LA COPIAPÓ: UNA LOCOMOTORA QUE CAMBIÓ LA HISTORIA
Coordenadas: 27°21'24.49"S 70°21'11.29"W
Muchas
veces hemos escuchado que la famosa línea de ferrocarril de Copiapó a
Caldera fue la primera que se construyó en América o en América Latina,
aunque esta generalización no es precisa: los primeros antecedentes de
ferrocarriles en el continente se remontan a la implementación de la
línea en Carolina del Sur, en los Estados Unidos, a fines de 1830. Le
siguió el caso de Cuba, donde el poder imperial hispánico ordenó
construir el ferrocarril desde La Habana a Guines, de 1838, abarcando
unos 140 kilómetros.
Sólo
después de estos mencionados casos americanos, se construyen las
primeras líneas de ferrocarril vistas en Sudamérica: la de Guyana en
noviembre de 1848, que unía los ocho kilómetros entre Georgetown y
Plaisance, y luego la del tren "Callao" modelo Stephenson 2.4.0 que iba
de Lima al Callao en Perú, inaugurado en el mes de mayo de 1851 y con
poco menos de 15 kilómetros de vías.
En
la Navidad de ese mismo año de 1851, es puesto en marcha en Chile el
tren desde la ciudad de Copiapó al pueblo costero de Caldera,
cronológicamente el tercero en la línea de casos de esta tecnología
habilitados en Sudamérica. No podría decirse que corresponda al primero
de la región continental, entonces, pero sí es el pionero entre las
líneas férreas de extensión considerable, pues abarcaba poco más de 80
kilómetros en su tramo inaugural, posteriormente ampliado en cerca de 70
kilómetros más. Además, este caso tiene un detalle interesante: es el
único de los tres en que conserva la locomotora original que se empleó
en ese trayecto inaugural.
Quizá toda aquella confusión viene de tal condición, nos preguntamos:
el ser la locomotora más antigua de América del Sur que aún existe.
Ilustración de "La Copiapó" llegando a la ciudad (fuente imagen: Memoriachilena.cl)
La locomotora, hacia el 1900 (fuente imagen: Memoriachilena.cl)
Cubierta por enredaderas (fuente imagen: Memoriachilena.cl)
Ya de vuelta en Copiapó (Fuente imagen: revista "En Viaje", 1963).
La histórica máquina a vapor, conocida como "La Copiapó",
se encuentra en los patios del Campus Paulino del Barrio en la
Universidad de Atacama, en el pasillo peatonal interior Ingeniero
Guillermo Wheelwright. Esto es a la altura de la autopista Copayapu
justo frente al origen de la avenida Centenario. Está justo al lado del
casino universitario, entre antiguos galpones de tipo ferroviario que en
la casa de estudios pasaron a ser usados como laboratorios y talleres
del área de metalurgia.
La
historia de esta locomotora se enmarca en el período de grandes
progresos y empuje de parte de la joven República de Chile, en el siglo
XIX, pero particularmente también de estos territorios. Poco antes, el
empresario estadounidense avecindado en Chile, William Wheelwright,
había impulsado con éxito la fundación de la firma naviera Pacific Steam Navigation Company,
tras lo cual su compatriota George Mabon diseñó un ingenioso proyecto
de servicios de remolcadores en el Estrecho de Magallanes, para asistir a
la flota de la compañía y a otros vapores. Entre otros efectos, estos
visionarios influyeron en el resguardo de Chile sobre sus intereses
soberanos magallánicos, expresados en la toma de posesión del territorio
efectuada en 1843.
El
empuje de la República también se extendía al norte del país, gracias
al auge minero de la plata, las guaneras y luego las salitreras.
Wheelwright, que era por naturaleza un emprendedor incontenible y
creador inagotable, propuso después y en sociedad con otros
inversionistas al gobierno de don Manuel Bulnes la creación de un
ferrocarril que sería el primero del país, para facilitar las demandas
de transporte hacia puerto que la rica industria de la plata copiapina
venía desarrollando desde la década anterior, gracias al descubrimiento
del mineral de Chañarcillo por el legendario Juan Godoy.
