EL RELOJ DE COYA SUR: LA TORRE CON EL GRAN TIEMPO DE LA INDUSTRIA SALITRERA EN LA PAMPA
La
torre del entonces llamado Reloj Inglés, en la oficina Coya Sur, sobre
la pulpería y enfrente de la plaza. Fuente imagen:
sitio Rememoranzas Lampinas.
Coordenadas: 22°05'38.4"S 70°12'14.4"W
La
esquina de avenida Arturo Prat con Baquedano, en la nortina ciudad de
chilena de Tocopilla, lleva tiempo señalada y dominada por la torre de
madera del Reloj de Coya Sur o Reloj Inglés, bella y nostálgica reliquia
sobreviviente del pasado salitrero de la Región de Antofagasta, situada
a un lado de la Escuela Carlos Condell y a pasos de los muelles.
Como
pertenece a la misma época y estilo de influencia georgiano-victoriana,
aunque con marcados toques arábico-hispánicos en su caso, el Reloj de
Coya Sur tiene algunas tenues semejanzas con el de la Plaza Prat de Iquique.
Si bien no llega las proporciones de este último, compensa su falta de
mayor altura con detalles de interés arquitectónico notables, como sus
balcones, dinteles neoclásicos en el segundo nivel y su cúpula de bulbo
cuadrado en la cúspide.
La
historia de este particular reloj comienza en la Oficina Salitrera Coya
Sur, ubicada unos 70 kilómetros al interior de Tocopilla, al Sur de la
oficina y poblado de María Elena y muy cercano también al de Pedro de
Valdivia. Dicho campamento minero había sido fundado tras la adquisición
de terrenos en 1909 por parte de la compañía Anglo Chilean Nitrate & Railway.
Según informa el exhaustivo investigador Damir Galaz-Mandakovic en
"Reivindicación del patrimonio tangible de Tocopilla", los loteos se
hicieron sobre un terreno denominado entonces Providencia, perteneciente
a una de las antiguas concesiones que había otorgado allí el Gobierno
de Bolivia (durante la vigencia de los tratados de 1866 y 1874, antes de
la Guerra del Pacífico), construyéndose así en ella la llamada Oficina
Coya, que quedó concluida en 1912 y se ocupó de la explotación del Salar
de Miraje.
Con
500 trabajadores en su puesta en marcha, llegó a producir 72 mil
toneladas anuales de salitre. Sin embargo, desde antes de concluidas las
obras de construcción de la oficina y sus villas, los propios
trabajadores organizaron una rauda colecta pública para comprar, luego
de unos dos meses, un reloj con campanario en 1911, traído desde
Inglaterra a Valparaíso y desde allí a Tocopilla. Fue instalado en la
ciudadela enfrente de la plaza, encima de la principal pulpería del
pueblo.
Aunque
serviría como elemento ornamental y símbolo arquitectónico de la misma,
volviéndose punto de referencia y lugar de encuentros, su presencia
allí en el campamento se debía a algo bastante funcional: a falta de
relojes y alarmas propias, los trabajadores habían organizado esta
adquisición para no volver a quedarse dormidos ni llegar atrasados a sus
faenas. Esto fue siempre un motivo de orgullo obrero entre los
empleados locales del caliche, al haberlo conseguido por sus propios
medios y sin favores de patrones.
La
hermosa pieza de madera de pino Oregón consta de tres segmentos
definidos y montados, con balcones volados de balaustras en los niveles
segundo y tercero. En este último se encuentra el reloj Big-Ben,
visible en las cuatro caras, rematado por la cúpula de influencia
arabesca sin aguja, superior a los 15 metros. Su campanario señalaba con
la acústica horas en el día y la noche, llenando de gratos sonidos el
pueblo completo y ordenando las vidas de sus residentes.
