EL ÚLTIMO MAESTRO HERRERO DEL VALLE DE ELQUI
Coordenadas: 30°01'54.8"S 70°42'14.7"W
Hierro
Viejo es un barrio adyacente a la ciudad de Vicuña y una localidad que
forma parte de la comuna homónima en el Valle de Elqui, Región de
Coquimbo. Es un atractivo caserío de antiguas residencias de adobe con
aspiraciones solariegas y calles que eran polvorientas hasta no hace
mucho, la principal de ellas llamada Hierro Viejo, precisamente. Tuve la
oportunidad de alojar largos períodos en los barrios cercanos a la
Plaza de la Villa El Almendral, durante el año 1997, en la casa de
Suzana, una buena amiga de aquella época y que hoy reside más al
interior del valle.
Cerca
del gran recinto donde vivía Suzana, específicamente en la esquina de
Hierro Viejo con Riquelme, podíamos ver un encantador taller que aún
atrae las miradas de los visitantes, pues debe tratarse de una de las
últimas herrerías artesanales de la región: la del "Herrero El Quincha",
propietada por el veterano maestro Humberto Segundo Duarte. Tanto él
como su negocio son vestigios de los años más campestres de este
vecindario, rasgo que aún se advierte en parte de su entorno, con
paisajes agrícolas.
El
entorno de este lugar ha cambiado muchísimo, encendiendo las nostalgias
de quien llega allí después de varios años. Empero, este pedacito de la
historia local se mantiene casi intacto, marcado a fuego en el mapa como
algunos de los mismos timbres ganaderos que se fabrican en el taller,
entre otras muchas herramientas de campo.
El
inmueble que ocupa, además, debe ser uno de los más antiguos y vetustos
de todo Hierro Viejo, correspondiente a una especie de galpón con
frente de bloques de adobe, interior con postes de madera y fusionado
con el verdor de grandes árboles que dejan colgar sus ramas sobre el
mismo, especialmente una higuera que se sombreaba antes los techos de la quincha, lo que explica el nombre del local.



Es
preciso remontarse un poco por los hilos de la historia de Hierro
Viejo para conocer el origen de esta antigua herrería y la tradición
que sostiene en ella don Humberto. Padre y abuelo en la edad que muchos
prefieren en retiro, cuando nos reunimos hacia mediados de 2019
confesaba ya 60 años a cargo del
taller y probablemente más de 70 familiarizado con esta disciplina
familiar.
Decían por allá que, años antes, los lugareños más antiguos de esta tierra de fuerte
influencia cultural diaguita y mestiza recordaban que existió especie de
aduana en la que se controlaba la ruta de los ganaderos quienes, tirando algún burro o mula,
iban arreando a sus animales para pastoreo hacia el interior del valle.
Por esa razón, su nombre original del paso habría sido el de Puerto Viejo,
y la idea era evitar con él los contrabandos hacia el resto de la
cuenca del Elqui o incluso hacia Argentina. Un funcionario que recibía
-entre
otros nombres- el mote de contador, tenía la tarea de contar las
cabezas de ganado bovino, caprino, caballar u ovino que pasaba por aquel
antiguo camino, y luego comparar que fueran los mismos a su regreso,
por aquella razón. Me cuentan también que habría una investigación académica en desarrollo al respecto, aunque desconozco más detalles.
En tanto, la Sociedad Ferrocarril de Elqui se fundó en 1882 para
construir y poner en marcha un tren desde La Serena hacia el interior
del Valle de Elqui, hasta el poblado de Rivadavia, al oriente de Vicuña y
pasando Hierro Viejo, San Isidro y Diaguitas. La línea férrea pasaba a
dos cuadras del actual camino de Hierro Viejo, corriendo por las faldas
del Cerro de la Virgen entre campos y viñas, hacia la ubicación del
Cementerio de Vicuña. Si bien quedó operativa en 1886 y llegó a
Rivadavia a inicios del siglo siguiente, nunca se completó el tramo que
debía conectar con territorio argentino, pues se trataba en el proyecto
de un tren trasandino.
El
ferrocarril estuvo en funciones hasta los años setenta, y cuando se
acabó, muchas de las estacas de los abandonados durmientes fueron a
parar a este taller de herrería, convertidos por don Humberto en
herramientas que aún deben andar dispersas y oxidadas por la provincia.


