LOS LÚGUBRES SECRETOS DE EL INFIERNILLO EN LA COSTANERA DE ARICA

 

Coordenadas: 18°29'8.48"S 70°19'36.53"W (inicio del sector de roqueríos costeros)
El Infiernillo corresponde a un sector de roqueríos y pequeñas galerías de borde de mar, que se ha ganado una extraña fama como lugar tan interesante como temible. Ubicado casi adyacente a las playas El Laucho y Brava, más al sur de la entrada a la península de la ex Isla Alacrán, se lo halla a espaldas de interesantes restaurantes, donde las olas golpean en una eterna frustración por no poder invadir la tierra firme más allá de esos estrechos pasillos de roca oscura, en los que pueden verse curiosos murallones levantados en el pasado por manos humanas, pero que ahora son territorio de innumerables cangrejos de colores rojizos, con suficiente buena vista para escapar como una turba de gnomos nerviosos ante la presencia de cualquier extraño.
No es casualidad este sugerente nombre: El Infiernillo o también llamado Los Infiernillos, pues así se ha llamado también a los roqueras a ambos lados de la playa El Laucho, que quedó como un enclave entre estos sombríos reinos. Ha llegado a ser definido como un lugar maldito, acaso uno de los secretos mejores guardados de Arica, allí detrás de los elegantes salones que se levantan como fuertes sobre su sombría leyenda y los varios hechos fantásticos que se aseguran sucedidos en este sitio. Existe tapado por el velo del progreso y la modernidad, diríamos: como ocultando sus leyendas tejidas al tronar incesante y perpetuo de las olas del Pacífico. Así habló de él Luis Urzúa Urzúa en su "Arica, puerta nueva" de 1969:
...sitio pavoroso por haberse tragado una embarcación que no apareció jamás: su tripulante se salvó del voraz abismo aferrándose oportunamente a las peñas.
El edificio que bloquea la vista hacia esos lugares bajos y lúgubres, mismos en donde comienzan los pasillos de rocas oscuras de la zona, corresponde hoy al restaurante "Maracuyá". Algunos de sus clientes aún pueden mirar desde las terrazas con vista al océano esas extrañas formaciones, en la mayoría de los casos quizás sin conocer de sus historias y de las situaciones que muchos aseguran haber vivido allí.
El sector de las rocas de El Infiernillo en un plano de la costa de Arica en Madrid, del año 1895.
Vista actual de algunas de las rocas del mismo sector costero.
Se cuenta que estos roqueríos próximos al borde de la ladera del Morro de Arica, servían de refugio a prófugos y rufianes desde los tiempos coloniales de Arica y hasta los años de administración peruana, tanto por sus aspectos de trincheras, sus pretendidos pasadizos y su retiro del radio urbano de la ciudad de entonces. Desde ahí pudo surgir otro mito: el de extrañas cuevas o accesos a lugares aún más tenebrosos a través de aquellas formaciones del borde costero, antes usadas como caleta.
El zoólogo y entomólogo español Francisco de Paula Martínez y Sáez, miembro de la Comisión Científica del Pacífico, describe en su diario de viaje por América del Sur, algo de este intrigante paisaje en julio de 1863:
Cerca del Morro, nos paramos en el lugar llamado el "Infiernillo".
El mar, entrando en una cueva, produce un ruido sordo subterráneo; sale después por una estrecha abertura, abundante espuma que se eleva a alguna altura, descendiendo por último.
Recordando las investigaciones de su abuelo Alfredo Raiteri, don Hermann Mondaca ha escrito en alguna ocasión que los antiguos viejos ariqueños aseguraban algo sobre la existencia de una laguna salada muy al interior de la antes famosa Cueva del Inca, de la que también habló con algo de holgura Alfredo Wormald Cruz. Según la tradición, esta laguna subterránea era alimentada por entradas de aguas a través de las míticas galerías entre las rocas de El Infiernillo. El arqueólogo británico William Bollaert, cuando vio las cuevas del Morro y El Infiernillo en 1854, pensó que tenían el mismo origen: en convulsiones de la tierra que formaron galerías, usadas después por los indígenas como cementerios.
Ya son pocos los que recuerdan algo de esta leyenda en Arica, pero antaño se creía que una o más de supuestas galerías escondidas entre las rocas de El Infiernillo, conducían a lugares impensados alrededor de la geografía, como los pozos temibles de la Isla Alacrán, especialmente abajo de las rocas que sostienen el faro, y las grutas que se observan en las laderas del Morro de Arica.
Si esta laguna existe y es abastecida de agua desde algún secreto canal entre aquellas rocas, probablemente nunca lo sabremos: la Cueva del Inca fue condenada por el derrumbe de un gran grupo de piedras, a consecuencia de un terremoto, permaneciendo tapada desde entonces.
De las varias leyendas, la más popular quizás fue una que se relataba sobre un marino que, tras desembarcar en Arica hace mucho tiempo, decidió pasear por El Infiernillo y allí descubrió entre las rocas esa especie de cráter o fumarola desde el cual bullía agua hacia el exterior, la misma descrita en el siglo XIX por el mencionado viajero español que vimos más arriba. Lamentablemente, su curiosidad lo llevó a acercarse demasiado y, en un descuido, cayó por accidente al interior de esa abertura, desapareciendo para siempre.
