LA IGLESIA "MALDITA" DE LA PLAYA CHICA DE CARTAGENA
Restos de la Iglesia del Niño Jesús, tomada por mí en mayo de 1997.
Coordenadas: 33°33'3.30"S 71°36'27.29"W
Ha
pasado tanto tiempo en ruinas allí, de cara a la otrora aristocrática
Playa Chica y en la entrada al camino hacia San Antonio, que a muchos
puede parecerle que siempre ha estado así: reducida a menos de la mitad
de lo que alguna vez fue y posesa de extrañas fuerzas que -según la
leyenda que se tome por cierta- la llevan a quemarse o derrumbarse
inevitablemente, cada vez que se intenta ponerla otra vez en servicio o
techarla. Ya es un símbolo de Cartagena, el balneario ahora tan populoso
de la Zona Central.
Cartagena
y sus alrededores están llenos de leyendas sobre pactos diabólicos y
maldiciones. Ni el poeta Vicente Huidobro y su empinada tumba se salvan
del anatema. No es raro que la ruinosa Iglesia del Niño Jesús, entonces,
también esté salpicada de esta fama.
Se
habla de un tal Eugenio Berguesio que, agobiado por las deudas de una
mala racha en su vicio por los juegos de azar y las apuestas, se vio en
la urgencia de hacer un pacto con el mismísimo Amo de las Tinieblas para
poder cambiar su suerte desafortunada. Al conseguir girar su destino y
hacerse de mucha fortuna, Satanás le pidió como pago a los favores
construirle una iglesia cristiana justo en el lugar donde se encuentra
ésta, allí en el balneario, pero con un detalle intrigante: que el
templo no tuviese techo.
La Iglesia de Cartagena, tal como lucía en sus buenos años.
Otra imagen de época con el entorno de Playa Chica y la iglesia atrás, publicada en el blog "La Iglesia del Diablo".
Según la leyenda, sería
por ello que la ruinosa iglesia sigue así hasta ahora, con su extraño y
único aspecto. Cada vez que intentó colocarle techo, cayó derrumbado
por terremotos o abrasado por el fuego.
Otra
leyenda adjudica el pacto demoníaco a dos hermanas, en un desesperado
intento por salir de la pobreza. Surtió efecto, pero cuando se
aproximaba el momento en que debían entregar su alma en pago conforme a
lo contratado, ambas cayeron en pánico y desesperación, buscando eludir
semejante compromiso. Aterradas, fueron hasta donde un sacerdote del
lugar a pedirle ayuda para salvar sus almas. Éste les sugirió destinar
todo ese dinero mal habido a la construcción de una iglesia, que
coincidiría con la del Niño Jesús de Playa Chica. Así lo hicieron, y
esto puso furioso al Diablo, que de todos modos partió a cobrar su paga
por los favores.
La
historia continúa diciendo que las mujeres intentaron refugiarse dentro
de la misma iglesia que construyeron, sabiendo que el Príncipe del
Infierno no puede entrar a los templos; sin embargo, éste maldijo al
edificio, le arrancó sus techumbres y lo condenó a jamás poder tener
techo, incendiándose cada vez que lo volvieran a colocar.
Con
la iglesia al descubierto, no le fue necesario entrar para vengarse de
las hermanas allí refugiadas, convirtiéndolas en lechuzas que siempre
ven los curiosos rondando en el sector de la cruz del altar mayor,
especialmente en las noches de tempestades y lluvias.
Actualización: La hermosa iglesia, alzándose sobre la Playa Chica de Cartagena. Fuente: Cartagenafm.cl
Actualización:
El edificio ya se ve sin techo y en decadencia, hacia los años 80.
Fuente imagen: Blog "Chile sus mitos y leyendas".
Imagen antigua del templo, tomada del documento "Algunos datos históricos de Cartagena", de Luis Arratia Montalva.
Es así como la Iglesia del Niño Jesús ha pasado a ser llamada "La Iglesia del Diablo" o "La Iglesia Maldita de Cartagena"
por algunos de los propios habitantes de este lugar, sin que existan
intenciones a corto plazo de levantarla otra vez, por lo que se ve, a
pesar de que ha resistido ya tremendos terremotos, saqueos, vandalismo y
los grandes cambios que se reconocen en su entorno observando
fotografías de otras épocas tomadas a la Playa Chica, en sus años de
elegancia y opulencia.
La
verdadera historia de la Iglesia del Niño Jesús no guarda relación con
maleficios ni pactos satánicos, por supuesto. Fue levantada en calle La
Marina 248 hacia principios de siglo, sobre un terreno donde antes se
había habilitado una capilla de propiedad de doña Carmen Ruiz-Tagle de
Mena, según las indagaciones del investigador cartagenino José Ortega
Fuentes.
Aunque
la iglesia podría haber comenzado a ser construida en 1890 bajo planos
del arquitecto italiano Ignacio Cremonesi, fue inaugurada el 2 de
febrero de 1900 por el arzobispo Mariano Casanova, familiar de doña
Carmen. Tenía líneas neorrománicas con alguna evocación gótica sencilla
de arcos, con una fachada de cuatro torres chapiteles, además de una
gran torre-campanario que aparece en los planos pero que nunca llegó a
ser construida.
La
ruina de esta iglesia fue una mezcla de vejez y abandono, que la
mantuvieron sin su techo por varios años, haciendo correr las
especulaciones y leyendas revisadas. El terremoto del 3 de marzo de 1985
terminó de asegurar su triste destino, botando las paredes huecas y los
tímpanos del vetusto edificio.
Las ruinas, en nuestros días.
Es
casi todo lo que se sabe de ella, pues la mayor parte de la
documentación, salvo algunos datos de conservación de bienes raíces, se
ha perdido irremediablemente acrecentando la proliferación de leyendas y
mitos sobre la historia del templo en ruinas.
Aunque
he estado varias veces en su entrada y alrededores, desconozco si
habrán sido incendios los que, aliados con los terremotos, ayudaron a
destruirla y hacerle perder todos sus niveles más altos y los techos,
como rezan las leyendas, quedando inhabilitada hacia los años setentas.
Pero, sin duda, esta iglesia sobreviviente de tantos otros cataclismos
como el último de febrero 2010, es uno de los lugares más pintorescos de
Cartagena, esperando aún su momento de vuelta a la vida.
Se
mantiene en pie, además de la fachada y murallones laterales, el muro
trasero del recinto, con una gran cruz adosada contra el mismo entre el
ángulo de las antiguas dos aguas del techo perdido, allí donde
aparecerían durante las tormentas las hermanas maldecidas, ahora
convertidas en aves nocturnas. Su valor patrimonial no está del todo
perdido, por lo tanto.
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