UN REGISTRO GRÁFICO DE LA EROSIÓN EN EL VALLE DE LA LUNA

 
Imagen de la formación en revista "En Viaje" de noviembre de 1959.

Coordenadas: 22°55'11.09"S 68°19'4.87"W
Ciertas estructuras naturales del Valle de la Luna, al interior de Calama, parecen tener su tiempo contado, ajenas a la protección que le da ser parte de los sectores pertenecientes a la Reserva Nacional los Flamencos, además de Santuario de la Naturaleza, allí en la vecindad de San Pedro de Atacama. Sucede, pues que la erosión ambiental, surgida de la combinación del clima extremadamente desértico y los vientos del valle arrastrando los mismos materiales salinos y abrasivos que le dan su característico aspecto, han ido gastando paulatinamente alguna de las principales formas naturales que inspiraron el nombre del Valle de la Luna.
La erosión eólica siempre ha estado presente en el sector. Fue ella la que otorgó a la llamada Cordillera de la Sal, a la que pertenecen estas formaciones, sus caprichosas siluetas, casi artísticas y de gran atractivo para los turistas. El problema es que estas fuerzas naturales no han cesado de intervenir sobre el paisaje y mucho de lo que se ve ahora es lo que está en proceso de desaparecer, al continuar la influencia de los vientos abrasivos sobre las mismas.
El ejemplo más evidente quizás sea el que he colocado en estas dos fotografías, correspondientes a las “esculturas” que han sido famosas en las postales del Valle de la Luna y que han recibido distintos nombres a lo largo de su presencia allí como atractivos para los viajeros:  Las Tres Marías, principalmente, pero también Las Tres Vírgenes, Los Dedos, Las Columnas, etc. Personalmente, encuentro también un sorprendente parecido entre estas formaciones y los famosos Pilares de la Creación, observados y fotografiados con el telescopio espacial Hubble  en la nebulosa Águila.
 
Fotografía publicada a principios de los años ochenta en la enciclopedia “Chile a Color” de la Editorial Antártica. Probablemente, la imagen pertenezca a unos 30 años antes, aunque previa a la blanco y negro de revista "En Viaje", juzgando el menor grado de destrucción.
 
Las rocas, en fotografía tomada por mí en febrero de 1997. En lo sustancial, no había cambiado mucho su aspecto durante mi tercera visita al lugar en 2001, pero no cuento con imágenes propias de aquel momento que permitan ver su estado actual.
Otra imagen, esta vez de 2009 (gentileza de Pablo Bertranine). Se observa efectivamente cómo ha continuado la degradación de la estructura, además de un pequeño tambillo o cerco construido para evitar que se acerquen los curiosos, seguramente considerando también la posibilidad de que sean intervenciones humanas las que estén ayudado a destruir este monumento natural.
Finalmente, en mi visita a fines de 2018. La columna pequeña de la izquierda, prácticamente ha desaparecido ya... ¿Bastará con la erosión ambiental para explicarlo?
El material de rocas salinas, yeso y sal que se encuentra en las estructuras del valle, no es de gran resistencia. A decir verdad, bastarían las manos o a lo sumo una herramienta simple para desprender grandes pedazos de ella si algún vándalo se lo propusiera. Escuché alguna vez que parte del trabajo de destrucción podrían haberlo hecho malos turistas deseosos de llevarse trozos de recuerdo arrancados a estas formaciones.
Sin embargo, y aunque yo mismo creí alguna vez en esta posibilidad, esa idea cundió en medio de las fuertes exigencias de limitar el número de visitas a San Pedro de Atacama luego de que una de las valiosas figuras religiosas de su antigua iglesia fue objeto de un atentado incendiario (ocurrido justo cuando me encontraba de visita por allá por tercera vez en cinco años, en el verano de 2001). De esta manera, el rumor quizá fue producto de un poco de la exaltación del momento, aunque la posibilidad de las imprudencias humanas no puede ser descartada.
Puedo dar fe de que algunos lugareños vendían piedras de sal o yeso a los turistas, además, pero ellos mismos las buscan en lugares retirados, lejos de los caminos y de las formaciones, pues es obvio que tampoco están interesados en destruir lo mismo que atrae a los viajeros a este sitio, de modo que es la fuerza erosiva del viento la principal y acaso única responsable de los cambios evidentes del paisaje, en tan pocos años.
Es evidente en la comparación de las fotografías, entonces, que las formaciones están en franca reducción y casi segura desaparición futura, así que conviene disfrutarlas mientras sigan existiendo.

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