino que su primera gran acogida fue
en la bohemia y ambiente artístico del propio puerto gracias a un
recordado cantor porteño: Jorge Farías, apodado El Negro, El Ruiseñor y El Ciego
Farías. Esto explica que su versión del tema aparezca en el filme de
Aldo Francia titulado "Valparaíso, mi amor", de 1969. A Perú llegó
gracias a adaptaciones e interpretaciones hechas por artistas como
Carlos Reyes Orué, a fines de los cuarenta, y por Eduardo Zambo
Salas en los sesenta, pero siendo grabada por Barrios recién en 1970,
con lo que se internacionalizó arrastrando en su letra, con ello, a la
fama de la Plaza de la Victoria.
En
esta última época, poco antes del homenaje en la voz del laureado Lucho
Barrios, fue cuando también se instalan las baldosas de diseños
serpenteantes y casi estroboscópicos de la Plaza de la Victoria, dándole
el aspecto más o menos definitivo que sobrevive hasta nuestros días, a
pesar de los grandes cambios del contorno urbano.
Centro
de la plaza con la fuente francesa y la glorieta, atrás a la derecha.
Se observa el diseño de las baldosas, formando líneas onduladas.
Fuente vista desde atrás de una de las Estatuas de las Estaciones.
La
fuente monumental y su pilón de aguas al centro de la plaza.
Antes
de continuar, debe recordarse que uno de los mitos urbanos más atroces,
odiosos y porfiados sobre la historia de Valparaíso, es la gansada
sobre el supuesto origen de la Fuente Monumental y las estatuas
ornamentales de la patrimonial plaza del puerto, como trofeos de la Guerra del Pacífico traídos
desde Lima: como sucedió alguna vez con los Leones de Providencia y
hasta la Fuente de la Plaza de Armas de Santiago, esta memez ha sido
rumiada incluso en guías turísticas, hasta hace pocos años.
Por
mi parte, recuerdo que hasta tuve una fuerte discusión epistolar al
respecto, con un "experto" en temas de historia que se presentaba por
entonces como uno de los asesores de la comisión de investigadores
encargada de identificar los libros de la Biblioteca de Lima que estaban
en nuestra Biblioteca Nacional (nunca verifiqué esta supuesta
referencia profesional, aclaro), devueltos hace varios años ya. Me
reservaré su identidad, pues dudo que siga sosteniendo semejante patraña
y apostaría a que ya se retractó de tales creencias... Salvo que su
ciega militancia en algún círculo político le exija lo contrario, se
entiende.
Parte de la creencia que serían trofeos de guerra
surge, quizás, de otra interpretación errada (o tendenciosa): que se
llamaría Plaza de la Victoria aludiendo a la Guerra del Pacífico
(1879-1884), cuando en realidad se refiere al triunfo de Yungay en la
Guerra contra la Confederación Perú Boliviana (1836-1839), como ya mimos
en la primera parte.
Siendo
esta leyenda negra fácil de desmentir con sólo revisar la prensa de la
época y las fotografías disponibles, se conoce de sobra que la tozudez
ideologizada no interactúa con los argumentos, sino con las pasiones
viscerales y los dogmas monolíticos. De todos modos, insistiremos acá
en que la magnífica gran fuente y los demás ornamentos de la Plaza de la
Victoria son anteriores a la Guerra del Pacífico, como observaremos.
En efecto, las
obras ornamentales de marras -independientemente de lo que algunos
quisiera creer sobre ellas- fueron encargadas a Europa por una gestión
que habría sido iniciada por el ilustre Intendente José Ramón Lira
Calvo. Fuente y estatuas fueron adquiridas por catálogo a la célebre
casa metalúrgica parisina Val d'Onsé, de la que hemos hablado ya en con
relación a sus muchas obras existentes en Santiago.
La
fuente antigua que existía en la plaza, instalada hacía no tantos años
(en 1852, según algunas fuentes), iba a ser reemplazada por la nueva
llegada a Chile e instalada en 1867-1868, aproximadamente o un poco
antes, de hierro bronceado y magnífica factura, aunque debió pasar algún
tiempo desarmada en unas bodegas, esperando la ocasión para que fuese
llevada a su lugar elegido.
El
proyecto de hermoseamiento fue consumado ya en los días de la
administración de don Francisco Echaurren Huidobro, quizás el mejor de
los intendentes que haya tenido Valparaíso en toda su historia. El pago
de todas las obras y la adquisición concluyen hacia 1875-1876, cuando
comienzan a ser instaladas. Los pagos quedaron a cargo de las arcas
municipales, aunque parte de los costos que involucró el esfuerzo de
reforzar el esplendor del puerto, los habría asumido el propio
Echaurren, según se cuenta, tal vez ya en la parte de ejecuciones, tal
como sucedió por esos mismos años con el Intendente Benjamín Vicuña
Mackenna y su transformación del Cerro Santa Lucía en un paseo para Santiago.
