LEYENDA Y LEGADO DEL PADRE NEGRO (PARTE V): SEPULTURA Y ALTAR DE UN SANTO POPULAR EN EL CEMENTERIO DE CALDERA
El
Mausoleo del Niño Jesús de Praga, tras la vieja reja del cementerio.
Afuera, frente a los nichos, el pedestal con busto del Padre Negro.
Coordenadas: 27° 4'0.31"S 70°48'50.66"W
No
recuerdo haber publicado en este blog tantos artículos relacionados con
la semblanza de un personaje en particular. Cinco partes, en este caso,
dedicadas a la leyenda y legado de Fray Crisógono Sierra y Velásquez,
el llamado Padre Negro de Atacama llegado en los años 20 a Copiapó y
Caldera, que dejara una tremendo recuerdo en la historia de la Orden de
San Francisco y sus obras por toda la provincia de Norte Chico de Chile.
La
biografía del sacerdote colombiano incluye sus grandes obras en la
Gruta del Padre Negro de Caldera y el Cerro de la Cruz de Copiapó,
además de supuestos atributos sobrenaturales y milagrosos que se le
adjudicaron en vida.
Este capítulo viene a ser algo así como
una prolongación del anterior referido a sus dotes de hombre santo pero
ya a partir de su fallecimiento, manifiesta en la devoción que aún le
profesan los fieles a su tumba y a su memoria, en general.
La
sepultura de nuestra atención está en el Cementerio Municipal de
Caldera, conocido también como el Cementerio Laico. Se la halla muy
visible en el frente del camposanto, hacia calle Diego de Almeyda. Esta
necrópolis es sumamente curiosa pues, además del verdadero santuario en
que se ha convertido su nicho, abriga en su recinto varias leyendas y
sabrosos mitos urbanos, que van desde el supuesto mausoleo del "vampiro"
Gabriel del siglo XIX, hasta las noticias de apariciones de una niña
fallecida de nombre Antonella, jugando entre los pabellones y tumbas.
Algún día publicaré algunos textos acá mismo, referidos a estas leyendas
calderinas en particular.
Para contextualizar, Fray Crisógono falleció inesperadamente en la casa parroquial de Caldera el Padre Negro,
al amanecer del 3 de julio de 1945, traicionado por su propio corazón
generoso. Al conocerse su partida, el duelo allí en el poblado y en la
ciudad de Copiapó fue enorme, pues ambas metrópolis de tierras mineras
sentían esencialmente suyo al ilustre sacerdote franciscano, que por
tanto tiempo había sido parte de la historia de la propia provincia. De
hecho, los habitantes de ambas ciudades llegaron a disputarse el honor
de sepultarlo en su respectivo suelo, cada quién con sus argumentos al
respecto.
Retrato
del Padre Negro en su venerado nicho de Caldera. Muchos devotos
acarician la imagen como parte de sus protocolos de rogativas y petición
de favores.
Vista lateral del mausoleo y el busto de Fray Crisógono.
Detalle de la torreta con vitrina, cúpula e imagen del Niño Jesús de Praga.
La
congoja fue tal en aquellos grises días de duelo, que los estibadores
de muelle y los pescadores paralizaron durante esos días. El comercio no
abrió y se recuerda que los niños se quedaron encerrados en sus casas,
sin salir a jugar, enterados de la partida del querido padre. Sólo sus
amigos y hermanos de orden se reunieron y permanecieron totalmente
activos, preparando las exequias en la Iglesia de Caldera.
Fue
inevitable, entonces, que el lugar de su sepultura siguiera siendo
discutido alrededor de su propio velorio. Aunque los franciscanos de
Copiapó habían dispuesto de su mausoleo en el cementerio local para su
última morada, la comunidad de Caldera exigió a coro que sus restos
permanecieran en aquel lugar, particularmente en uno de los nichos que
él mismo había construido con sus amigos obreros y albañiles en el
Cementerio Municipal, en el Mausoleo del Niño Jesús de Praga,
precisamente donde permanece hasta ahora.
A
mayor abundamiento, este mausoleo neoclásico del cementerio, hecho para
gente menesterosa y de su feligresía, habría sido levantado como parte
de sus muchas obras a favor de la comunidad calderina, partiendo por la
Gruta de Lourdes que hoy lleva su nombre y que cobija también un altar
en su recuerdo, lleno de placas de agradecimientos.