En tanto, la conectividad de Hierro Viejo mejoró mucho la situación de los residentes y dejó de ser sólo una calle periférica. Su
proximidad con la ciudad de Vicuña comenzó a estrecharse con los años.
Fue entonces cuando se fundó la herrería del pueblo, hacia el año 1900
según calcula don Humberto, por su familia de trabajadores que habían
estado relacionados con la actividad de las salitreras del Norte Grande,
particularmente su abuelo, antiguo residente de la localidad de María
Elena y primer maestro herrero del taller elquino que heredó con el
oficio mismo.
La
herrería se encontraba, supuestamente, en donde
estaba antaño el descrito "puerto" para control del paso de ganado.
También me pregunto si habrá influido la herrería en el nombre final que
recibe este suburbio de Vicuña: Hierro Viejo. Sí
es seguro que, antes que los frutales y las viñas terminaran de tomar
posesión de los campos elquinos, la actividad agrícola de la zona
incluía muchos cultivos de ají, y más tarde tomates, demandando gran
trabajo a la herrería en la fabricación de herramientas apropiadas para
la tierra, arados y herraduras para caballos, como recordaba don
Humberto. Era difícil conseguir material metálico para estas facturas,
además, por lo que resolvía un gran problema para las comunidades del
trabajo agrícola de entonces.
El maestro llegaba diariamente en una motocicleta scooter
desde Vicuña, por las calles que ya son de adoquines de hormigón. El
cartel que presenta el nombre del pueblo de Hierro Viejo está justo
afuera de su establecimiento, pues es el punto de acceso al mismo
caserío y la calle. Sus instrumentos de trabajo están a la vista:
incluyen tenazas, fraguas de carbón, soldaduras, sopletes, combos y
otras herramientas más tradicionales, dispersas en un caótico y sombrío
orden que sólo él conoce y descifra.
En
el interior del taller, además, entre algunos objetos incomprensibles,
había muebles y asientos hechos con viejísimos durmientes del desaparecido
ferrocarril. Las puertas de madera del local tenían varias marcas de hierros
calientes para rubricar ganado, con diferentes diseños personalizados
para cada cliente, pues cada vez que se le encargaron estas piezas las
probaba al rojo candente sobre el mismo portón.



Pueden
reconocerse dentro del establecimiento algunas echonas, cabezas de picotas,
barretas, palas, hachas, pinzas, azadones, hoces y otras obras
fabricadas por don Humberto. Sus orgullos parecen ser los cuchillos, sin
embargo, de distintos tipos y funciones según cada pedido.
Entre
yunques y lotes de fierros que pasaban a veces por el rojo vivo y bajo
el
martillo, sin embargo, el maestro tenía algunos días completos en que
sólo estará sentado sobre un roñoso sofá, leyendo diarios y escuchando
la radio, pues admite que el trabajo solicitado desde los fundos y otros
talleres es hoy más bien escaso. Era un hombre alegre, por suerte, que
recibía constantes visitas de vinos durante cada jornada así que rara
vez se aburría.
No
obstante, el anciano, lúcido y enérgico experto en su oficio, alegaba que
no se siente bien en ninguna parte que no sea su querido taller,
desoyendo todos los consejos que le sugieren el retiro: "No puedo apartarme de este lugar, siempre preferiré estar acá".
Es un hombre muy entretenido y gusta de hablar con los visitantes, por
lo que una pasada a su herrería se extiende bastante más de lo que
podría preverse. También le gusta mostrar algunas de sus más bellas
creaciones, con singular orgullo.
Amigo de todos allá, conocido y querido en toda esta comuna, don Humberto, el Quincha,
se retiraba a casa en horas de la tarde, también arriba de sus dos
ruedas, y tras haber dado un día más de su larga vida a la existencia de
este tradicional oficio de la herrería, que comenzara con su abuelo y
que con mucha seguridad, se acabará con él. Nos despedimos ese día
prometiéndonos y próximo reencuentro, el que nunca llegó a tener lugar.
Don
Humberto falleció no mucho después de mi visita a su taller y del
primer artículo que publiqué sobre él, en esos mismos días. El Quincha partió de este mundo a fines de junio de 2020. Su partida provocó hondo pesar en la comunidad elquina y entre sus admiradores,
especialmente tras haber aparecido en el programa "Lugares que hablan" de Canal 13.
De hecho, el propio conductor de este programa de viajes, Pancho
Saavedra, fue uno de quienes informó en redes sociales del fallecimiento
del querido personaje. Este texto viene a ser ahora un artículo
homenaje para el Quincha, en tal circunstancia.
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