Existe
la creencia de que la esplendorosa Fuente Monumental pudo ser instalada
en la Plaza de la Victoria recién en 1877, dato que verifico en
documentos como el catálogo "Monumentos públicos de la V Región de
Valparaíso", del área de historia forense de la Policía de
Investigaciones de Chile, aunque hay testimonios anteriores de ella. No
obstante, la misma fuente aparece en fotografías fechadas en épocas
anteriores a la señalada, por lo que también debe ser revisado este
dato. La retirada fuente anterior, de naturaleza escultórica como hemos
dicho, sería la misma que se trasladó después dentro de la misma ciudad o
a Limache, según Patrimonio Urbano y otras fuentes consultadas,
existiendo otra ambigüedad en la información disponible sobre este
punto.
Lo
que tenemos por seguro, por ahora, es que la obra corresponde al mismo
modelo de enormes fontanas artísticas que existen también en la avenida
Córdoba de Buenos Aires, en el Place de l'Assemblee Nationale en Quebec,
otra del Boston Common en Massachusetts, en Champagne, Bordeaux,
Liverpool, Genève y Tasmania, entre varios otros sitios. Hemos descrito
sus características al referirnos a la que existe en Tacna, Perú,
denominada allá Fuente de los Dioses del Mar, correspondiente a otra del
mismo diseño.
Se
trata de una fontana basada en la obra del escultor Mathurin Moreau de
1854, cuyo primer segmento sobre el pilón de aguas está custodiado por
las figuras de cuatro dioses clásicos de aguas y mares:
- Neptuno: o Poseidón, el señor soberano de los mares del mundo.
- Anfítrite: o Salacia, su hermosa nereida y amada esposa.
- Acis: dios del río homónimo en Sicilia, cercano al Etna, a veces asociado a la imagen de Tritón.
- Galatea: nereida amante de Acis y creadora de su río, que a veces se interpreta como Roda, hija de la pareja de reyes marinos.
Cabe
comentar que las imágenes de Neptuno y Anfítrite son las mismas que
pueden verse en la fuente a espaldas del Cerro Santa Lucía
de la ciudad de Santiago, en Victoria Subercaseaux llegando a Merced, y
que antes pasaron una larga vida en el Parque O'Higgins (ex Parque
Cousiño).
Sobre las cabezas los mencionados dioses, se extiende un gran plato octogonal cuyo diseño parece aludir al reloj solar horologion
y los ocho dioses cardinales de la Rosa de los Vientos (Bóreas,
Austros, Euro, Céfiro, Cecias, Apeliotes, Coro y Libis). Le sigue un
nivel de cuatro niños con aspecto de querubines sobre peces de diseño
barroco, de espaldas entre sí y tomándose las manos, y sobre ellos un
plato menor, remata en la parte más alta con una forma de ánfora con
grutescos y surtidores de agua, a más de seis metros y medio de altura.
La
fuente fue restaurada recientemente, en el verano de 2015, ocasión en
la que se le dio mantención y también se recuperó un antiguo pozo de
aguas para riegos. En general, el estado de la plaza y su fontana es
bastante positivo y prometedor, a diferencia de otras áreas verdes del
puerto.
La fuente y el centro de la plaza con sus actuales faroles.
Los dioses clásicos de aguas y mares, en la base.
Los dos niveles de platos de aguas de la fuente francesa.
Las
estatuas denominadas las Cuatro Estaciones, en tanto, formaron parte de
las mismas adquisiciones a Francia del siglo XIX y están dispuestas
alrededor de la fuente, en los bordes de los senderos que llegan al
círculo central, constituyendo otro de los símbolos más potentes de la
Plaza de la Victoria y de toda la iconografía turística o cultural de
Valparaíso.
Llamadas
también las Cuatro Diosas o las Cuatro Mujeres, si bien el diseño varía
en cada representación, el concepto ha estado presente o interpretado
en muchas otras plazas y parques de Chile, como la de Copiapó, la de
San Felipe, en el Cerro Santa Lucía de Santiago o en la Plazoleta de
Santo Domingo en La Serena. Las fundiciones artísticas francesas fueron
grandes promotoras de este concepto, por cierto.
Ha
habido algunas discrepancias sobre la identidad de las alegorías de
Valparaíso, por lo que nos remitimos a la información oficial del grupo
escultórico original, también obras de Mathurin Moreau. Las de la plaza
porteña, entonces, con cerca de dos metros y medio o más de altura sin
contar el alto de los plintos, tienen las siguientes características:
- La Primavera: es la más joven y ligera de ropas de las muchachas, sosteniendo con sensualidad una flor con su mano derecha, que ha sacado de un ramillete completo que tiene en la izquierda. Se ubica hacia la esquina de Condell con Edwards.