Curiosamente,
esta gruta y el cementerio de marras, están considerados como los
puntos limítrofes del casco histórico de Caldera, por lo que la
presencia de Fray Crisógono se encuentra en los deslindes de ambos
extremos. Esto suena como otra razón para considerar acertada la
decisión del obispado, al dejar sus restos en la localidad costera.
Nicho del Padre Negro.
Vista lateral, con las placas invadiendo otros nichos.
Otro ángulo de las placas alrededor del nicho del sacerdote.
La
factura de este mausoleo es de albañilería sobre planta rectangular,
con una cruz y una hermosa torreta con cristales formando una especie de
vitrina sobre el nivel de sus cornisas, con la imagen del Santo Niño
Jesús de Praga en su interior. Encima de esta estructura, hay una cúpula
esférica de orden bastante libre, con relieves florales y una esfera
como remate. Los vértices están adornados con toscas pilastras
decorativas de pequeño tamaño, parecidas a las que dividen los nichos
entre sí, aunque muchas de ellas ya han desaparecido.
Los cientos de devotos del Padre Negro
han convertido la sepultura en un recargado altar popular y una animita
milagrosa colmada de ofrendas, retratos y agradecimientos por favores
concedidos, invadiendo el espacio de los demás nichos y hasta parte de
las caras laterales del mausoleo. No sabemos si la iglesia católica vio
con buenos ojos el que la tumba se convirtiera en esta animita, sin
embargo, pero claramente ha cedido a esta expresión popular de devoción y
cariño. Sí se sabe que había tal paranoia por la posibilidad de que sus
huesos fuesen robados y convertidos en reliquias o llevados
furtivamente hasta el cementerio de Copiapó, que muchos calderinos
organizaban verdaderas cuadrillas para vigilar su sepultura, de día y de
noche.
Como
este nicho da hacia la explanada frente al cementerio, está visible al
público incluso cuando está cerrado el recinto. Los agradecimientos de
las placas que pueden leerse en él no especifican el favor concreto,
pero parece ser que algunas se relacionan con peticiones de salud y de
protección. A un costado se ha puesto un templete de hormigón con dos
cámaras para la colocación segura de velas como ofrenda, además.
También
a un lado del mausoleo, sobre la pared exterior de la administración
del cementerio, existe una pequeña vitrina doble con interesante
biografía del hombre santo (no muy extensa, pero más completa que varias
otras publicadas) y algunos de sus objetos religiosos personales u
ofrendados, como rosarios, cruces, escapularios y colgantes, acompañados
de un par de fotografías históricas. Un poco expuesta, para nuestro
gusto e inquietud.
Acercamiento a las placas de agradecimiento.
Otras
placas ya van siendo colocadas por el costado del mausoleo. Se observa
la casucha para velas, a la derecha en el borde pasillo.
Pequeña vitrina junto a la caseta administrativa, con biografía y algunos objetos religiosos relacionados con el Padre Negro.
En
tiempos posteriores, se ha colocado afuera del perímetro del cementerio
pero enfrente de su nicho, un busto del Padre Negro hecho en bronce y
que permite las ofrendas y rogativas al exterior del camposanto. La
pieza se suma a otras parecidas que se encuentran en el altar suyo de la
Parroquia de San Francisco en Copiapó y en la Gruta del Padre Negro de Caldera,
también mostrando su busto. Los visitantes llegan día y noche hasta
este sitio, como podrá suponerse, y las rutas turísticas dedicadas a
Fray Crisógono en el puerto -que asoman aún tímidamente- terminan
necesariamente en este solemne punto de la urbe.
Aunque jamás se inició un proceso de beatificación del Padre Negro,
su fama de milagroso de santo popular provoca que se realicen
procesiones y romerías anuales a esta sepultura, con bailes religiosos
hasta su tumba, además de las misas conmemorativas y responsos de la
comunidad cristiana en el templo de San Vicente de Paul. En el
aniversario de su fallecimiento y alrededor de la misma fecha, por
ejemplo, tienen lugar procesiones con presentación de bailes
(generalmente, cuatro sociedades religiosas de Caldera) y de grupos
musicales locales, que entregan al cementerio gratas jornadas de cuecas y tonadas dedicadas al insigne religioso.
Para
felicidad de los habitantes de Caldera, Copiapó y otras localidades
cercanas, aún quedan testimonios de ancianos sobrevivientes, que
alcanzaron a conocerlo y presenciar las obras que le han dado
perpetuidad a la memoria de uno de los personajes más interesantes y
misteriosos de la historia de la religiosidad en Chile.
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