Socio de
acaudalados empresarios como Agustín Edwards Ossandón, Diego Carballo y
doña Candelaria Goyenechea de Gallo, el norteamericano Wheelwright era uno de los
principales accionistas de la Compañía Anglo-Chilena de Minas en
Copiapó, por lo que sabía de sobra las necesidades de abaratar el
transporte del material hasta el puerto y el potencial de este negocio
ferrocarrilero pendiente.
El
ingeniero obtuvo la primera concesión en noviembre de 1849, tras crear
la Compañía del Camino Ferrocarril Copiapó-Caldera. Había recibido por
compra la misma concesión que el Gobierno de Chile le había otorgado
justo un año antes a don Juan N. Mouat, un comerciante y relojero de
Valparaíso que había propuesto ya la construcción del mismo ferrocarril
Copiapó-Caldera, pero que al verse limitado de financiamiento debió
venderla a Wheelwright.
Los
trabajos de construcción de las vías comenzaron desde Caldera hacia el
interior a fines del verano de 1850, en marzo, quedando encargados al
ingeniero norteamericano Walton Evans y sus paisanos los hermanos
Alexander y Allan Campbell. La locomotora que iba a cubrir esta ruta y
parte de los materiales del sistema fueron encargados a la firma Norris & Brothers
de Philadelphia, que ya tenía gran prestigio en la apertura de vías de
transporte de la conquista de esos territorios de los Estados Unidos. La
máquina, modelo American con calderas a combustión de leña y
diseñada para adaptarse a la trocha europea, fue fabricada ese mismo año
en la maestranza norteamericana y llegó al puerto de Caldera en junio
de 1851.
La
idea de los inversionistas era hacer coincidir la inauguración del
sistema con el aniversario del 4 de julio de la Independencia de los
Estados Unidos, pero el investigador y experto ferrocarrilero Ian
Thompson, asegura que esta meta y el plazo no pudo cumplirse, pudiendo
realizarse las primeras pruebas de marcha blanca sólo el 29 de ese mismo
mes, fecha que corresponde a la del primer tránsito de un tren en
Chile, por consiguiente, abriéndose así el tramo inicial de la ruta
entre Caldera y Monte Amargo, de 41 kilómetros.
Sólo
el 25 de diciembre de ese año pudo completarse el recorrido, haciendo
su debut con inauguración oficial y un célebre viaje de 81 kilómetros
hasta Copiapó. El tren marchó colorido y ruidoso, haciendo sonar pitos y
campanas ante el asombro de la población que lo vería pasar, siendo
recibido con aplausos y banda de música. Su primer maquinista fue John
O'Donovan, un ciudadano de origen irlandés que los copiapinos apodaban "El Car'e Fuego"
por los resplandores ígneos que se reflejaban todo el día sobre su
rostro, en sus patillas colorinas y por las marcas que esta exposición
dejaba en su piel.
Con el sistema puesto regularmente en marcha a partir del primer día de 1852, "La Copiapó"
salía echando vapores desde la ciudad todos los días a las 9 de la
mañana, llegando a Caldera alrededor de las 13 horas, para partir de
regreso al interior hacia las 15 horas y llegar de vuelta a Copiapó a
las 18:30 horas. El boleto de primera clase costaba entonces 4 pesos y 2
reales, mientras que el de segunda 2 pesos y 1 real. Por la carga, en
tanto, se pagaban 4 reales el quintal. Se cuenta que en dos ocasiones
cada semana, se enviaba por la misma vía el tren de correos que tenía la
particularidad de llevar en el último carro del convoy una salita de
juegos apodada "La Timba", favorita de los mineros y los apostadores que abordaban el servicio.
La
consecuencia fue rápida y notoria en la vida urbana de ambos extremos
de la línea férrea: Copiapó pasó a convertirse en una próspera ciudad,
con instalaciones modernas, estación y servicios de transporte, mientras
que Caldera pasó de ser una modesta caletita con muelle a un pujante
puerto atacameño. La introducción de la tecnología en la zona vino
aparejada de métodos de destilación y purificación de agua, además de
instalaciones de alumbrado a gas. También significó que entrara en
desuso el antiguo Puerto Viejo de Caldera, en la desembocadura
del río, sustituido por instalaciones más modernas. El soplido de
progreso fue enorme, por lo mismo.