- El Verano: es una mujer más sobria, con un peinado en tiara y vestida con ropas sencillas, que sostiene en su mano derecha unas mieses. Se sitúa hacia la esquina de Edwards con Chacabuco.
- El Otoño: es una dama alta y sofisticada, con un peinado con tocado o diadema de hojas y unas frutas en su mano izquierda. Se ubica hacia la esquina de Condell con Molina. Las frutas, sin embargo, inducen a muchos a interpretarla como el Verano.
- El Invierno: es la que se ve más madura y de cabello largo, con un vestido de manto que tapa parte de su cabeza y envuelve su cuerpo doblado, mientras calienta sus manos con un pequeño brasero. Se encuentra hacia la esquina de Molina con Chacabuco.
La
información disponible señala que la primera imagen del grupo fue
instalada en su pedestal el 6 de febrero de 1877, con gran atención y
aplauso de la ciudadanía, aunque a la prensa no le agradó su
emplazamiento y lo criticó. Sin embargo, perturba que aparezca en
fotografías tomadas por el británico George Fowler Hastings, junto a la
fuente, una década antes. Como curiosidad, además, cabe observar que
estas estatuas hoy están dispuestas de frente hacia la Fuente
Monumental, desde sus respectivas posiciones dentro de la plaza; sin
embargo, al observar imágenes antiguas de la plaza se advierte que su
posición estuvo en algún período dándole la espalda a la fontana, según
parece.
Adicionalmente,
existen ciertas interpretaciones imaginativas sobre lo que
representarían realmente estas estatuas y su disposición en la plaza,
particularmente asociándolas a la simbología masónica. Sí es un hecho
que la calle Victoria fue importante para la Logia en el puerto, con más
de alguna sede y club por el sector.
Los
terremotos del 8 de julio 1971 y del 3 de marzo de 1985 causaron daños
en las estatuas del Invierno y el Verano, respectivamente,
derrumbándolas de sus pedestales. Curiosamente, cada sismo atacó a la
estatua que correspondía a la estación del año en que sucedió, cosa que
antes era comentada con extrañeza por los porteños. Por las postales que
existen, se observa también que después de estos episodios sísmicos
fueron cambiados los pedestales de todas las estatuas, que antes eran de
considerable mayor altura, hoy reducidos a un plinto graduado.
La Primavera.
El Verano.
El Otoño.
El Invierno.
Con
estos conjuntos ornamentales de los años previos a la Guerra del 79,
también se instaló un hermoso kiosco de música a un costado de la plaza,
otra pieza metálica de fabricación francesa con claras influencias de
la Escuela de Gustav Eiffell, que se ubicaba en donde está actualmente
una glorieta más moderna y menos espectacular.
Según
autores como Baldomero Estrada, en su "Valparaíso: sociedad y economía
en el siglo XIX", la llegada de este kiosco tiene lugar en 1876, cuando
se levantaron varios odeones y glorietas de este tipo en las plazas del
puerto, destinados a servir de pequeños escenarios para las orquestas de
músicos. Su belleza recuerda otras obras del mismo tenor artístico,
adquiridas en Chile por el mismo período de grandes remodelaciones
urbanísticas en las ciudades, impulsadas por visionarios como Vicuña
Mackenna.
El
hermoso kiosco-glorieta de la Plaza de la Victoria, muy francés y
victoriano en sus líneas de diseño, fue levantado al poniente dentro de
la cuadra ocupada por la misma plaza. Era de dos niveles, a diferencia
del actual, con una escalera de acceso. Motivos de sus forjas en
enrejados y pretiles parecen ser los mismos o muy parecidos a los que se
pusieron en algunos lugares de los jardines de la plaza y sus senderos,
contorneándolos, y que todavía se observaban en imágenes de los tiempos
cercanos al Primer Centenario.
Por
las mismas fotografías antiguas, sin embargo, se verifica que,
originalmente y desde que fuera instalado, el viejo kiosco era más bien
una plataforma elevada de arquitectura modular en hierro, sobre la cual
se instaban bandas y oradores de mítines políticos.
Sin
embargo, hacia 1910 aparece ya con un singular techado de vertientes
muy apropiado a su estilo romántico y neoclásico. Según la comentada
información publicada en el sitio de la Corporación Patrimonio Urbano,
este cambio habría tenido lugar en 1903, con las mejoras realizadas y
entregadas en septiembre de ese año y que incluyeron la instalación de
esta cubierta, aunque tendemos a creer que su aspecto final resultó más
bien de la gran intervención de 1905 o una posterior.