Desde entonces, y por largo tiempo más, solían reportarse avistamientos de una persona solitaria caminando o mirando al horizonte entre esas mismas rocas, vestida a la usanza de un marino, por lo que se expandió la leyenda de que era su fantasma el que ahora transitaba por allí. El espíritu habría continuado un tiempo más manifestándose en este extraño sitio hasta que volvió a desaparecer, y -según algunos- esta vez fue para siempre.
Cabe advertir que, entre las rocas cercanas a El Infiernillo, hoy se puede observar una extraña formación con aspecto de arco, muy peligrosa para aquel temerario que quisiera transitar por encima de su estrechez, y bajo la cual se azotan las olas contra lo que en apariencia podría semejar una boca de galería. ¿Será éste el supuesto cráter o entrada donde el marino anónimo de la leyenda encontró su trágica muerte?
Coincidentemente, además, cerca del sector del roquerío y vecino a los estacionamientos de los restaurantes, están los patios de la sede ariqueña del club de marinos (sector El Caleuche), donde pueden verse antiguos carros de infantería, cañones que son verdaderas reliquias históricas y algunas decoraciones marineras junto a las rocas, como una cabina, un corroído molinete cabrestante a modo de bolardo de amarre y un mástil, sitio donde se halla frecuentemente a un ermitaño mariscador local, quien nada cree sobre estas historias de aparecidos, según me confiesa.
La fama oscura y siniestra de El Infiernillo se acrecentó a raíz de un dramático crimen pasional sucedido en los años cuarenta, que tuvo aquel conjunto de rocas húmedas y sombrías por escenario.
Sucedió que, por entonces, un oficial del Ejército de Chile sostenía una secreta aventura amorosa con una dama de edad mayor a la suya y que, además, habría estado casada y con familia propia. La relación se mantuvo estable y discreta hasta que el militar, movido por nuevos impulsos amorosos, inició otra aventura con una mujer mucho más joven y bella, que no tardó en cambiar por la anterior.
La dama mayor no soportó el despecho y la ingratitud de su ex amante y reaccionó con inusitada furia ante la ruptura. Habría comenzado a acosar al oficial, a perseguirlo y a hacerle toda clase de amenazas, hasta que éste decidió elaborar un infame plan para deshacerse de ella. Así, fue con su ex amada hasta las rocas de El Infiernillo y allí, en su estallido final de angustia, la atacó y arrojó con violencia hasta las rompientes de las olas.
Lamentablemente para él, la mujer trató de aferrarse con desesperación de estas rocas y dejó huellas de sangre sobre las mismas, las que permitieron a los inspectores establecer que se trataba de un crimen y atrapar rápidamente al oficial que figuraba como principal sospechoso del asesinato, siendo enjuiciado al poco tiempo.
Sucedió, sin embargo, que los deudos de la mujer muerta no quedaron satisfechos con la sentencia y prometieron que vengarían el crimen una vez que el sujeto saliera de la cárcel. No tengo claro en qué terminó esta amenaza, sin embargo: las versiones dicen que la promesa nunca se cumplió, y otras aseguran que acabó ajusticiado apenas puso un pie afuera de su presidio.
El Infiernillo y sus alrededores fueron un lugar famoso en reuniones juveniles a partir de los años setenta, aproximadamente. En realidad lo fue todo ese borde costero rocoso. A pesar de que era conocida su fama con relación a las historias relatadas aquí y otras por el estilo, el sector se constituyó como sitio de reuniones musicales y luego como centro de recreación amplio.
En la siguiente centuria y por lo descrito, fue popular allí una discoteca llamada "El Infiernillo", precisamente por encima del sector de rocas que le daba el nombre. Era lugar de encuentros de música rock que algunos consideran de entre los pioneros acá en Arica.
Empero, la época del lugar como centro de atracción pasó por un largo rato de olvido  y abandono, hasta que comenzó a buscarse un rescate del mismo y una reposición de su importancia en el turismo. Así pues, salió a remate y se habilitó como lugar de bar-restaurante, condición en que se mantiene hasta ahora. La época de la disco "El Infiernillo" había pasado al llegar un pub llamado "Guayaba's" según leo en un foro. Hoy está allí en el sector el "Maracuyá", bastión culinario y turístico de Arica desde principios de los noventa.
Esta mencionada secuencia como lugar de recreación fue exorcizando los antiguos terrores, además de hacer permanecer oculta su visión allí junto a la carretera que se prolonga desde la Costanera Comandante San Martín hacia el Sur, escondiendo aquellas rocas extrañas habitadas por jaibas, lagartos e historias de fantasmas.

Comentarios

  1. El infiernillo, cueva del Inca, pozo de la isla. Todo conec
    tado por galería subterraneas.

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