Cabe
comentar que el estilo del reloj, sin embargo, ha creado algunas
discrepancias entre algunos investigadores, no estando todos de acuerdo
en algunos aspectos sobre el mismo. Tal es el caso del coyino
originario Ramón Contreras, vinculado a la Agrupación de hijos y amigos
de Coya Sur. Para él, los elementos hispánicos y arábigos de la torre
son demasiado fuertes como para considerar que el diseño del mismo sea
esencialmente de origen inglés. Conocemos otras versiones según las
cuales el mecanismo del reloj sería el elemento británico principal,
mientras que el diseño de la torre tendría influencias o facturas más
locales, supuestamente, aunque no podemos aportar más al respecto.
Vista
de las instalaciones del campamento salitrero y la torre del reloj, con
los colores que tenía en sus últimos años de servicio en la oficina.
Fuente imagen: Tocopillaysuhistoria.blogspot.com de Dr. Damir
Galaz-Mandakovic (Archivo Coyino Néstor).
Acercamiento
a la estructura completa del Reloj de Coya Sur, antes de su traslado a
Tocopilla. Fuente imagen: Tocopillaysuhistoria.blogspot.com de Dr. Damir
Galaz-Mandakovic (Archivo Coyino Néstor).
El
Reloj de Coya Sur durante un período en que estuvieron sus maderas de
pino Oregón luciéndose en sus colores originales. Fuente imagen:
Antofagastaturismo.cl.
La
torre del Reloj de Coya Sur ya instalado en Tocopilla, con su aspecto
antes de las últimas restauraciones y pinturas. Fuente imagen: "El
Mercurio de Antofagasta" (2004).
Renombrada como Coya Sur para diferenciarla de la Coya Norte fundada por la Anglo Chilean Consolidated Nitrate Corporation
en 1926, actual María Elena, la época de esplendor de la salitrera tuvo
una primera caída con la debacle de la industria en la Gran Depresión.
Paralizó sus actividades en 1931, y aunque muchos de sus primeros
residentes se marcharon para siempre del lugar, la incorporación de
tecnologías de evaporación solar para la obtención del salitre le
permitió reanudar actividades a menores costos de producción, en 1950.
Galaz-Mandakovic informa que llegó a tener 15 habitantes, durante esta
segunda y próspera vida, en donde el reloj siguió orientando
cronológicamente el día a día de los muchos trabajadores y sus familias.
La
oficina se mantuvo activa hasta 1974, cuando volvió a cerrar, y esta
vez para siempre. Tiempo había pasado ya desde la época de oro del
salitre chileno.
Así se fue deteriorando hasta convertirse en otro de los tantos pueblos
fantasmas del Norte Grande de Chile, perdiéndose mucho de ella en los
años posteriores.
En
1981, y comprendiendo que la torre del reloj estaría condenada si
quedaba abandonada solitariamente allá en Coya Sur, la empresa Soquimich (SQM),
a cargo del excampamento, donó la pieza la ciudad costera de Tocopilla,
siendo desmontada después en sus tres niveles y trasladada desde allí.
La decisión coincidía con el desarme del antiguo campamento de Coya Sur,
operación iniciada ese mismo año y que se prolongó hasta el siguiente.
La
municipalidad Tocopillana destinó una pequeña plazoleta al lado de la
escuela para colocar la simbólica reliquia, vanidad del soberbio pasado
minero de la provincia. Ya a fines de 1983, los trabajos llamaron la
atención de la comunidad tocopillana y comenzó a cundir la expectación
en la prensa, por la torre que iba a ser instalada al año siguiente.
Algunos de los habitantes del puerto eran, además, exresidentes de Coya
Sur o sus descendientes, aunque en honor a la verdad, muchos de ellos no
vieron con gusto el desmantelamiento del campamento, ni el traslado de
la pieza.
Tras
varias gestiones realizadas por el alcalde Casimiro Busanich Budinich
para el traslado y la instalación, la torre del reloj fue inaugurada
allí el 29 de septiembre de 1984, aunque se debieron realizar algunos
cambios para poder montarla, como el reemplazo de la base original por
una nueva y más resistente.