El
kiosco sigue observándose en las imágenes por largo tiempo más, hasta
la modificación de los años sesenta que cambió el pavimento de la parte
dura de la plaza por los pastelones en diseños estroboscópicos y
ondulantes. Según parecería, en aquella época o después es reemplazado
por la actual glorieta con una construcción posterior, diría que en la
década siguiente, de menor altura y más sobria, aunque recuerda un poco
en sus líneas al excelente pieza anterior.
Detalle del remate de la fuente de aguas.
Los
leones habrían sido instalados evocando a los del desaparecido Teatro
de la Victoria, según ciertas fuentes, aunque en algunas imágenes los
del teatro aparecen de pie. Se observa también el diseño de las baldosas
incorporadas en los años sesenta. Entre ambos felinos, al fondo,
creemos que están los restos de la encina trasplantada en la
inauguración de los trabajos de 1905.
Vista de ambos leones. Al fondo, la actual glorieta de la plaza.
Otras
estatuas del conjunto del parque y que muchos confundieron algunas
veces con las Cuatro Estaciones, de esta misma época y partidas,
corresponde a las alegorías de las actividades que dieron prosperidad a
Valparaíso:
- Marinería
- Agricultura
- Industria
- Comercio
Empero,
por haber quedado dispuesta en lo que es la actual Plaza Simón Bolívar,
prefiero referirme a ellas en una futura entrada y no en ésta sobre su
vecina más vieja.
Como
a muchos otros edificios del entorno, el terremoto del 16 de agosto de
1906, destruyó -esta vez para siempre- al histórico Teatro de la
Victoria. Por esta razón, al ser demolidas sus ruinas y las del vecino
edificio de la Prefectura, se habrían trasladado figuras ornamentales
del edificio como unos leones del acceso del siniestrado teatro, cerca
de la época en que se construyeron otros en una ya desaparecida doble
pila espejada de aguas en la Plaza de la Victoria, donde permanecen
hasta ahora. Según antiguos vecinos, serían una evocación a esos mismos
leones, por lo tanto.
Siempre
han existido leones vigilantes en la plaza de alguna forma, entonces,
por curiosa simbología, otro elemento que algunos sospechaban
relacionado con iconografía de logias y sociedades secretas. Los
originales del teatro, de tipo florentinos, fueron a parar al Parque
Italia, según parece.
Como
no podían faltar, sin embargo, algunos mitómanos también han caído en
la tentación de señalar aquellos leones echados sobre pedestales y
vigilantes de la Plaza Victoria, al igual que otros ubicables dentro del
puerto, como otros "recuerdos" traídos por la soldadesca desde Perú,
cuando se trata en realidad de figuras de concreto, en este caso.
Y
aunque no sean piezas de naturaleza artística como las Cuatro
Estaciones o los leones, sino más bien piezas funcionales, no podríamos
concluir este artículo sin comentar algo también sobre los elegantes
faros de iluminación del lugar: tras las mejoras de la Plaza de la
Victoria en 1905, fue instala la luz eléctrica en reemplazo de los
viejos faroles del siglo anterior. Sin embargo, los postes de luz la
plaza que se observan en muchas fotografías de la primera mitad del
siglo XX, se habían instalado hacia fines de los años veinte, aunque
fueron reemplazados en los años sesenta, manteniendo su estilo clásico
europeo.
Ya
para concluir, es algo sabido que durante la Guerra del Pacífico y
hasta terminado el conflicto, la Plaza de la Victoria fue lugar de
muchos homenajes públicos a los batallones y regimientos que llegaban
desde el Norte y desembarcaban en el puerto. Esto pudo haber abonado a
la leyenda de que su nombre alude a la victoria en dicha guerra o que
sus ornamentos proceden de Perú, como vimos.
A
la majadería a veces sólo se puede responder con más majadería, así que
insistimos en que documentos como el "Álbum Valparaíso Panorámico", de
la Municipalidad de Valparaíso (1924), señalan perfectamente que las
obras artísticas de la plaza fueron adquiridas por la autoridad para
mejorar el aspecto de la ciudad en años anteriores a la conflagración.
Además, estas adquisiciones no fueron sólo para la Plaza de la Victoria:
está el caso de la Estatua de Colón, ubicada primero en calle Victoria
(luego llamada Pedro Montt) y trasladada hasta la avenida Brasil, y la
Alegoría de la Justicia de la Plaza de los Tribunales, cuya extraña
actitud ha hecho correr la leyenda de que fue instalada por un adinerado
señor que se sintió atropellado por un fallo injusto.
Curiosamente, tanto Colón como La Justicia también han aparecido señalados como otros trofeos de guerra,
en el incorregible e irrenunciable chisme con ladinas pretensiones
historiográficas que se ha buscado arrojar también en la sempiterna y
cultural Plaza de la Victoria.
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