La
hermosa locomotora permaneció en operaciones hasta 1858, cuando fue
retirada del servicio por falta de leña para sus calderas, pues la
combustión a carbón era más eficiente y fácil en aquellos años. Se
cuenta que la Compañía intentó mantenerla en operaciones cambiando por
carbón su combustible, pero esto acabó dañándola y acelerando su retiro,
además de la salinidad de las aguas para la caldera del vapor.
Posteriormente, fue embarcada rumbo a la capital chilena para ser
exhibida como pieza histórica en la Exposición Internacional de
Santiago, realizada en la Quinta Normal en 1875. Desde ahí permaneció
decorando el Museo Histórico Nacional hasta 1895, siendo trasladada otra
vez y llevada a los Estados Unidos para la Exposición Panamericana de
Buffalo, realizada en 1901. Fotografías de principios del siglo XX la
muestran muy deslucida, arrinconada y casi totalmente cubierta de
enrededaderas.
Con
el tiempo, el sistema local de ferrocarriles de esta zona atacameña se
fue ampliado hasta los 150 kilómetros de vías, aproximadamente. La vieja
locomotora "La Copiapó", entonces, quedó totalmente superada y
sin posibilidad de retornar, convirtiéndose en un símbolo de esta
epopeya histórica del desierto, siendo relevada por máquinas más
modernas y potentes.
Poco antes del Primer Centenario de la República,
además, se cambió la trocha a la medida de red norte, por lo que la vía
quedó un poco más estrecha que la original. En este mismo período, el
ferrocarril pasó de manos privadas a ser empresa del Estado.
A pesar de su antigüedad y desuso, leo en la guía turística "TuriChile" que "La Copiapó"
fue repuesta fugazmente en marcha durante el año 1929, para transportar
a los delegados del Congreso Sudamericano Ferroviario realizado en
Santiago. Por documentos oficiales que tengo a mano y que fueron
publicados ese mismo año por el Estado de Chile, confirmo que ya
entonces estaba instalado el mito de que era la "primera" de las
locomotoras que hubo en Sudamérica, cuando en realidad es la más antigua
pero de entre las que se conservan.
Permaneció
varios años en los patios de la Escuela de Artes y Oficios, hoy
dependencias de la Universidad de Santiago, siendo trasladada de vuelta a
Copiapó en 1945. En vista de su incalculable valor histórico y
testimonial, por Decreto N° 4543 del 27 de mayo de 1952, "La Copiapó" fue declarada Monumento Histórico Nacional
La
magnífica locomotora sigue allí en la ciudad cabecera del Norte Chico,
en los patios de la Universidad de Atacama. Está montada sobre rieles
con durmientes y con cuatro carros que se agregaron posteriormente formando un conjunto: un vagón con rejas para transporte
de carga y otros tres para pasajeros, de sobria elegancia. Le acompaña
un cartel informativo con el siguiente texto:
La "Copiapó", símbolo del Primer Complejo Ferroviario de América del Sur,
realizó su viaje inaugural entre el puerto de Caldera y Copiapó el 25 de
diciembre de 1851. El impulsor de este proyecto ferroviario fue el
norteamericano Guillermo Wheelwright, junto a empresarios mineros de
Atacama, destacándose doña Candelaria Goyenechea vda. de Gallo. La
'Copiapó' fue declarada Monumento Nacional en 1852, en el lugar que hoy
se encuentra, formando parte del Patrimonio Histórico de la Región y de
la Universidad de Atacama.
Permanece
en ese patio universitario para la admiración y contemplación de los
visitantes, entonces, teniendo el mérito de ser la más antigua de las
locomotoras de América del Sur que se conservan, por lo que su valor
trasciende las fronteras nacionales.
MENSAJES RESCUPERADOS DESDE EL BLOG ANTERIOR, PREVIOS LA EMIGRACIÓN DEL ARTÍCULO HASTA ACÁ:
ResponderEliminarAnonimo
cumpa en la segunda vez que menciona la universidad de atacama le puso univiersidad de tarapaca, le aviso para que arregle el error. muy buen articulo se agradece.
Criss Salazar
Respuesta: muchas gracias. Sí, era un lapsus mental (este artículo lo escribí estando de paso en una sede relacionada con la Universidad de Tarapacá, en Arica, de ahí que me enredé).