Cabe
observar que su cercanía a la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del
Carmen, a la desaparecida Aduana, a la Cárcel Boliviana
y a la propia Plaza de Armas de Tocopilla, entre otros puntos de
interés dentro del radio urbano, puso al reloj rápidamente en el
circuito de atracciones turísticas del lugar, hasta nuestros días.
En
la misma ocasión de ser entregada la torre a la ciudadanía, se instaló
sobre sus maderos una sencilla placa conmemorativa con el siguiente
mensaje, que todavía se puede leer en ella:
Caliche,
antiguo y actual, de arisco temple formado en las secretas entrañas de
la tierra, quizás qué viento, qué sol, qué rayo incandescente te dio el
principio vital que tu alma encierra.
29 de Septiembre de 1984.
Otra placa de factura más resistente y sólida, dice también en el monumento, donde permanece empotrada:
RELOJ SÍMBOLO MINERO DE LA PAMPA SALITRERA, MARCÓ LA HORA INFINITA EN LA OFICINA COYA SUR.
DONADO A LA CIUDAD POR S.Q.M.
SEPTIEMBRE DE 1984
Originalmente,
al conjunto de la plaza se habían colocado alrededor del reloj cuatro
piedras de caliche representando el próspero pasado de la industrial en
las vecinas oficinas de Coya Sur, María Elena, Pedro de Valdivia y
Francisco Vergara. Sabemos también que han existido intenciones de
declararlo Monumento Histórico Nacional, especialmente a inicios del
actual siglo, pero nada se ha concretado hasta este momento, por alguna
razón que desconocemos.
Lamentablemente,
controversias posteriores, maltratos y el propio envejecimiento de la
torre han provocado algunas polémicas con respecto a su mantención y a
la permanencia de la misma en su segunda ciudad de acogida. La ubicación
en un sector tan cercano al aire salino y húmedo de la costa tampoco
fue astuta, a juicio de los críticos, pues esto habría contribuido a la
paulatina destrucción de sus materiales.
Tampoco
han faltado los que reclaman desde que llegó a Tocopilla, que la torre
merecía estar más bien en la plaza de María Elena, única de las
mencionadas cuatro salitreras del sector que aún sigue activa. Incluso
hubo una campaña de la municipalidad de María Elena, dirigida por su
alcalde Jorge Godoy Bolvarán, y de algunos medios de prensa, para
llevarla hasta allá, generando grandes expectativas entre los habitantes
de esa localidad en medio de la pampa desértica. Esto ocurría hacia
2008, pero quizás con miras a lograr su traslado en el centenario del
reloj. Ya había sucedido lo mismo antes, con el kiosco o glorieta de la
plaza de Coya Sur, que fue traslado hasta María Elena.
Las
partículas de salitre que llegan desde las cargas en los muelles fueron
adhiriéndose a parte de su estructura en algún momento, según se
advirtió. Observa Galaz-Mandakovic que este mismo problema fue lo que
facilitó la combustión y destrucción del edificio de la Aduana de
Tocopilla en 1990, a sólo una cuadra de distancia, a partir de una
chispa. Quizá por esta razón le fue retirada la capa de pintura y quedó
por algún tiempo su madera sin revestimiento, más o menos en la misma
época que María Elena reclamaba para sí este recuerdo de la epopeya
salitrera.
Afortunadamente,
se le ha dado mantenimiento al reloj en años posteriores, en especial
con motivo del Bicentenario Nacional y el de su propio centenario en
2011. Aunque sus colores no son los originales, también se le otorgaron
manos de pintura y mejoramientos a su aspecto gallardo y elegante, allí
en la avenida Prat.
Con
las restauraciones, se le adicionó también una placa del Consejo
Regional de Antofagasta con una síntesis de su historia, en el marco de
los preparativos y aportes de la Comisión Bicentenario, recuperando su
esplendor y haciendo parecer difícil ya que sea trasladado de la ciudad o
que la comunidad tocopillana acceda a tal idea.
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